Ana Carmona Ruiz tuvo que disfrazarse de hombre: vendó su pecho para aplastar sus senos. Soportó vejaciones, insultos, represiones familiares que implicaron un destierro y recibió todo tipo de agresiones en la calle. Incluso la apresaron porque cometió el delito… de jugar futbol. Una mujer jugando futbol. Imagine usted la herejía. El atrevimiento. La insolencia. Y no sólo eso: tuvo la osadía de practicarlo mejor que los hombres.
Ana, quien nació en Málaga en 1908 y murió muy joven ahí mismo, en 1940, a los 32 años, "cogía su pelo con una gorrilla de lana y vestía una equipación holgada para ocultar que era mujer y poder jugar al futbol", según escribió hace cuatro años y medio en el periódico Público un periodista español, Henrique Mariño, quien entrevistó a un locutor (Jesús Hurtado) que por azar se convirtió en biógrafo de la mujer cuando tecleaba un libro sobre el club Vélez y buscaba las historias de sus jugadores, conocidos por sus apodos, hasta que se topó con el caso de Veleta, un miembro del equipo sobre el cual nadie quería hablar.
"Llegué a pensar que callaban porque quizás era un refugiado de guerra, hasta que me confesaron que habían sellado un pacto: Veleta era una mujer, "pero como jugaba mejor que nosotros", la protegían, le narraron a Hurtado.
Durante el tiempo que había estado en el Vélez llegó a ser detenida por la policía, le raparon el pelo, le pusieron multas y la castigaron encerrándola en su casa.
Cuántas Anas habrán sufrido cosas similares -o peores- en barrios de todo el mundo (en los míos los ojetes se burlaban de ellas diciéndoles "marimachas") para que llegáramos al emocionante tiempo que vivimos en el que el futbol femenil se ha convertido en un gran agente de transformación social: millones de niñas en todo el mundo -no estoy exagerando- ven en las futbolistas profesionales de hoy el modelo de mujer que quieren ser, pero no sólo en un deporte del que ya se apoderaron gracias a su brillantez y talento, sino en la existencia misma, como dice la española campeona del mundo Alexia Putellas, una de las mejores futbolistas del planeta (Balón de Oro en 2021 y 2022), que hace unos días estuvo en México para fomentar una escuela o clínica de futbol (que no sólo es de futbol) para niñas, adolescentes jóvenes entre 6 y 26 años: "Utilizamos el futbol como vehículo, pero la finalidad no es crear futbolistas sino darles herramientas a esas niñas para que se puedan desarrollar en un futuro en su vida profesional, su vida y evolución emocional, familiar, de amistades, de relaciones, y empoderar a esas niñas para que ellas sean lo que quieran ser, acompañadas de entrenadoras que son educadoras emocionales con trabajos que irán de 8 a 10 años de duración para ellas".
Todo eso para hacer de la comunidad un lugar mucho mejor, dice Alexia.
México, a través del futbol, tiene una gran oportunidad para erradicar machismos, pero, sobre todo, para fomentar vidas poderosas en las niñas y adolescentes de hoy en los barrios más difíciles, como mencionaba Alexia, a fin de que sean las mujeres exitosas de mañana en cualquier lugar. Quizá alguien se lo haga ver a la Presidenta de México y Sheinbaum pueda platicar con Altagracia Gómez para que ella convoque a empresarias que puedan invertir y replicar masivamente el modelo de Alexia y de otra grande del futbol, la española igualmente campeona del mundo Aitana Bonmatí (Balón de Oro 2023 y 2024), que recién ha llevado a niñas mexicanas a Barcelona para lo mismo, para ayudarlas a emprender sus sueños en un entorno seguro.
Por eso el futbol es lo más importante entre los menos importante, porque si de mujeres se trata, hoy puede cambiar las vidas de miles de Anas.
Twitter: @jpbecerraacosta