Lo único que parece no escasear en el mundo estos días, especialmente en el debate público, son especulaciones sobre lo que Trump quiere lograr con sus aranceles, retórica y alteraciones tanto a la estructura de su gobierno como a la arquitectura del orden mundial. El vendaval de iniciativas, argumentos y acciones que ha emprendido la administración en los pocos meses que lleva ha removido viejos prejuicios, atizado conflictos y, como consecuencia, creado una enorme incertidumbre en su propio país y en el mundo. Inevitablemente, ese actuar propicia toda clase de teorías conspirativas, a la vez que envalentona a los activistas en las redes sociales -de las cuales Trump es un ávido seguidor- a extremar sus posiciones. La pregunta es si hay un cálculo frío detrás del embate o si se trata meramente de un tiroteo desenfrenado y sin brújula.
Abundan las teorías en ambas direcciones. Unos presentan al presidente norteamericano como un actor calculador que está conscientemente modificando la correlación de fuerzas tanto al interior de su país como en el mundo. Otros lo caracterizan como una figura circunstancial que no está haciendo otra cosa que jugar el rol que le tocó en este momento de la historia. Los más audaces piensan que tiene objetivos mucho más perversos y peligrosos. Sea como fuere, el embate ha sido brutal sobre todo por la agresividad de las formas, con evidentes consecuencias para las relaciones de Estados Unidos con el resto del mundo. Cualquiera que sea el caso, Washington hoy es muy distinto al de hace un año y nadie puede pretender que lo que antes funcionaba sigue siendo válido.
La mayoría de las evaluaciones caracterizan al Sr. Trump como una persona obsesionada por un conjunto de factores muy concretos que considera esenciales para restablecer, en sus palabras, la grandeza de su nación. En sus primeros cinco meses como presidente, Trump ha impulsado iniciativas a diestra y siniestra cuyos únicos límites han sido algunos jueces y lo que le han impuesto los mercados financieros y, muy particularmente, el precio de los bonos del Tesoro a diez años que emite el gobierno norteamericano y que son ampliamente considerados como el termómetro de la estabilidad mundial. El asunto de los bonos del Tesoro no es pequeño, dado que históricamente han sido percibidos como "activos seguros" en los que invierten personas y países (incluyendo a China). El rendimiento de esos bonos subió sensiblemente en los pasados meses, sugiriendo un riesgo creciente (y elevando el servicio de la deuda).
En el plano mundial, el embate ha consistido, esencialmente, en la búsqueda por imponer un nuevo sistema internacional fundamentado en relaciones de poder en lugar de acuerdos de cooperación, como si EU todavía contara con el poderío que le caracterizó al final de la Segunda Guerra Mundial. En la visión de Trump, el mundo es de suma cero, en el que siempre hay ganadores y perdedores; por lo tanto, el intercambio de bienes, ideas y personas es intrínsecamente sospechoso y las organizaciones multilaterales fueron diseñadas para limitar o impedir que los poderosos ejerzan sus preferencias.
El embate interno se ha orientado a dos objetivos: reducir el gasto público y eliminar los sesgos ideológicos que han limitado las oportunidades de desarrollo para los hombres blancos. El grupo de Musk actuó de manera inmisericorde, eliminando entidades, despidiendo personal y cancelando proyectos, incluyendo toda clase de experimentos científicos y sociales. La acometida contra Harvard y otras instituciones aparentemente ha incluido amenazas de estilo mafioso, sugiriendo que hay más saña que proyecto en mucho del actuar de este grupo. Algunos argumentan que pretende declarar una insurrección para poder adoptar medidas autoritarias (y las protestas en Los Ángeles bien podrían ser una excusa). Paso a paso, ha ido desafiando los contrapesos constitucionales, cuyo desenlace es el asunto crucial que determinará el futuro de nuestro vecino.
Más allá de las simpatías o antipatías, lo que es significativo es la agresividad con que Trump actúa en todos los frentes, sin reparar en los costos de largo plazo en que se podría incurrir. Sin juzgar los objetivos que persigue, muchos de los cuales no son novedosos en la política americana pues algunos, como el del pago de los costos de la OTAN, han sido articulados al menos desde Obama, pero las formas que ha empleado Trump parecen diseñadas para generar animadversión. Este factor es el que desata toda clase de especulaciones sobre el "verdadero" objetivo del presidente Trump: quiere resolver problemas o convertirse en el "hombre fuerte" para dominar a su país y al mundo, saltándose todos los límites constitucionales. Lo que está de por medio es obviamente enorme para Estados Unidos, México y el mundo.
El embate ha sido parejo contra amigos y enemigos, socios y competidores. En lo que a nosotros atañe, la violación de las reglas del juego del T-MEC es un ejemplo palpable de lo anterior. Pudiendo redefinir las reglas tanto internas como externas ganando aliados en el camino, como hubiera hecho un gran líder, se ha empeñado en desmantelar las relaciones elementales de respeto interno y la buena voluntad con el mundo que tomó casi un siglo construir.
@lrubiof
Ático
El presidente Trump sigue objetivos muy claros pero de formas extraordinariamente agresivas, lo que ha generado una gran animadversión.