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Redadas y protestas en Los Ángeles: una advertencia desde el norte

GERARDO AGUADO

Lo que ocurre hoy en Los Ángeles no es solo una crisis migratoria ni una disputa partidista entre republicanos y demócratas. Es el reflejo de lo que sucede cuando el poder político se ejerce al margen de la legalidad, y cuando se normaliza el uso de la fuerza para callar el descontento social.

Desde el pasado 6 de junio, miles de ciudadanos han salido a las calles a protestar por las redadas migratorias masivas ordenadas por el expresidente Donald Trump. Agentes del ICE han irrumpido en lugares de trabajo, escuelas, iglesias y hospitales, deteniendo a migrantes -algunos con papeles en regla- bajo una lógica de cacería. Lo más grave es que esta operación no se detuvo ahí: sin autorización estatal, el gobierno federal desplegó a la Guardia Nacional de California y posteriormente a más de 700 marines en zonas urbanas de Los Ángeles.

La escena es preocupante: fuerzas armadas en calles civiles, toques de queda impuestos por la vía de los hechos, más de 500 personas arrestadas, periodistas agredidos, y una ciudad militarizada bajo el argumento de "restaurar el orden". El gobernador Gavin Newsom y la alcaldesa Karen Bass han impugnado esta decisión como inconstitucional, y el caso ya escaló a tribunales federales.

Pero más allá de lo jurídico, hay un mensaje político que no podemos ignorar. Las redadas y el despliegue militar responden a una lógica electoral: crear miedo, dividir a la sociedad y polarizar el debate público. Lo que busca Trump no es garantizar seguridad, sino reinstalar una narrativa de enemigo interno que justifique la fuerza antes que el diálogo.

Frente a esta embestida, la comunidad ha respondido con organización y dignidad. Las protestas han sido mayoritariamente pacíficas, llenas de expresiones culturales: murales, música, vigilias, mensajes de unidad. Porque no se trata solo de defender a los migrantes: se trata de defender los valores democráticos en el corazón de una de las ciudades más diversas del mundo.

Lo que pasa en Los Ángeles nos toca también a nosotros. Nos recuerda que la democracia se cuida todos los días, que la ley no puede subordinarse al cálculo político, y que la seguridad pública jamás debe convertirse en pretexto para atropellar derechos.

Este episodio es una advertencia: cuando el poder pierde el respeto por el marco legal, lo que se erosiona no es solo el orden, sino la libertad misma. Tomemos nota en México.

Hoy Los Ángeles resiste. Y al hacerlo, nos recuerda que el miedo nunca puede ser el camino. La democracia, en cualquier país, se defiende con legalidad, diálogo y civilidad.

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