En las columnas anteriores mencionamos la complejidad que representa recuperar los ríos Nazas y Aguanaval, prácticamente significa recuperar la cuenca hidrológica en que vivimos. No se debe soslayar el continuar con esfuerzos ya iniciados como el programa Irritila en la cuenca alta del Nazas y poner atención a las otras subcuencas, ya que lo que se logre avanzar en dichos esfuerzos mejoraran las posibilidades de que recuperemos los acuíferos, el último tramo vivo y una porción del llamado lecho seco del río Nazas ubicados en la parte baja de la cuenca.
Ciertamente, aún con todas sus implicaciones, el grado de complejidad es menor cuando se trata de recuperar aquellas partes de los ríos donde hay menor intervención humana, pero creemos que inicialmente se puede centrar los esfuerzos en el último tramo del río vivo (de la presa Francisco Zarco a la represa de San Fernando), resulta, no más fácil, pero si más factible, empezar con la recuperación de la parte del ecosistema ribereño menos antropizado, aquella que se encuentra dentro del polígono del área natural protegida Ríos y Montañas de la Comarca Lagunera.
La otra parte del río vivo implica un ejercicio de regular el uso del agua que fluye por el cauce, agua que esta concesionada a la asociación de usuarios de San Jacinto (Módulo de Riego III) y del agua que brota del Cañón de Fernández, que también es parcialmente derivada del río para la irrigación de cultivos, así como del suelo en la franja federal y áreas aledañas a esta. Finalmente, la cuestión es lograr que el río mantenga un caudal ecológico durante la mayor parte del año para mantener vivo el ecosistema ribereño.
La complejidad aumenta al pretender recuperar el tramo desecado del río Nazas que atraviesa la zona metropolitana, extendiendo el caudal ecológico por él. Para ello es importante resolver los problemas de los asentamientos ubicados en las otrora planicies de inundación del río (depósitos aluviales recientes), que no debieron establecerse ahí por riesgos de hundimientos si fluye el río por su cauce, como ya se han registrado casos en zonas aledañas al cauce en Lerdo y Torreón. Estos se producen por el movimiento de cavidades en el subsuelo conformado con materiales no consolidados, principalmente de arenas, que ante la infiltración de agua del río se desplazan o crean esas cavidades, explicación que dio el Servicio Geológico Nacional que estudió este fenómeno.
Estos hundimientos han ocurrido cuando se usa el cauce del río para desfogar volúmenes de agua que se liberan de las presas en períodos cortos de tiempo, en años de alta precipitación que saturan los vasos almacenadores. Si se libera agua por más tiempo, aumenta el riesgo de exposición de los habitantes de estos asentamientos, por ello debe ponerse atención a esta cuestión ante la posibilidad de recuperar el río urbano.
También hay que resolver de donde se obtendrían los volúmenes de agua que se destinarían a dicho caudal ecológico y definir la forma en que se manejará. El agua solo existe disponible en los volúmenes que se almacenan en las presas. Considerando que salvo los volúmenes que actualmente se usan para potabilizarlos y destinarlos para uso doméstico-urbano como parte del programa de Agua Saludable (62 hm3, pero que se contemplan aumentar a 200 hm3), el resto del agua almacenada en estos embalses esta concesionada a las asociaciones de usuarios para la irrigación de cultivos en el Distrito de Riego 017.
Se estima que esta agua es manejada con una eficiencia de 40% debido al estado en que se encuentra la infraestructura hidroagrícola, el resto es considerada como pérdidas, por lo que es en la recuperación de estos volúmenes donde deben centrarse los esfuerzos. El programa Agua Saludable tiene contemplado invertir varios miles de millones de pesos durante este sexenio en la tecnificación que mejore la eficiencia en esa infraestructura, pretende usar alrededor del 10% del agua concesionada a cambio de los apoyos en la tecnificación (pérdidas técnicas).
Otra porción de esa agua son volúmenes no contabilizados que se usan en cada módulo de riego, son excedentes por encima de los volúmenes concesionados o la proporción de estos autorizados por el Comité Hidráulico cada ciclo agrícola, que se trafican por las directivas de las asociaciones de usuarios (pérdidas sociales), los cuales permiten la siembra de tierras adicionales a las programadas, que se estima entre un 10 y 20% del volumen concesionado. De hecho, es necesario revisar puntualmente el agua superficial que se gestiona en el Distrito de Riego 017, para redimensionar los volúmenes disponibles y la propia área de riego de este, lo que plantea la posibilidad de que los volúmenes de agua superficial aumenten. El resto de los volúmenes que se evaporan o filtran al subsuelo son considerados como pérdidas naturales, que finalmente no lo son porque es agua que se reincorpora al ciclo hidrológico.
Los volúmenes que se recuperen con una gestión más eficiente del agua, sea por la regulación de las concesiones o con la tecnificación, se podrán utilizar en crear un caudal ecológico que de vida al río urbano en el cauce seco que atraviesa la zona metropolitana y, de ser posible, para efectuar recargas inducidas adicionales a las que dicho caudal provocaría.