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Recuperar el río Nazas (I)

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

Durante años los ciudadanos que participamos en grupos y asociaciones civiles interesados en proteger y conservar la naturaleza, con respecto al tema del agua construimos una narrativa pública centrada en el lema de recuperar ríos y acuíferos como alternativa para resolver la compleja problemática que se presenta en nuestra Comarca Lagunera, o más allá de esta, en la cuenca Nazas-Aguanaval.

Al reflexionar sobre la información documental y la observación o vivencia directa referente a este tema, escuchamos entre las personas con las que compartimos dicha narrativa, conocedoras y no sobre el mismo, que no dicen que tal alternativa es solo una utopía, respuesta que tiene cierta razón si pensamos que volveremos a tener las condiciones en que se encontraban ríos y acuíferos previas a la intervención humana, que por cierto no es tan antigua (dos siglos) como devastadoramente ha ocurrido.

Si somos objetivos al analizar dicha problemática, es prácticamente imposible restaurar los ecosistemas ribereños o los ecosistemas que están asociados y/o propician los escurrimientos superficiales y subterráneos, como los bosques templados, los pastizales o los matorrales que les favorecen. Es tal la alteración que estos han sufrido y siguen sufriendo por la intervención humana, que pensar en recuperarlos acorde con las condiciones originarias en que se encontraban antes de que esta ocurriera, es verdaderamente una utopía inviable.

Simplemente, en los trayectos que cubren los ríos Nazas y Aguanaval se han construido más de medio centenar de presas que contienen y derivan los flujos originales de agua para la irrigación de cultivos, de los cuales dependen varios miles de pequeños y grandes agricultores, desde las pequeñas cortinas o compuertas derivadoras, las presas de mediano alcance o la gran presa El Palmito. De igual forma, todos los 34 acuíferos que existen en la cuenca están intervenidos y una quinta parte de ellos en condiciones de sobreexplotación, de los cuales también depende el abasto de los habitantes y negocios de cientos de pequeñas comunidades rurales, poblaciones rurales hasta la mega urbe de la Zona Metropolitana de La Laguna, a la par de áreas de cultivo y empresas que usan el agua para fines industriales.

Pensemos no solamente en indagar, apoyados en una visión científico-técnica del ciclo hidrológico y socioeconómica y política del ciclo hidrosocial en nuestra cuenca Nazas-Aguanaval. Hoy en día no solo podemos asumir una postura especulativa y pasiva ante estas posibilidades, también intervengamos participando como ciudadanos para incidir en la toma de decisiones, las cuales ya no solo deben recaer en las instancias gubernamentales o entre los grandes usuarios de agua.

Hay cuestiones que se pueden resolver en el corto plazo, otras se deben empezar a atender a sabiendas de que generaran resultados en el mediano y largo plazo. En esta ocasión solo abordaremos la parte que corresponde al último tramo vivo del río Nazas (de la presa Francisco Zarco a la represa de San Fernando) donde se ubica el más importante humedal de la cuenca, el cañón de Fernández, y la que corresponde a una parte del llamado "lecho seco" que atraviesa la Zona Metropolitana (entre las represas de San Fernando y El Cuije), ambos con una longitud de alrededor de 90 kms.

Cierto es que ambos tramos del río dependen de otros factores que también requieren una intervención para revertir el daño que ha sufrido el río Nazas, como es el caso de la deforestación del bosque templado en la parte alta de la cuenca (tala irregular de bosques, cambios de uso de suelo, fragmentación de hábitat), cuyos esfuerzos de recuperación han sido insuficientes con el llamado Programa Irritila a través de la Comisión de la Cuenca Alta, los casi nulos esfuerzos de recuperación (más allá de algunas iniciativas en ranchos privados) de los pastizales por las inadecuadas prácticas de pastoreo de ganado (sobrepastoreo, cambios de uso de suelo, repasto, fragmentación de hábitat), aspectos que inciden en el régimen hídrico como los cambios en los escurrimientos superficiales, erosión hídrica, disminución en las filtraciones al subsuelo, entre otros.

Sin embargo, no todo está perdido y depende de nosotros, de los ciudadanos en tanto beneficiarios del agua y del gobierno como custodio de la misma, recuperar en lo posible nuestros ríos y acuíferos. La apuesta debe centrarse en las opciones que tenemos y con una proyección que implique un horizonte en el corto, mediano y largo plazo, proyección que, lamentablemente, aún no visualizamos en las políticas públicas en esta materia. Entonces, la utopía debe centrarse en lo posible, al menos para la generación a la que pertenecemos algunos laguneros que nos hacemos estas reflexiones.

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