La semana cierra con algunas noticias locales que fueron tendencia nacional. Una es la de las manifestaciones contra la gentrificación y otra del racismo de extranjeros hacia mexicanos. No están muy alejadas entre sí, de hecho, son parte de un mismo fenómeno: la llegada de personas de otras naciones a nuestro país y su asentamiento, temporal o permanente, en nuestro suelo. Los eventos muestran aversión de parte de la población mexicana hacia ellos; de modo semejante a las manifestaciones de los estadunidenses contra los mexicanos y latinos en general. La diferencia es que los extranjeros vienen a consumir, mientras que nuestros compatriotas van a trabajar. En cualquier caso, se trata de un problema "empujar-jalar", donde una parte es atraída y, simultáneamente, otra es expulsada.
Desde que comenzó el nuevo mandato de Donald Trump los nacionales que trabajan en Estados Unidos están viviendo tiempos difíciles. No es la primera ocasión que ocurre, pero ahora se está recibiendo mayor difusión que en otros momentos del pasado reciente. La economía de Estados Unidos necesita la mano de obra barata que ofrece América Latina, ese es el poder de atracción. Nuestras economías, por otra parte, no están generando los empleos y remuneración necesarios para retener a la mano de obra; esto provoca la expulsión de parte de la población. En el proceso descrito nos referimos a población que busca trabajo para enviar dinero a sus familias y que, en muchas ocasiones, se quedan a vivir en el país de las barras y las estrellas.
El dólar es una moneda que puede comprar mucho en América Latina. Para los extranjeros que traen dólares, euros o cualquier otra divisa fuerte, llegar a casi cualquier país de la región les permite vivir más que decorosamente con relativamente pocos dólares que, sin embargo, representan una suma atractiva para las familias locales. Así es que asentarse en lugares cuya renta y, costo de la vida en general, es más barato que en su país de origen, es un factor que expulsa a esta población de su país. El consumo y poder de compra, los atraen. En el proceso provocan que los bienes y servicios locales se encarezcan, lo que ha sido parte de la causa de las manifestaciones en contra de la presencia de extranjeros.
A lo anterior se suma el hecho de que algunas personas extranjeras han tenido manifestaciones contra los mexicanos de piel morena para crear un cultivo que no puede menos que traducirse en xenofobia disfrazada de antirracismo. No nos engañemos: el racismo existe en nuestro país sin necesidad de la presencia de extranjeros. La televisión y cine nacionales así lo muestran, no ahora sino desde hace décadas: los personajes importantes en contadas ocasiones tienen tez morena o muestran los rasgos mestizos que caracterizan a gran parte de la población mexicana.
En nuestro país tenemos muchas fobias sin necesidad de extranjeros: contra las personas con sobrepeso, contra los chaparros, contra los indígenas, contra personas en situación de calle, contra personas con preferencias sexuales diferentes a la mayoría, contra los adultos mayores, contra los discapacitados, entre otros. A esto en gran medida han contribuido los medios de comunicación audiovisual que transmiten programas y películas que no corresponden a la realidad de la mayoría del país.
Gran parte de la fobia hacia otras personas parte del supuesto de que alguna característica lo hace mejor o peor que al resto de la población: el color de la piel, estatura, etc. No hay evidencia que muestre que esto es cierto. Lo que en realidad parece ocurrir es que los vicios y virtudes humanas son tan democráticos que se reparte aleatoriamente entre toda la población sin importar su aspecto físico. Por este hecho, lo positivo y negativo que conforma al ser humano se reparte entre todas las estructuras antropomórficas. Por lo anterior, es que cualquier forma de discriminación de un humano hacia otro es, en definitiva, una muestra de la estupidez humana.