
Quiero Palomitas
Una de las preguntas que surgieron por marzo de 2020 fue: ¿cuándo volveríamos a la normalidad? Pero la respuesta del COVID fue un silencio desesperanzador, porque no volvimos a esa realidad; al contrario, perdimos personas, ilusiones y hasta la confianza en el otro por miedo al contagio.
Si bien The Thunderbolts* (dirigida por Jake Schreier) no tiene ninguna relación con la pandemia que vivimos, se ha convertido en un reflejo de los restos que cargamos cada persona en lo más profundo de nuestra experiencia de vivir. No solo lo bello y hasta “prefabricado” de las redes sociales, sino aquellos “demonios” que cargamos en nuestras espaldas, por lo cual a veces peleamos por salir adelante no solo con el entorno sino con nosotros mismos.
Es ya casi un hecho “canónico” que a Marvel le funcionen mejor las historias de los “underdogs” o de aquellos personajes más cercanos al antihéroe que al superhéroe inmaculado. El ejemplo más palpable es Guardianes de la Galaxia, por quienes ni los fans más radicales de los cómics veían viables y de pronto se transformaron en una franquicia o en el sentido opuesto tenemos a The Marvels o las historias que se han desarrollado de los 4 Fantásticos (a la espera de que cambie el destino de estos héroes en la próxima entrega de Matt Shakman, quien dirigió la serie de WandaVision).
Pero apostar por esta fórmula puede ser arriesgada si no se tiene en claro cuál será el mensaje que debe de ir más allá de las escenas de acciones, explosiones, referencias del Universo Marvel, así como de los cameos.
Más que una historia de origen, lo que busca esta película es llevar a la audiencia a romper con la cuarta pared que uno usa al momento de involucrarse con una historia, ya que optamos por mantenernos de manera superficial. Así comenzamos a tratar de entender por qué las pérdidas de personas y experiencias que nos han marcado, las cargamos en mucho tiempo. Y hasta cierto punto, un guiño a entender lo que es la experiencia del existir, que viene apoyada por una frase del filósofo Sören Kierkegaard: “La vida solo se entiende mirando hacia atrás, pero solo se vive mirando hacia adelante”.
Así, como si fuera un ejercicio terapéutico, cada uno de los personajes irán descubriendo que esas experiencias “bloquean” el desarrollo de cada personaje, pero que más allá de ser condescendiente, ataca en la parte que cuesta afrontar: la responsabilidad.Por ello la historia no solo se queda en la cinta, sino que nos permite hacer la “catarsis” no por los pecados de este equipo que muchos considerarían como “perdedores”, sino que apela al quitarse la venda del miedo, a considerar que cargar uno solo estás incomprensiones nos lleva al dolor de no ver la salida.
Así, esta nueva realidad no va hacia el querer “recuperar el tiempo perdido”, sino el “acompañar” a quien está a nuestro lado, porque la socialización rompe barreras de solo mi grupo o mi “raza”, sino aquel a quien veo que tiene las mismas batallas, pero que en la derrota es necesaria la unidad para salir adelante.
El guion de Joanna Calo y de Eric Pearson tiene momento interesantes, aunque para algunos podría parecer repetitivo en formas ya exploradas en películas como Línea Mortal (la de Joel Schumacher de 1990, porque el remake de 2017 se quedó chiquito) o El
Eterno Resplandor de una Mente sin Recuerdos (Michel Gondry, 2004); sin embargo, levanta un poquito a Marvel para darle una cierta esperanza de que la historia con la que cerrará esta fase puede cumplir y no ser un “muégano” de personajes sin pies ni cabeza.
Hasta siempre, Luis
Estas líneas quiero dedicarlas como agradecimiento a la amistad y al cariño que tendré eternamente al padre Luis García Orso, SJ. La vida me llevó a que lo conociera en el Festival Internacional de Cine en Guanajuato en 2009, en donde llegué para fungir como jurado, tenía muchos nervios a partir de la exigencia en cuanto al criterio y la argumentación sobre lo que estábamos evaluando; sin embargo, Luis me permitió no solo tener confianza, sino la oportunidad de ver el cine no solo como un elemento que nos emociona o deleita, sino que nos integra, nos cuestiona y hasta nos permite comprender la fe a partir de la experiencia estética.
Tuve la fortuna de verlo al principio de este año, charlamos sobre el cine, sobre esta columna (que leía y me corregía en donde tenía que mejorar), de nuestras vidas y de que nos encantaría coincidir nuevamente en Guanajuato, pero esto último no podrá, este 1 de mayo falleció en la Ciudad de México.
Creo que no tengo la manera de agradecer su apoyo en los momentos complicados, su cariño hacia mis hijos, mi pareja y mi familia, su complicidad en cuanto al disfrutar de las buenas historias, pero en particular por una amistad que surgió por el cine y que forman parte de este ejercicio que hago semana con semana. Un abrazo a tu familia, a la Compañía de Jesús y a todos los tuyos. Muchas gracias por todo, Luis, aún nos falta mucho cine que ver.