
¿Qué es el Cinturón de Fuego, la zona más riesgosa e inestable del planeta?
El Cinturón de Fuego es una zona sísmica y volcánica que rodea el océano Pacífico y concentra gran parte de la actividad geológica del planeta.
Esta región se extiende por más de 40.000 kilómetros, atravesando países como Chile, Perú, México, Estados Unidos, Japón, Indonesia y Nueva Zelanda. Es conocida por su intensa actividad tectónica, incluyendo terremotos, tsunamis y erupciones volcánicas frecuentes. Su nombre proviene de la gran cantidad de volcanes que lo conforman, muchos de ellos aún activos.

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Se le considera el octavo de mayor magnitud registrado en el mundoAproximadamente el 75% de los volcanes del mundo se encuentran en esta franja, al igual que el 90% de los terremotos. Las placas tectónicas en constante movimiento chocan, se hunden o deslizan unas sobre otras, generando una gran inestabilidad geológica.
¿Por qué es tan activo el Cinturón de Fuego?
La causa principal de su actividad es la interacción de diversas placas tectónicas, como la del Pacífico, la de Nazca y la de América del Norte. Estas placas convergen, se separan o se deslizan lateralmente, liberando energía acumulada en forma de sismos o erupciones.

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Se encienden las alarmas tras el terremoto de 8.8 que sacudió a RusiaEl proceso de subducción, donde una placa se hunde bajo otra, es común en esta región. Esta fricción constante calienta el manto terrestre y produce magma, lo que da lugar a la formación de volcanes. Además, la acumulación de tensión provoca terremotos que pueden ser devastadores.
Las zonas costeras del Cinturón son particularmente vulnerables. Japón y Chile, por ejemplo, han experimentado terremotos de gran magnitud que causaron miles de muertes y destrucción masiva.
Impacto humano y prevención
La presencia de millones de personas viviendo en zonas de riesgo agrava las consecuencias de estos desastres naturales. Muchas ciudades costeras se han desarrollado sin una planificación adecuada frente a estos peligros.
A pesar de los riesgos, los avances tecnológicos han permitido mejorar los sistemas de alerta temprana, evacuación y construcción sismorresistente. Sin embargo, la preparación ciudadana y la educación siguen siendo claves para minimizar las pérdidas humanas y materiales.