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PEQUEÑAS ESPECIES

BRINDO POR EL AGOSTO

Qué gratos acontecimientos traen a mi mente este mes tan especial, donde vuelven a florecer los bellos recuerdos, así como aquellas postales de las campiñas que me obsequiaba la naturaleza en los inicios de mi profesión, donde se reproducían milagrosamente los pastizales para el sustento del ganado en este mes de lluvias que devolvía la vida con su verdor al campo, dando origen al nombre de agostaderos. Me encontraba a unos meses de haberme graduado, trabajaba de veterinario de gobierno en el Valle de Súchil, Durango, colindando con el estado de Zacatecas. Los fines de semana viajaba a Torreón para disfrutar con la familia, regresando al trabajo el lunes a primera hora. Contaba con veintidós años de edad y era soltero, no era muy afecto a las fiestas y discotecas que estaban de moda a finales de los años setenta, a comparación de mi hermano Javier, que andaba de fiesta en fiesta los fines de semana con su inseparable amigo Alejandro. Aún recuerdo aquel día que cambiaría mi vida al invitarme a la boda de una de sus primas. Estando en la fiesta me llamó la atención una linda chica en especial; había sido mi vecina años atrás, pero nunca cruzamos palabra alguna por encontrarme la mayor parte del tiempo fuera de casa, estudiando en la ciudad de Durango. La invité a bailar y no dejamos de charlar, me sentí completamente cautivado por su personalidad y su bella sonrisa, dándome cuenta del tiempo maravilloso que había dejado pasar al no haberla conocido con anterioridad. Bailé con ella toda la noche. Mi hermano y su amigo, que resultó también ser primo de ella, se fueron a otro evento y me dejaron felizmente abandonado en la boda. Horas después regresaron para llevarme, a regañadientes, a casa.

Fue así como encontré a la mujer que cambiaría mi destino y pondría fin a mi soltería, pasando cinco años para desposarla. Desde entonces hemos realizado nuestras vidas felizmente unidos, con aquel pacto que hicimos frente al altar, que continúa siendo la base de nuestro viejo hogar. El Señor me envió la mejor esposa que un veterinario pudiese tener. En las duras y en las maduras he contado con su apoyo para salir adelante en mi profesión, que no fue fácil. Ha sido mi compañera de toda la vida, formadora de dos generaciones, abuela consentidora, columna vital de la familia.

Los libros han sido fundamentales para la formación de un servidor. He tenido la fortuna de leerlos durante años; dos de ellos han sido los de mayor relevancia en la vida: El Escribidor de Perros, que tuve el honor de publicar hace un par de años, y el otro libro fue el que firmé en el Registro Civil, el cual cambió mi vida para siempre.

Celebrando nuestro cuadragésimo segundo aniversario de bodas el 13 de agosto, así como el festejo del nacimiento de la primogénita de mis cuatro hijos el día 4 del mismo mes, también estamos de plácemes por el décimo tercer aniversario de bodas de los padres de mis nietos el 5 de agosto, precisamente del milagro más grande que devolvió mi añeja juventud y el deseo de aferrarme a la vida al convertirme en abuelo, que también lo festejamos el 28 de agosto. Y para cerrar con broche de oro las conmemoraciones, el Día del Veterinario lo celebramos el 17 de agosto, hermosa profesión que me ha dado con creces lo que soy. En casa de ustedes estamos de manteles largos porque somos cuatro veterinarios: mis hijas, Carolina, Alejandra y Sofía, y un servidor, todos dedicados a la salud de las pequeñas especies.

"Brindo por el agosto, de testigo van mis viejos años,

por aquellos momentos que sellaron de bellos recuerdos mi corazón,

agradeciendo al Señor por haberme dado el honor,

de hacer en mi vida, lo que más me cautivó".

[email protected].

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Escrito en: Columnas Editorial Armando Fuentes Aguirre (Catón)

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