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PEQUEÑAS ESPECIES

A MI NIETO EN SU CUMPLEAÑOS

Ahora entiendo por qué, de viejos, somos abuelos. Al llegar ustedes, los nietos, nos devuelven la juventud olvidada; vuelve a florecer toda esperanza de vida. Les damos los besos que tal vez no dimos a los hijos, y ustedes nos dan los besos que quizá ya nadie nos da. Cambiaron la vida de este viejo matrimonio, regresando la llamarada eterna del amor que nos juramos en nuestros años mozos.

¿Qué decir de la abuela consentidora? Baluarte de la familia, formadora de dos generaciones, que los llevó en sus brazos por un momento… y para toda la vida en su corazón.

Orlando, el mayor de mis nietos, un día como hoy, 6 de julio, hace doce años, nos llenaste de alegría con tu presencia en nuestro corazón. Toda la familia te esperábamos con gran ilusión cuando nos avisaron que Dios nuestro Señor te había concedido aparecer en nuestras vidas. ¡Mi primer nieto!

Tu madre seguía todas las instrucciones de la doctora y te valoraban periódicamente. Cumplías tres meses y te encontrabas bien de salud dentro del vientre materno. Un día, tu mami nos habló por teléfono, lloraba desconsolada desde el consultorio de la ginecóloga: le había dado la triste noticia de que no presentabas signos vitales y sugería recomendaciones aberrantes, completamente carentes de ética y profesionalismo.

Le pedí calma y fe. Afortunadamente, la acompañaba tu padre. Les recomendé consultar a otro especialista de inmediato. Pasaron los minutos -que para un abuelo fueron eternos-. Recuerdo que me hablaron después de un par de horas, con gran alegría, mostrándome las imágenes del ultrasonido de mi nieto -que aún conservo con mucho cariño-, latiendo tu corazoncito con júbilo y armonía, como diciendo…

"¡Estoy bien, abuelito! Ya no te preocupes."

Cuando nos visitan los nietos, se rompe la rutina y las reglas de nuestro viejo hogar. La disciplina de antaño, con la que criamos a nuestros hijos, escapa por la ventana. Aparentamos esconder golosinas y chocolates para que los encuentren de inmediato -y no pecar de abuelos consentidores-. Les permitimos adueñarse de nuestro espacio, acaparan el televisor con sus programas infantiles, los premiamos a la hora de la comida con aspavientos y buffets, mientras que sus padres, en su tiempo, comían sin opción alguna el único platillo que había.

Orlando, Alejandro y Luciana, mis adorables nietos: siempre serán, para sus abuelos, nuestros pedacitos del alma. Desde que nacieron, frágiles y encantadores, los contemplábamos fijo, y a cualquier llanto movían un ejército completo. ¡Cómo no recordar la primera sonrisa y sus primeras palabras! Siempre las llevaremos labradas en el corazón.

Sabemos de antemano que ya no estaremos con ustedes dentro de unos cuantos años. ¿Qué más podemos desear que verlos convertidos en personas de bien? Aunque estamos seguros de que así será, porque llevan el amor y los valores de sus padres… los mismos que legaron los bisabuelos a sus dichosos abuelos.

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Escrito en: Agua Saludable para La Laguna ASL Agua Saludable

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