LA IMPORTANCIA DE LA APLICACIÓN DE VACUNAS
Me encontraba en consulta con una perrita Husky Siberiano de cinco años de edad, muy tranquila y accesible. Su semblante era triste; presentaba vómito, diarrea, anorexia, postración, polidipsia y pelo hirsuto. La frecuencia cardíaca, temperatura y respiración se encontraban normales.
Con el paso de los años, el veterinario se vuelve perspicaz. En ocasiones, observamos detalles que no concuerdan con la historia clínica. En el caso de "Noah", el dueño atendía muy bien a su mascota y se preocupaba por su salud. La lógica nos decía que no debería estar en ese estado dadas las atenciones que recibía.
Por la sintomatología, sospechaba de una infección gastrointestinal, aunada a algún problema parasitario. Al ver su historial, me di cuenta de que tenía algunos meses con ella; la había adoptado recientemente. Se encontraba vacunada y desparasitada, pero no lograron especificar qué vacunas le habían aplicado.
Recomendé un examen coprológico. Era muy importante comenzar con un tratamiento a base de fluidos, antidiarreicos, analgésicos, entre otros. Después de aplicar el tratamiento, le comenté al dueño que si no se presentaba otro cambio en la enfermedad, en pocos días estaría mejor y con gran apetito. En ese momento comenzaríamos con un calendario de vacunación.
Al sexto día, recibí una llamada telefónica en la que me informaban que "Noah" había mejorado: ya no presentaba vómito ni diarrea y su apetito era normal. Sin embargo, la notaban muy extraña, así que les pedí que la trajeran a la clínica.
Al ver entrar al dueño con su mascota en brazos, y por los signos que mostraba, de inmediato supe contra qué enfermedad nos estábamos enfrentando. Después de algunos años en este medio, jamás nos acostumbramos a dar la desagradable noticia de una enfermedad terminal, conscientes de que ya no podemos hacer nada al respecto por nuestros pacientes.
Al volver a auscultar a "Noah", presentaba espasmos musculares y signos nerviosos que no tenía la vez anterior. No había dudas: se trataba de Distemper o Moquillo Canino, también conocida como enfermedad de Carré. Es un padecimiento infeccioso muy común y altamente contagioso en perros no vacunados. Estos síntomas nerviosos aún no se manifestaban en la consulta anterior, ya que el virus se encontraba en periodo de incubación.
Inmediatamente su dueño me pidió que le diera tratamiento. Le expliqué que la enfermedad daña al sistema nervioso y que las lesiones son irreversibles. Desafortunadamente, la mayoría de los pacientes fallece, a pesar de los nuevos fármacos antivirales que existen hoy en día. En la mayoría de los casos, el paciente no responde al tratamiento y, si llega a sobrevivir, permanece con secuelas nerviosas, lo que implicaría una vejez prematura. La otra alternativa, lamentablemente, era la eutanasia con una sobredosis de anestésicos. Pronto comenzarían las convulsiones, y cada vez serían más continuas. Eso no sería calidad de vida.
Vi cómo se escurría una lágrima discreta en el rostro del dueño, y con voz entrecortada me dijo: "Ya tiene convulsiones". Me preguntó sobre la vacuna que le habían aplicado, por qué no había quedado protegida. Comentó que deberían asegurarse, al darlos en adopción, de que se encuentran protegidos, o al menos recomendar a los nuevos dueños llevarlos a una clínica veterinaria para un control adecuado de vacunas.
Posiblemente se trataba de esos casos raros donde no hay respuesta inmunológica a la vacuna, un mal manejo de biológicos, o tal vez necesitaba un refuerzo.
Le di la alternativa de solicitar otra opinión, de preferencia con un especialista, pues habrá quienes tomen el caso y le den algún tratamiento, prolongando su agonía e ignorando la enfermedad que padece.
Durante unos minutos, el dueño guardó silencio. Habló por teléfono. Poco tiempo después llegó su esposa para despedirse. Y procedí a dormir a "Noah".