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PEQUEÑAS ESPECIES

LA SANTA CRUZ Y MI NIETO

Antes de abordar el tren en el andén de mi partida, llegó el milagro más grande de la vida, la dicha inmensa de ser abuelo, si hubiera sabido cuán maravilloso es tener nietos, los hubiera deseado con mayor anticipación. La experiencia nos regresa con paciencia a compensar nuestros yerros con los hijos de nuestros hijos, porque solo sabemos a ser buenos hijos hasta que ya somos padres, y sabemos ser buenos padres, hasta que somos abuelos.

Alejandro, hoy tres de mayo día de la Santa Cruz, hace ocho fugaces años iluminaste nuestras vidas, no tuve la dicha de conocerte ese día por tu afección respiratoria que padeciste al nacer, tuviste que aguardar unas semanas más en la incubadora del hospital para darte cuenta de la ilusión y alegría con que te esperábamos. Tus padres no se apartaban de tu lado y solo esperaban el momento para tenerte en sus brazos, las enfermeras que cuidaban de ti día y noche, sonreían por el gusto que te daba escuchar a tu doctor cuando te visitaba a diario, agitabas tus bracitos porque sabías que te iría a ver. Desde que naciste has sido un gran guerrero, no cabe duda que heredaste el carácter y las agallas de tu bisabuela Doña Alicia, regresaste dos veces al hospital venciendo a las enfermedades valientemente a tu corta edad, Dios sabe que le he pedido que sea tu abuelo el que ocupe tu lugar, porque a esa edad no debes de conocer el dolor ni el sufrimiento.

Ahora entiendo porque de viejos somos abuelos, a tu llegada nos regresas la juventud olvidada, vuelve a florecer toda esperanza perdida, te damos los besos que tal vez no les dimos a nuestros hijos, y tú nos das los besos que quizá ya nadie nos da. Cambiaste la vida a este viejo matrimonio, regresando la llamarada eterna que nos juramos en nuestros años mozos. ¿Qué decir de tu abuela consentidora, baluarte de la familia, formadora de dos generaciones, que te llevó en sus brazos por instantes, y para siempre en el corazón?

Cuando nos visitas, se rompe la rutina y las reglas de nuestro viejo hogar, dejando que escape por la ventana la disciplina de antaño de nuestros hijos, escondiendo golosinas y chocolates para que los encuentres con facilidad, y no pecar de abuelos consentidores, permitimos se adueñen de nuestro espacio, acaparan el televisor con sus programas infantiles, los premiamos al comer con aspavientos y alimentos en buffet, cuando nuestros hijos a tu edad, comían el alimento que había.

Los nietos son el bálsamo al dolor, la sonrisa a nuestros quebrantos, el sueño al insomnio, la calma a las angustias, la alegría de nuestra existencia, el olvido a las enfermedades, y la razón para aferrarnos a la vida.

Orlando, Alejandro y Luciana, siempre serán para sus abuelos, nuestros pedacitos del alma, sabemos de antemano que no estaremos con ustedes dentro de unos años, qué más podemos desear que verles convertidos en personas de bien y felices, aunque estamos seguros que así será, porque llevan el amor y los valores de sus padres, que legaron los bisabuelos a sus abuelos.

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Escrito en: Rosario Murillo Nicaragua Literatura Gioconda Belli Daniel Ortega Cultura

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