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YAMIL DARWICH

La aparición de la vida en la Tierra es el hecho más insólito que pudiéramos imaginar y a pesar de los esfuerzos de miles de filósofos, científicos y todo tipo de investigadores, no han podido comprender con suficiencia.

Hasta ahora, tenemos como verdadero que la vida en la Tierra provino de una gran cantidad de eventos naturales, que nos hacen maravillarnos y, a pesar de ello, no los respetamos.

Parece ser que nuestro origen estuvo coordinado desde fuera del universo; veamos porqué:

Debieron darse circunstancias muy específicas para que se formaran las primeras células simples; escribirlo es fácil, difícil imaginarlo. Los procesos descritos han sido incluidos en el concepto de "sopa fundamental".

El paso para que lo inerte se convirtiera en vivo fue increíblemente complicado y requirió de una exactitud asombrosa; tuvieron que combinarse varios factores: una atmósfera adecuada -con gas metano, hidrógeno y poco oxígeno- y que además se presentara en un ambiente en el que existieran carbono y nitrógeno en cantidades adecuadas para combinarse.

Pero si eso no fuera complicado, hubo de darse con una temperatura elevada y que se mantuviera por un período prolongado. Y todo ello no sería suficiente para crear la vida.

Además, debieron presentarse fuertes descargas eléctricas para unir a todos los elementos en lo que sería la primera célula primordial.

De los quarks -subatómicos- se derivaron los primeros átomos que formaron moléculas y al unirse, dieron lugar a los llamados polímeros.

Así -aún sin dilucidar plenamente- aparecieron las primeras proteínas, entre ellas el DNA -ácido desoxirribonucleico- y RNA -ácido ribonucleico. Maravillosa especialización.

Le pido no desespere, porque todavía hay más:

Esas primeras proteínas formaron células primitivas hace 3,500 millones de año. Además, esas "unidades estructurales y funcionales", con vida propia, debieron desarrollar estructuras especializadas:

Una pared -membrana- que limitara y protegiera su contenido, los llamados organitos celulares que, en conjunto, formaron incomparables "máquinas vivas".

Los ribosomas, encargados de interpretar las necesidades del contenido celular; mitocondrias, que generan la energía necesaria para el funcionamiento celular; unas redecillas llamadas retículo endoplasmático -liso y rugoso-, que regulan el aprovechamiento de lípidos -grasas- y proteínas; los complejos de golgi, que almacenan alimento que liberan al momento de ser necesario y solicitado; vesículas endoplasmáticas, responsables de transportar materiales; lisosomas, que engloban desechos de la digestión; y otros más, todos flotando en un líquido protector llamado endoplasma.

Falta mencionar al elemento principal; al director de toda esa maravillosa máquina con vida propia: el núcleo y sus nucléolos, que contienen a los genes que se agrupan en cromosomas, todos organizados en una función impresionante.

Esas primeras células, continuaron con el desarrollo y especialización, evolucionando para dar origen a los primeros vegetales acuáticos; luego siguieron los animales del mar de seres unicelulares hasta multiorgánicos.

Ellos, siguieron recorriendo el "rumbo de la creación", hasta estar listos para dar "el gran salto a la tierra": aparecieron los anfibios, después los reptiles -con piel colorida y mucho más hermosos de cómo nos los describen maliciosa y novelescamente- y luego las aves, quienes de la tierra saltaron a los aires para enseñorearse en el cielo.

El destino de ese maravilloso proceso era el antecedente necesario para la aparición de los primeros mamíferos -musarañas- casi ciegos por ser nocturnos, cuidándose de los depredadores. Ellos, con la desaparición de los grandes reptiles -otra incógnita medio aclarada y en estudio- pudieron salir a la luz y desarrollar la visión.

Los mamíferos siguieron diversificándose -describimos órdenes, especies y subespecies-, hasta que tiempo después -miles de millones de años- apareció el ser humano, autonombrándose con soberbia "¡rey de la naturaleza!".

La historia de la evolución humana -desde la prehistoria al presente- es otro proceso maravilloso, tema para otro diálogo.

Algunos escritores de ciencia ficción han aprovechado lo poco que sabemos para sus historias -muchas veces antecedentes de la realidad- e imaginan el fin de la creación -que requirió 4,543 millones de años, según la NASA-, con la destrucción masiva provocada por nosotros, seres "racionales".

Dejamos las cavernas para organizarnos en sociedades complejas; avanzamos en el conocimiento, desde el uso de nuestro cerebro, la palabra y el pensamiento compartido para desarrollar ciencia y técnica, pero no hemos sido competentes al utilizar esas capacidades para el bien común y el cuidado de nuestra casa compartida: el Planeta Tierra.

¡Qué triste paradoja!, el éxito humano para afianzar la vida, basándose en su ciencia/tecnología, ahora puede ser el instrumento para el exterminio en manos de locos con poder.

Cuentan que le preguntaron a Einstein sobre otra guerra atómica y que vendría después; contestó: "no lo sé, lo que sí sé es que la próxima sería a pedradas".

Le propongo hagamos lo necesario para cuidar a nuestro planeta y que provoquemos a los demás, con pequeñas acciones personales del diario convivir; al menos no contaminemos irresponsablemente. ¿Reaccionamos?

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