Aprincipios de este año denunciamos como una pintura rupestre fue extraída impunemente de la Cueva Pinta en Cuatro Ciénegas. Ahora, los ladrones extrajeron ofrendas y bultos mortuorios del corazón del Área Natural Protegida de Ocampo (Coahuila).
Destacando nada menos que como el tercer municipio más grande del país, Ocampo es un lugar que cuenta con una historia rica en presencia ancestral e indígena, pero también con la complejidad de la pérdida cultural identitaria, pese a la confluencia con el Estado de Chihuahua y Durango, debido en parte a la cercanía con la frontera y el desdén de las autoridades.
Fue en su momento un territorio de paso y asentamiento para diversos grupos nómadas, algunos de los cuales utilizaban sitios con agua como centros ceremoniales o incluso también parea asentamiento de varias naciones o etnias nativas de tribus N'dé como apaches, lipanos, tobosos, coahuiltecos y kikapús, siendo estos últimos los que terminaron por formalizar su permanencia en nuestro Estado en el siglo XIX.
En el presente caso, fue gracias a una denuncia ciudadana que un equipo de especialistas del INAH llevó a cabo el rescate de lo que quedaba de un conjunto mortuorio prehispánico, hallazgo que no obstante podrá aportar datos clave sobre las culturas nómadas del desierto que habitaron la región.
Como experto reconocido en la materia, el arqueólogo Yuri de la Rosa Gutiérrez, con el respaldo de los miembros de la Asociación Coahuilense de Espeleología, localizó la entrada a la cámara mortuoria que en este caso era un orificio semioculto entre la gran extensión montañosa.
El acceso a este enclave requirió descender por un tiro vertical de 50 centímetros de ancho que conducía a un primer nivel a cuatro metros de profundidad. Tras cruzar por una grieta, el equipo accedió a una sala hasta que tras otro descenso vertical de ocho metros llegó a una cámara semicircular donde se hallaron los primeros restos entre algunos fragmentos de textiles típicos de las antiguas culturas del desierto entremezclados con cráneos y restos de algunos huesos.
De la Rosa explicó que este sitio comparte rasgos comunes con los de la legendaria Cueva de la Candelaria en Puerto Ventanillas-ubicada al norte de San Pedro de las Colonias-célebre por su relevancia en el estudio de las sociedades prehispánicas del desierto cuando fue parcialmente rescatada en los años 50 del siglo pasado. Añadió que las osamentas muy probablemente fueron envueltas en textiles policromados, formando bultos mortuorios acompañados de varios objetos y depositados sobre cestos y petates como solían ser la costumbre de los pueblos indígenas del septentrión mexicano, aunque el saqueo alteró por completo la evidencia original.
Pese a ello, dicho hallazgo también reveló la destreza de los antiguos habitantes del desierto en la fabricación de sogas de distintos grosores, herramientas esenciales para descender a las profundidades de las cuevas durante sus rituales funerarios.
En un análisis preliminar realizado in situ, la antropóloga Eva Zamarrón recuperó 12 cráneos completos de los que 5 pertenecen a infantes; uno de ellos aún conservaba dientes temporales y 2 presentaban dientes permanentes. Además, se recolectaron cientos de huesos que corresponderían al menos a 17 individuos de ambos sexos y diversas edades, desde niños hasta adultos mayores y jóvenes según el reporte.
Entre los objetos recuperados destacan cerca de 20 fragmentos de textiles identificados como cuatro tipos de petates prehispánicos que fueron rescatados tanto de la superficie de la cámara como entre algunas grietas al interior de la misma.
Los materiales extraídos fueron trasladados de manera preliminar al Museo Regional de La Laguna en Torreón, Coahuila; donde gracias al espacio necesario serán sometidos a una serie de procesos de limpieza, conservación y análisis como parte del protocolo de rescate, en tanto la cueva como enclave mortuorio será registrada por el INAH al Catálogo Nacional de Sitios Arqueológicos de Coahuila, a espera que las autoridades delegadas ahora sí dispongan establecer convenios de apoyo con autoridades municipales y particulares dueños de predios, cosa que no han hecho ni intentado siquiera en dos décadas aquí, mientras el patrimonio histórico y cultural de nuestra entidad va desapareciendo debido al abandono por parte de estas instituciones responsables, año con año.