La noche en que Trump ganó la presidencia de Estados Unidos, la primera vez, el 8 de noviembre de 2016, la tribu Sioux se preparaba para alcanzar un triunfo histórico en defensa de su territorio, en las planicies de Dakota del Norte.
Mientras la victoria de Donald John Trump MacLeod desataba protestas en todo Estados Unidos durante la madrugada del 9 de noviembre, en territorio Sioux -donde la resistencia a una enorme tubería, la gran serpiente negra según la cosmovisión lakota, comenzó en abril de 2016-, la empresa constructora del oleoducto Dakota Access afirmaba que comenzaría a perforar debajo del lago Oahe, que se extiende a lo largo del río Missouri, a pesar de que el Cuerpo de Ingenieros del Ejército no le había otorgado autorización para hacerlo.
Al amanecer, en el momento en que mil 500 personas se congregaban en el campus de la Universidad de Los Ángeles, en California, para protestar y quemar una piñata con la imagen del presidente electo, en Dakota del Norte el anuncio de la constructora del oleoducto sorprendía e indignaba a representantes Sioux y de más de 200 tribus y aliados no pertenecientes a naciones originarias.
Eran opositores al proyecto valuado en 3 mil 800 millones de dólares que confiaban en la promesa de que la obra sería pospuesta por al menos treinta días en espera de la decisión del gobierno de Barak Obama.
No obstante, Energy Transfer Partners negaba haber aceptado construir lentamente como dijo el Cuerpo de Ingenieros del Ejército luego que Obama declarara la posibilidad de trazar una nueva ruta para el oleoducto.
Después de que frente a la Casa Blanca los opositores de Trump le gritaban a sus simpatizantes, que respondían con cánticos de ¡Construye ese muro!, estudiantes y profesores de la Berkeley High School declararon huelga política en repudio al resultado de las elecciones.
Mientras tanto, en la Torre Trump el magnate ganador reclutaba a lobbistas de grandes corporaciones para elegir a los miembros de su futuro gabinete, donde mencionaba que su equipo de transición incluiría a Michael Catanzaro, un lobbista de las industrias Koch, y a William Palatucci, cuya firma de lobby representaba a Aetna y a Verizon.
Eran las primeras horas. Subían las acciones de la industria militar y de las mineras, luego de la victoria de Trump.
Las protestas estudiantiles se multiplicaban. Esa noche, un tiroteo cerca de una acción anti-Trump dejó heridos en Seattle. Las manifestaciones culminaban con desalojo de multitudes mediante gas lacrimógeno y helicópteros.
El jueves 10 en territorio indio lakota cundió la noticia de que el Estudio de Impacto Ambiental -abreviado EIA- del oleoducto Dakota Access realizado por el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos presentaba "deficiencias graves", según concluía el especialista en seguridad de oleoductos Richard Kuprewitz, contratado por la tribu Sioux de la Reserva de Standing Rock, quien decía además que el EIA subestimaba la posibilidad de un derrame petrolífero que afectaría al río Missouri.
Era un paso más. En Monterey, California, los ambientalistas celebraban otra victoria: la prohibición del fracking. Era el quinto condado que lo vedaba pero el primero que lo hacía con una petrolera significativa.
Los paros anti-Trump brotaban de costa a costa, con epicentro en el Berkeley High School, donde estudiantes declaraban huelga política en horas de la madrugada.
Trump declaraba en seguida su plan de aprobar en sus primeros 100 días de gobierno la construcción del oleoducto Keystone XL en territorio de Estados Unidos, que mucho esfuerzo costó a los ambientalistas frenar durante el gobierno de Obama.
Horas después de que el multimillonario ganó la presidencia, la corporación TransCanada dijo estar muy comprometida con el proyecto -que igual invadía tierras de pueblos originarios en Canadá-, y el mandatario electo prometió trabajar con la compañía para otorgar el permiso fronterizo, mas la transnacional necesitaría aún la autorización de Nebraska, donde la fuerte resistencia hacía prever una lucha difícil.
Las tensiones crecían desde que Trump anunció su política energética en Dakota del Norte durante su campaña, resumida en más carbón e hidrocarburos y retirar a su país del Acuerdo de París de la COP21 sobre cambio climático.
Ahí prometió levantar las restricciones a las explotaciones energéticas, poner a disposición de las empresas petroleras las tierras federales y reabrir las minas de carbón en todo Estados Unidos.
Al mismo tiempo, desmantelar la Agencia de Protección del Medio Ambiente, EPA, cancelar el Programa de Cambio Climático y de Energías Limpias y transferir sus fondos calculados en 100 mil millones de dólares a un plan de construcción de nueva infraestructura urbana de ciudades interiores -sistemas de agua y carreteras, entre otros-, incluyendo pagos de la Deuda Climática que se hacen a las Naciones Unidas.
Desaparecería el gasto federal en investigación y desarrollo de energías limpias y afectaría el impulso de la energía solar y del coche eléctrico, con estrechez de asesores y equipo de gobierno.
El 14 de noviembre de 2016 amaneció cercado por la policía el campamento Sioux de Standing Rock.
Cientos de indígenas de tribus distintas habían llegado dos meses atrás a proteger al que consideran territorio sagrado; ésto porque nativos Sioux fueron atacados el 3 de septiembre por agentes de la constructora del oleoducto Dakota Access Pipeline con perros y gas pimienta, acción que derivó a que veinte canoas zarparan de Bismark y navegaran por el Missouri en una remada de tres días hacia la Reserva Sioux de Standing Rock, a respaldar a sus hermanos de Dakota del Norte.
Para mediados de noviembre, los campamentos indígenas crecían robustecidos con innumerables descendientes de naciones originarias y defensores del agua procedentes de múltiples regiones de Estados Unidos y Canadá.
Pero faltaba lo que faltaba. En 2025, la lucha sigue.