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Nuevas fuerzas

Luis Rubio

rump no tiene idea de las fuerzas que ha desatado", afirma Edward Luce al describir la serie de movimientos erráticos que han caracterizado al presidente norteamericano en sus primeros meses de gobierno, generando reacciones brutales, tanto en lo político como en los mercados financieros. Me parece que hay dos maneras de leer esta aseveración: una es que Trump se imaginó que con meramente amenazar podía doblegar al mundo para obtener lo que él estaba buscando. La otra es que desató fuerzas que ya no podrán ser contenidas. Lo primero es obvio: prácticamente no hay país en el mundo que no haya respondido, con mayor o menor celeridad y con su propia lógica detrás; todos quieren restablecer una relación comercial viable. Seguramente seguirán las negociaciones que, confiadamente, concluirán en algún esquema sostenible y funcional para las partes. Sin embargo, si también es lo segundo -que desató fuerzas incontenibles-, el mundo será muy distinto en el futuro.

Lo primero que habría que evaluar es el costo de lo que ha causado o desatado para elucubrar sobre las potenciales consecuencias. Una manera de medir el costo es en la forma de las pérdidas y ganancias que han experimentado los mercados financieros alrededor del planeta. Sin embargo, una manera más útil (y, sin duda, trascendente) de medir los costos es en términos del prestigio norteamericano en el resto del mundo y lo que eso pudiera significar para el futuro.

El actuar indiscriminado de Trump, golpeando a amigos y enemigos por igual, ha impactado a la opinión pública de manera muy negativa sobre todo en Europa y Canadá. Encuestas previas al reciente embate muestran que, fuera de las naciones gobernadas por autócratas, las percepciones positivas sobre los norteamericanos eran sensiblemente mayores que sobre China en todos los continentes excepto África, donde estaban empatadas. Es altamente probable que esto cambie en futuros levantamientos, pero el punto es crucial: la agresividad en la forma de actuar del gobierno de Trump ha destruido décadas de construcción de relaciones, lazos culturales y alianzas tanto amistosas y emotivas como políticas y militares. Al actuar por igual en materia comercial (los aranceles) que en cuestión de alianzas (como la OTAN), Trump ha alterado toda la estructura de poder que emergió a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial, lo que se ha dado por llamar, pomposamente, el "orden mundial".

Independientemente de lo que Trump visualice como el esquema ideal que quisiera articular, algunos estudiosos sugieren que lo que está ocurriendo responde a tensiones incontenibles que estaban debajo de la superficie y que él es un mero mensajero del proceso. Es decir, que hubiera ocurrido con cualquier persona que llegara a la presidencia estadounidense, aunque claramente las formas, la "ingeniería" del proceso, habrían sido distintas. El tema está en la palestra desde hace tiempo, como ejemplifican dos libros recientes: El nuevo desorden mundial, de Peter Neumann, y El mundo al borde del precipicio, de Dmitri Alperovitch. Fareed Zakaria escribió un libro en 2008 intitulado El mundo después de Estados Unidos, en el que advertía cambios fundamentales en los cimientos del viejo orden mundial que no cuadraban con la realidad política del momento, incluyendo el ascenso de China, el déficit fiscal y las nuevas maneras de producir que se observaban en el mundo. El punto es que las tensiones estaban ahí; lo que ha sido extraordinario es la forma tan violenta y desordenada en que Trump ha respondido a ellas.

Trump ha actuado en tantos frentes de manera simultánea que es difícil encontrar la coherencia entre su afán por facilitar el crecimiento de la producción manufacturera y las exportaciones de su país con su afán por establecer un nuevo orden en el Medio Oriente, terminar la guerra de Ucrania y, para no quedarnos atrás, erradicar las fuentes de fentanilo (y desorden) dentro de México, todo al mismo tiempo. No sobra apreciar las dimensiones y profundidad de la ambición que este activismo delata.

Más allá de su actuar específico en cada uno de estos frentes, queda uno atónito al observar su propensión a dinamitar toda la estructura (y estrategia) de valores, reglas, normas y alianzas que produjeron el periodo más largo de paz y prosperidad en la historia del mundo, cuyo principal beneficiario, aunque Trump no lo pueda ver, es su propio país. A Trump le es imposible apreciar que, aunque otros hayan ganado en el camino (incluso sin aportar nada), el resultado ha sido favorable sobre todo para Estados Unidos. Joseph Nye escribió hace poco que Trump "está tan obsesionado con los beneficiarios gratuitos (free riders) que se olvida que el interés de Estados Unidos ha sido el de conducir el camión".

La gran pregunta es hacia dónde conduce todo esto. Es demasiado pronto para llegar a conclusiones relevantes, pero de lo que no hay duda es que el futuro va a incluir nuevas zonas de influencia, nuevos sistemas de pagos y nuevas reglas del juego. Como escribió Tucídides hace 2,500 años, "los poderosos hacen lo que pueden en tanto que los más débiles sufren lo que deben". La única forma de sufrir menos es lograr una mayor fortaleza interna. No hay de otra.

@lrubiof

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