Trump subvierte el orden económico global. Trump hackea el sistema de comercio internacional. Trump rompe la arquitectura del intercambio mundial. Trump sepulta la era de la hiperglobalización. Interpretaciones así se multiplican en estos días. ¿Son correctas? En parte, sí. ¿Son oportunas? En parte, no. Creo que -y así lo he venido diciendo desde el primer mandato del magnate neoyorquino- la transformación de la relación entre EUA y el mundo comenzó antes.
Con los aranceles de agosto de 2025, el presidente Donald Trump entra en una nueva etapa del giro que comenzó en 2017. Lo diferente es que en aquellos años se creyó que Trump era un paréntesis. Hoy sabemos que forma parte de la nueva realidad estadounidense y que, en su segundo mandato, profundiza lo que comenzó hace ocho años. Entonces, como ahora, las noticias y los análisis se centraron en el cambio que el republicano impulsa en el orden comercial mundial. Pero hay otra transformación que le antecede y que comenzó en Pekín.
La hiperglobalización se fraguó en la década de los 80 tras el acuerdo Thatcher-Reagan, se consolidó en los 90 luego de la caída del bloque comunista y alcanzó su cúspide en el primer lustro del presente siglo después de la integración de China en la Organización Mundial del Comercio (OMC). Dicha época se caracterizó, entre otras cosas, por la libertad de movimiento de los capitales hacia economías de mayor rentabilidad por bajos costes productivos, por los avances hacia la integración de un mercado global donde el librecambio fuera la norma y por la exportación de bienes de consumo de bajo precio por parte de países emergentes, principalmente China.
La primera señal de alerta ocurrió en 2001, meses antes de los atentados del 11 de septiembre. En marzo de ese año el PIB de EUA llegó al límite de su expansión en un ciclo de 10 años, para luego entrar en recesión. Las guerras de Afganistán e Irak sirvieron para reactivar la economía momentáneamente, hasta que llegó la señal más contundente del agotamiento del modelo hiperglobal: la crisis de 2008. Entre esos años China inició una silenciosa transformación de su economía y su relación con el mundo.
Desde las reformas de Deng Xiaoping en 1978 hasta 2006, China centró su economía en el comercio exterior. En 1980 el 20 % de su PIB dependía del comercio exterior; en 2006 alcanzó el pico del 64 %. A partir de entonces inició un descenso que ha llegado en 2024 al 33 %. Es decir, China hoy depende considerablemente menos del comercio exterior que hace 20 años. Su economía está volcada ahora hacia el mercado interno, mientras las exportaciones e importaciones aparecen como complementos. Saber cómo y por qué ha ocurrido el cambio es de vital importancia para entender la nueva política comercial estadounidense que, desde esta óptica, aparece como una reacción a la estrategia de Pekín.
A partir de 2003, el sector inmobiliario se convirtió en un motor del crecimiento del PIB. La expansión del crédito y la urbanización masiva consolidaron a la construcción como un eje del modelo económico chino. El Plan Quinquenal 2006-2010 tuvo como uno de sus objetivos las mejoras salariales y la expansión de la clase media para estimular el mercado interno. El proceso se profundizó con la urbanización y la migración del campo a la ciudad. Luego de la crisis mundial de 2008, China inició su tránsito hacia un modelo de crecimiento más orientado al consumo interno y a los servicios, con estímulos y subsidios.
En 2015, Xi Jinping, ya como presidente, lanzó el programa Made in China 2025 con el objetivo de sustituir importaciones en sectores tecnológicos clave y reducir la dependencia de insumos externos e ingeniería extranjera. China aumentó significativamente la inversión en I+D+i (investigación, desarrollo e innovación), y fomentó la automatización y sofisticación de su base industrial. Paralelamente se dio un proceso de deslocalización de industrias de bajos salarios hacia el Sudeste Asiático, principalmente. En 2020, en plena pandemia, Pekín lanzó la estrategia de Circulación Dual con el fin de equilibrar el crecimiento económico con base en el mercado interno (circulación interna) y mantener el comercio exterior como apoyo (circulación externa).
Sí pudiéramos resumir en una fórmula las estrategias mencionadas, quedaría algo así como: sector inmobiliario + mejores salarios + estímulos al mercado interno + sustitución de importaciones + innovación + modernización industrial = economía centrada en el mercado interno complementada con el comercio exterior. Al objetivo de China ha contribuido la creación de la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por sus siglas en inglés), la zona de libre comercio más potente del mundo, que entró en vigor en 2022. La RCEP le ha ayudado al gigante de Asia a dejar de depender de sus exportaciones e importaciones hacia y desde Occidente.
Al respecto, en los últimos años se ha configurado una doble tendencia: por un lado, la dependencia china de los insumos industriales procedentes de EUA es considerablemente menor a la dependencia estadounidense de los insumos industriales procedentes de China; por el otro, la dependencia china de las compras estadounidenses ha ido disminuyendo, mientras la dependencia estadounidense de las compras chinas se ha estabilizado.
En suma. Pekín está más preparado de lo que creemos para aguantar el pulso comercial de Washington. Y su preparación no es de meses, es de décadas. Esto no quiere decir que no sufrirá trastornos por las "trumponomics", pero tiene con qué hacerles frente. Principalmente porque el gobierno chino se adelantó por lo menos una década a Trump. Lo he dicho y lo repito: la visión estadounidense es táctica, la de China es estratégica.
Ahora bien, ¿podemos aprender en México algo de la visión estratégica china? Creo que sí, siempre y cuando nos queden claras las diferencias geográficas, sociales, políticas y culturales entre China y México. Podríamos, por ejemplo, hacer del sector inmobiliario un motor de crecimiento. Expandir la clase media con una mejora sustancial de los salarios. Estimular el mercado interno para disminuir la alta dependencia que tiene nuestro PIB del comercio exterior (más del 75 %). Sustituir importaciones para depender menos de la tecnología importada. E invertir en innovación para dar más valor agregado a nuestros productos. Algo se está haciendo, pero creo que vamos tarde. La transformación global que inició China hace 20 años y que ha acelerado EUA desde hace 10, no dará tregua.