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Museo Benito Juárez de Mapimí, del Benemérito a los corridos de los Cadetes de Linares

La historia en el Museo Benito Juárez de Mapimí cobra vida en voz de su guía Pablo

FOTOS: Ramón Sotomayor

FOTOS: Ramón Sotomayor

SAUL RODRÍGUEZ

Benito Juárez pernoctó en este lugar el 7 de septiembre de 1864, durante la Segunda Intervención Francesa en México. Se dirigía a Chihuahua por el Camino Real de Tierra Adentro. La ajetreada travesía por el seco paisaje le exigió un descanso. Joaquín Genaro González Aranda, tercer jefe político del Partido de Mapimí, prestó su casona al Benemérito de las Américas. Hoy el edificio de dos plantas se ha convertido en museo y el guía Pablo Maldonado narra su historia a quien desee atravesar el portal, pasear por el gran patio central, subir los viejos escalones de madera y recorrer sus salas.

“Mapimí es un orgullo para mí, el pueblo donde nací, por la gran historia que tiene. Imagínese, desde los primitivos que había aquí, los cocoyomes. Luego vienen los españoles y empiezan a eliminar a esos grupos de nativos”.

El guía conversa en el pasillo, donde el viento de la calle refresca los más de 35 grados de un día veraniego. Confirma que en la tierra capaz de inspirar los corridos de Los Cadetes de Linares, la historia es un hilar de relatos. Entre las anécdotas de sus habitantes e historiadores, hay ecos de distintas épocas: el Virreinato, la Independencia, la Reforma y la Revolución, forman el rostro narrativo del pueblo.

Fundado en 1598 como Villa de Santiago de Mapimí, este lugar colonial, enclavado en medio del desierto duranguense, tiene un pasado ligado a la explotación minera y un presente turístico, pues en 2012 fue reconocido como Pueblo Mágico. Además de la casona que alojó a Juárez, icónicos son el Puente de Ojuela (ubicado en un viejo pueblo minero fantasma a 10 kilómetros de la cabecera municipal), el cerro de la India (ese relieve que asemeja el rostro de una anciana con su penacho), el Recinto Hidalgo (lugar donde Miguel Hidalgo permaneció prisionero en abril de 1811), el templo de Santiago Apóstol (con su fachada barroca del siglo XVIII) y el panteón (un camposanto con tumbas de belleza muy antigua).

A sus, 50 años de edad, Pablo Maldonado conoce la historia de cada uno de estos sitios; ha estudiado con esmero, quemado las pestañas en lecturas y afinado el oído para escuchar a historiadores. Tiene cinco años trabajando en el Museo Benito Juárez y antes, durante toda una década, laboró también como guía en el Puente de Ojuela.

“Me llamó la atención, me gustó la historia. Nosotros aprendemos de las personas que nos visitan: maestros, historiadores, abogados, vamos aprendiendo. Aparte está la lectura. Yo compro libros que me interesan, veo reportajes que pasan en la televisión y talleres que nos da Turismo del Estado”.

POR LA GRAN CASONA

Pablo Maldonado comienza el recorrido. Primero se detiene en el patio central, donde el calor no da tregua. Allí habla del propietario de la casona, don Joaquín Genaro González Aranda. Recuerda su vida. Lo describe como una persona ilustrada y de ideas liberales. En ese tenor, el primer suceso histórico que emerge de sus labios es la visita de Juárez los días 7 y 8 de septiembre de 1864.

“Él le dio hospedaje al licenciado Benito Juárez. Esos dos días todo esto estuvo ocupado por el Ejército y políticos liberales que venían de México. Iban de paso, rumbo a Estados Unidos, porque todo Palacio Nacional estaba ocupado por franceses. Era la Segunda Intervención Francesa”.

La primera sala del museo está habitada por fotografías del pueblo de Ojuela y Mapimí. Fueron los yacimientos de plata y oro los que propiciaron el desarrollo en este lado de La Laguna. Pablo describe la colonización del desierto, luego brinca hasta 1777, cuando la Corona Española comenzó a exigir más impuestos a dueños de minas y haciendas del Nuevo Mundo. En noviembre de ese año, el poblado de Mapimí fue elevado a Villa y se formó el primer ayuntamiento.

“Y de 1890 a 1931 es cuando llega Peñoles, que venía de San Pedro del Gallo. Encuentran minerales como plata y plomo, hasta formar un poblado (Ojuela), como vemos en esta fotografía. Y el puente es construido en 1898, con el fin de acarrear mineral de un cerro a otro”.

Los rostros en las fotografías son también los cimientos de Mapimí. En una de ellas se puede apreciar los ingenieros Wilhelm Hildenbrand y Santiago Minhguin, encargados del diseño y la construcción del Puente de Ojuela; imágenes en blanco y negro que forman ventanas del ayer.

SALA CON SONORIDAD

Luego de pasar por una sala con réplicas de armas usadas por tribus como los tobosos y cocoyomes, y otra donde se habla de la imagen religiosa del Señor de Mapimí, finalmente, el Museo Benito Juárez cuenta con una sala dedicada a la música.

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Se muestran instrumentos viejos, como una arpa sin cuerdas. Hay también fotografías de los niños de la Orquesta Infantil Real de Mapeme, que actualmente dirige el maestro Hilario Aguirre. Pero lo que llama la atención es una vitrina con discos de vinilo de Los Cadetes de Linares, la agrupación neoleonesa que hizo famoso el corrido “Los dos amigos”, una pieza musical que narra el asalto a un tren por parte de un par de bandoleros.

“Uno está enterrado en Santo Domingo y otro en Bermejillo”. Indica el guía. Los asaltantes eran Martín Reyes y José Alvarado, dedicados principalmente al robo de ganado durante la época revolucionaria. Cabe señalar que los protagonistas de otro de los corridos de Los Cadetes, titulado “Los cuatro de a caballo”, sí se encuentran sepultados en el panteón de Mapimí.

Pablo Maldonado comparte que don Lupe Tijerina, fundador de Los Cadetes de Linares, deseaba ser recordado por la gente del pueblo. Así que su hija, Yahaira Tijerina, donó instrumentos musicales como un acordeón, un bajo sexto y también los discos de vinilo.

Recientemente, el maestro Hilario Aguirre adaptó el corrido de ‘Los dos amigos’ a una versión sinfónica que la Orquesta Infantil Real de Mapeme pudo interpretar el pasado 24 de julio en el Castillo de Chapultepec. En el mismo sitio donde se aloja un carruaje de Juárez, la historia es un constante hilar de circunstancias.

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