Este amigo con el que tomo la copa -varias- los martes por la noche tiene rarezas que me sorprenden, y aun a veces me escandalizan.
Ayer, por ejemplo, me comentó que en un estante de su biblioteca puso juntos los libros de Julio Verne, el famoso novelista, y los de Santo Tomás de Aquino, el más grande teólogo de la cristiandad. Dijo mi amigo:
-Coloqué a los dos autores uno al lado del otro porque ambos tenían una imaginación extraordinaria.
Añadió:
-Sus obras se encuentran en el anaquel correspondiente a literatura de ficción.
Pensé que en las palabras de mi amigo hay mucha irreverencia -para Santo Tomás, no para Julio Verne-, pero me guardé mi opinión. Los años y los tropiezos me han enseñado que las opiniones calladas provocan menos problemas que las opiniones dichas.