Llegó sin avisar y me dijo de buenas a primeras: -Soy la aguja en el pajar.
Después de saludarla le pregunté a qué debía su visita. Me explicó: -Se acostumbra decir siempre: “Es más difícil que encontrar una aguja en un pajar”. Pero quienes eso dicen nunca han estado en un pajar, y menos todavía han buscado una aguja en él. ¿Cómo van a encontrarla, si no la buscan? ¿Cómo es que hablan de un pajar, si jamás han visto uno? Sus palabras me dejaron sin ninguna. No supe qué decir. La aguja me miró con su único ojo y advirtió mi desconcierto. Me dijo: -No me entiende, ¿verdad? Respondí: -No.
-Claro -concluyó-. Hacer que los hombres entiendan es más difícil que encontrar una aguja en un pajar.
¡Hasta mañana!...