Anteo era un gigante. La mitología griega lo hizo ser hijo de la Tierra. Fundó una colonia en el norte de África a la que llamó Tingis, el nombre de su esposa. Es la actual ciudad de Tánger.
Pese a ese rasgo de conyugal amor, Anteo era odioso. A todos los forasteros que llegaban a su reino los obligaba a combatir contra él. Los vencía fácilmente, los hacía degollar y con sus cráneos formó un túmulo en honor de su padre, el dios Neptuno.
Hércules desafió al gigante. Notó que obtenía su fuerza al tocar con los pies la Tierra, su madre. Lo levantó en vilo con el brazo derecho, y con la mano izquierda lo estranguló.
Una lección sacaban de ese mito los antiguos griegos: aquel que pierde el contacto con la tierra se debilita. Es cierto. Quien niega a la naturaleza, o la lesiona, niega a su madre y le hace daño.