Juan. Ahora es solamente don Juan.
En retiro ya su donjuanía no hace más que recordar. Y es afortunado: hay muchos hombres que ni recuerdos tienen. Triste cosa es llegar al final de la vida sin haber vivido. Cosa triste es haber muerto antes de morir.
Esta tarde, mientras el sol apaga sus fuegos en las aguas del Guadalquivir, el caballero sevillano evoca a doña Laura, de marfilina tez y cabellera bruna.
Después del amor la hermosa mujer corría al templo a confesarse, y luego de recibir la absolución corría otra vez al lecho del amor.
-No te entiendo -le decía Don Juan.
Contestaba ella: -No soy para que me entiendas. Soy para que me ames.
Ahora el hidalgo sonríe levemente. Ha entendido.
¡Hasta mañana!...