En una película de los años treinta vi un gran anuncio sobre un edificio neoyorquino: "Los cigarros Camel no afectan tus nervios".
En aquel tiempo se pensaba que el mayor daño que el tabaco podía provocar era poner nervioso a quien lo consumía. En los filmes de la época actores y actrices fumaban como chacuacos, según decimos por acá. El chacuaco era la chimenea de la que salía el humo de hornos o calderas.
Fumar era señal de hombría en los varones, y de glamour en las mujeres. En mi solar nativo, sin embargo, sólo a las señoras de mucha edad se les permitía fumar, ya fueran cigarros de hoja, Faros o Carmencitas. Los reos a quienes iban a fusilar pedían como última gracia fumar un cigarrito. De ahí viene la expresión "chupó Faros", eufemismo usado para no decir que alguien se murió.
Ahora se conocen los graves males a la salud que causa el vicio de fumar. Afortunadamente ese nocivo hábito está en vías de extinción. A los fumadores se les ve como personas raras; se considera supina necedad el hecho de exponerse a morir por aspirar el humo del tabaco.
Al llegar a la adolescencia se decía: "Fuma. ¿O qué no eres hombre?
Ahora se dice: "Deja de fumar. ¿O qué no eres hombre?".