San Virila salió de su convento y fue a la aldea a pedir el pan para sus pobres.
En el camino vio a un niño que lloraba desconsoladamente. Le preguntó, solícito:
-¿Por qué lloras, pequeño?
Respondió la criatura:
-Mi papá me dio 15 monedas para comprar una ternera, y las perdí.
-No llores más -le dijo el frailecito-. Hizo una breve oración, y en las manos del niño aparecieron 15 relucientes monedas.
El chamaquito le dio las gracias a Virila. Le preguntó el santo:
- ¿Cómo perdiste las monedas?
Contestó el pequeño:
-Jugando a los dados.
San Virila exhaló un hondo suspiro. Pensó que en adelante se informaría bien antes de hacer cualquier milagro.
¡Hasta mañana!...