Llueve, llueve, llueve en el rancho del Potrero. Se diría que todas las compuertas del cielo se han abierto después de varios meses de sequía. Con esta agua habrá pan para el hombre y hierba para los animales.
En la cocina de la casa la sobremesa se alarga después de la sabrosa cena. Doña Rosa cuenta uno de los decires de su esposo:
-El licenciado (el licenciado soy yo) vio el jardín lleno de flores y le dijo a Abundio (Abundio es su marido): "¡Qué maravillas hace Dios!". Respondió Abundio: "Hubiera visto, patrón, cómo estaba esto antes de que viniera yo a ayudarle a Dios".
Reímos todos, menos don Abundio. Él se atufa y masculla molesto:
-Vieja habladora.
Doña Rosa figura con índice y pulgar el signo de la cruz, se lo lleva a los labios y jura:
-Por ésta.
¡Hasta mañana!...