¿Recuerdas, Terry, querido perro mío, cuando me perdí en la sierra?
Habíamos subido a lo alto siguiendo la vereda de los leñadores, pero la dejé para buscar un manantial que, oí decir, brotaba cerca de la cumbre. No lo hallé, y tampoco encontré el camino de regreso.
Tú supiste que me había perdido. Echaste a andar pendiente abajo, y volviste la mirada a mí como diciéndome que te siguiera. Lo hice. Bien pronto me llevaste a la vereda que conducía al rancho.
A veces, Terry, me pierdo en las fragosidades de los días, y la amada eterna no está conmigo ya para guiarme. Siempre me llevó de la mano como a un niño. A su lado el camino fue seguro. Ahora soy hombre de extravíos. El rumbo ya no es cierto. Y tampoco yo soy cierto ya.
En el sueño que hoy sueñas, perro amigo, sueña a la amada y pídele que en mis sueños me diga cómo ir por este sueño que es la vida.
¡Hasta mañana!...