Ahora ya no veo al colibrí.
Viento con alas, fugitivo instante, su presencia es tan momentánea que parece ausencia. Todavía no se ve y ya se va. Está y ya no está.
Y sin embargo esta humilde avecilla es majestuosa. Su grandeza reside en su pequeñez; lo efímero le da su eternidad. La miro y me preguntó si verdaderamente la miré. La veo y no sé si la vi. Dura lo que la vida: nada. Y es, como la vida, todo.
El colibrí ha llegado a mi jardín atravesando el viento, y el viento no se dio cuenta.
El colibrí se ha posado en la rama de un árbol, y ahora la rama del árbol pesa menos.
¡Hasta mañana!...