Tiene muy mala fama en el Potrero. La gente del rancho dice que en sus ramas se posan por la noche las brujas que vuelan disfrazadas de lechuzas. Si en el sesteo de una tarde calurosa te duermes bajo su sombra quedarás loco de por vida.
Cantó el cantor popular: “Pobre leña de pirul, que no sirves ni pa’ arder, nomás para hacer llorar”.
Asemejó la leña de ese árbol a una mujer fría y de mala entraña.
Al pirul que nació y creció solito a la orilla del barranco yo le digo que no haga caso de lo que dicen de él. Los árboles, todos, son mejores que muchos humanos que de humanos nada tienen. Le doy gracias al pirul por dar una nota de verdor al gris del páramo, y les pido a mis hijos y mis nietos que no canten aquella canción donde el pirul pueda oírla.
¡Hasta mañana!...