Este amigo mío con el que tomo la copa -varias- los martes por la noche suele inquietarme con sus opiniones. Se lo digo y me responde:
-Si alguna opinión mía te aquietara, inmediatamente cambiaría de opinión.
Ayer, por ejemplo, me contó que su hermana, a quien preocupan las incredulidades de mi amigo, le regaló un libro para fortalecer su fe.
-Y lo que hizo fue debilitármela -declara-. Aunque no me lo creas, el autor de ese libro asegura que en el Cielo podrás volver a hacer lo que en la Tierra te gustaba hacer. Si te gustaba el golf, en la mansión eterna podrás jugar al golf. Si te gustaban las hamburguesas con queso, en la morada celestial podrás comer hamburguesas con queso.
Aventuro:
-No creo que lo que a mí me gusta hacer aquí se pueda hacer allá.
Menea la cabeza y me reprocha:
-¡Ah! ¡Tú siempre con tus dudas teológicas!