EDITORIAL Columnas Editorial Caricatura editorial

Columnas

Diálogo

Mezquites

YAMIL DARWICH

Hoy es el día del árbol y estando en plena primavera, con campañas de forestación en las ciudades de México, recibimos en regalo árboles endémicos para plantarlos en aceras y frentes de casas. En Torreón, están talándolos en nombre de la civilidad.

Vale la pena recordar a nuestros ejemplares del semi desierto, maltratados y hasta despreciados, declarados "feos y basurientos".

Esperando que esta entrega sea motivación para apreciarlos y mirándolos con otros ojos, reconociéndoles lo mucho que les debemos.

A finales del siglo XV, los primeros colonizadores llegaron a la Comarca Lagunera; soldados y sacerdotes franciscanos, tuvieron la oportunidad de deleitar su mirada con ¡verdaderos bosques de mezquite!, árboles tupidos y frondosos que, según Eduardo Guerra, en su "Historia de la Laguna", forestaban las tierras de la región.

Esos mezquites y pinabetes, de los que aún existen magníficos ejemplares, sirvieron a los primeros pobladores de la región para vencer -venir y ser- al semi desierto y hacerlo ceder el espacio necesario para establecerse, prosperar y multiplicarse, dándose la colonización. Ellos consolidaron sus asentamientos creando una de las economías más prósperas de México.

Los colonizadores, provenientes del centro y diferentes regiones y países, aprovecharon esos mezquites para asentarse y, con su trabajo arduo, heredarnos una región ahora bien establecida y reconocida que, a mi parecer, no hemos podido sostener y desarrollar, al menos al nivel que ellos visionaban el futuro.

Esos mezquites y pinabetes entregaron a los primeros habitantes del semi desierto sus sombras y maderas fibrosas, a la vez elásticas, para que hicieran cunas para sus hijos; vigas para techos de terraplén sentadas sobre paredes de adobe en sus viviendas.

Por cierto, ellos construían con barro, protegiéndose de las altas temperaturas del verano y las bajas del invierno. Hoy dependemos de las nuevas tecnologías contaminantes.

También sirvieron para elaborar herramientas: arados que rompieron la tierra virgen y agreste abriendo los primeros surcos, que resultaron fecundos para la siembra de algodón, uva y trigo, principales productos de la tierra de laguneros. Queda el testimonio de Domene, en el corrido de Torreón.

Fueron el material básico para la construcción de los carretones de transporte que llevaron las primeras cargas de algodón al centro del País. ¿Recuerda cómo aquellos atrevidos organizaban caravanas de hasta cien carretas, viajando por meses?

Con los troncos también construyeron corrales para ganados lecheros, cárnicos, de tiro y carga, resguardando los primeros rebaños de especies menores y mayores, esbozos del productivo desarrollo de la cuenca lechera de la región. Actualmente es realidad con claro-oscuros, tema de otro Diálogo.

Todavía más: sirvieron para construir las mesas y las sillas de los comedores de aquellos primeros pobladores, bancos para sentarse, cabeceras de camas y hasta trancas para asegurar las puertas de sus casas, resguardándolos de forajidos y/o indígenas belicosos.

Las usaron haciendo macizas puertas y ventanas para guarecerse, hasta protegerse, encerrándose contra las "almas en pena", según la popular tradición de nuestros mitos.

De sus ramas sacaron madera para tallar los juguetes de sus niños: trompos, animalitos, rancheros con sus pistolas, yoyos, resorteras, carritos con sus ruedas y hasta máquinas de ferrocarril con todo y sus furgones, deleite de los infantes del semi desierto. Tradiciones olvidadas por el uso de tecnología que limita imaginación y creatividad.

¿Recuerda "las temporadas" de competencias con trompos, yoyos y baleros?, convivencia pura, pérdida para las nuevas generaciones; ¿y el juego con la perinola?... "pon uno, pon dos… ¡toma todo!" Si tiene familiares menores, le invito a divertirse juntos y recatarlos en feliz convivencia. Proveyó sus maderas secas para prender fuegos, brazas de leña y carbón que permitieron a los campiranos cocinar sus alimentos, preparar café -con o sin piloncillo- y calentarse en las noches de frío y vigilia en los campos de cultivo.

¡Que no lo confundan!: la discada nació en La Laguna, con la llegada al norte de los primeros tractores y arados entregados por Lázaro Cárdenas, buscando detonar la productividad ejidal.

De sus frutos obtuvieron materia para alimentarse: harina o pinole que, mezclados con leche o agua, daban cuerpo a atoles, elaborar masas para galletas o simplemente disfrutar de los dulces jugos de sus vainas que paladeamos masticándolas, exprimiéndolas, caminando durante los paseos por los parajes locales.

¿Recuerda aquellos tiempos de "los días de campo" bajo sus sombras, con juegos y comida al aire libre? Aún viven matrimonios concertados durante esas alegrías.

Por último, útiles hacer ataúdes y cruces de nuestros muertos, sembradas en cementerios que poco a poco se van llenando con personajes que dejaron historia al consolidar a nuestra Comarca.

Bendito mezquite, que nos dio sus maderas y frutos, haciendo su parte en la conquista del desierto, silenciosos, sirviéndonos sin recibir el reconocimiento que merecen por ayudarnos a escribir nuestra historia y estar aquí.

¿No cree qué les debemos un homenaje? ¡Políticos… respondan! [email protected].

Leer más de EDITORIAL

Escrito en: Diálogo columnas Editorial

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 2397834

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx