La política arancelaria de Donald Trump es indefendible desde el punto de vista jurídico (ilegal bajo sus propias leyes, la Organización Mundial de Comercio (OMC) y los distintos tratados de libre comercio que tiene firmados), económico (dañará la economía de Estados Unidos, la hará menos competitiva y más cara) y geopolítico (maltrata a aliados históricos).
Al presidente Trump le ha molestado desde hace décadas que su economía sea más abierta que otras y utiliza la amenaza arancelaria como instrumento de extorsión, como hacía para presionar a competidores, socios y proveedores en el mundo de los negocios.
Es interesante que los principales países no se hayan puesto de acuerdo para enfrentar de manera coordinada, como bloque, las constantes y variables amenazas. Cada uno evaluó que sería mejor estrategia minimizar el daño a su economía y quedar mejor que sus competidores. Aunque una estrategia conjunta para enfrentar al hostigador fuera deseable, al final es mejor que no se hayan puesto de acuerdo, ni tomado represalias significativas. De esta manera, el costo será mayoritariamente para Estados Unidos, aunque su gobierno no lo reconozca.
Pero es más grave, y revelador, que el presidente Trump no haya enfrentado una resistencia contundente en su propio país. Ni del sector privado que trata de complacerlo, ni del Congreso que se olvida de sus prerrogativas y obligaciones, ni de los medios que no son suficientemente críticos, ni, todavía, del Poder Judicial que ha sentenciado el abuso de la International Economic Emergency Powers Act (IEEPA) por parte del presidente, pero no ha suspendido su aplicación. Resulta que el campeón de la división de poderes y del estado de derecho no ha resultado serlo, por el momento, ni han tenido los distintos grupos el coraje para reafirmar el anteriormente presumido excepcionalismo.
Los mercados se han calmado y suponen que no habrá guerra comercial, ni tampoco un costo económico significativo. Se equivocan. El aumento del arancel de nación más favorecida (NMF) promedio de 3% a uno de por lo menos 15 es muy elevado e impactará economía y hogares. El efecto en precio no se ha visto todavía en parte por el miedo de las empresas a la reacción del extorsionador. Sin embargo, la disminución en las importaciones, de 30% en el segundo trimestre, no tiene precedente fuera de periodos de profundas recesiones. El menor volumen importado es preludio de precios altos.
El endeble esquema jurídico tanto de las amenazas como de los acuerdos suscritos implicará incertidumbre hasta que se declaren ilegales las medidas o se adopten por acuerdos comerciales formales aprobados por los respectivos congresos.
A pesar de lo que se dice y de la fuerte retórica, México y Canadá han sido tratados mejor, o menos mal, que el resto y no han firmado acuerdos mediocres. Hasta ahora las exportaciones mexicanas enfrentan aranceles de 0% para los bienes que cumplan con las reglas de origen del Tratado México, Estados Unidos, Canadá (T-MEC). Para acero, aluminio y ciertos productos de cobre el arancel es de 50%, igual que para el resto del mundo a excepción de China y para automóviles el arancel es de 25% para el contenido no estadounidense, lo que se traduce en un arancel cercano a 15% para la mayoría de las exportaciones de autos desde México.
Utilizando la composición de las exportaciones de México a Estados Unidos de 2024 se puede calcular un arancel promedio de 6.4% para las exportaciones nacionales, muy por debajo del que enfrentan los principales competidores y similar al que enfrenta Canadá. Esto basado en el anuncio del presidente Trump el día de ayer. El arancel promedio al final será menor ya que la composición de las exportaciones tenderá a ser menor en las fracciones con aranceles más elevados. Los principales competidores de México pagarán tres, cuatro o más veces.
Es decir, el acceso preferencial de que gozaban las exportaciones mexicanas es ahora menor para acero, aluminio, cobre, autos y para los productos que no cumplan con la regla de origen del T-MEC. Pero el resto de los países enfrentará mayores impuestos a la importación. Esto se debe a que el costo para Estados Unidos de no tomar en cuenta el grado de integración para la producción con México y Canadá es muy alto.
México necesita niveles de inversión que detonen crecimiento, empleo y finanzas públicas sostenibles, por lo que es indispensable conseguir, en las próximas semanas, una reducción relevante para los aranceles a acero, aluminio, cobre y automóviles y a los productos que no cumplan con la regla de origen para no enfrentar discriminación con respecto a terceros.
Es prioritario, además, promover la integración vertical de la manufactura y la incorporación de cadenas productivas. El incremento en la preferencia arancelaria y el mayor arancel para los bienes no originarios se convierten en un poderoso incentivo para la integración vertical. Ésta no se puede lograr, no obstante, sin sectores precursores de excelencia. Esto requiere de altísima inversión para lograr un mercado de energía limpia, diversificada, competitiva; logística de excelencia para bajar el costo de transporte del comercio internacional y de la proveeduría doméstica; así como formación de talento para ser alternativa a China en los procesos de alta tecnología.
La política arancelaria de Trump presenta una oportunidad de industrialización que sería una pena no aprovechar.
X: @eledece