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México en la gran tormenta geopolítica

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

Tal vez no lo hemos tomado tan en serio como el asunto amerita, pero México está en medio de la mayor tormenta geopolítica en décadas. De la nueva triple entente europea al triángulo del comercio legal e ilegal norteamericano. De la emergencia de las potencias orientales hasta la guerra de Israel en Oriente Medio. En todos estos ajustes, México aparece como actor con más o menos protagonismo. Las decisiones que se tomen en el país estarán irremediablemente influenciadas por el turbulento contexto global y tendrán un impacto fuerte en el mismo. Así es la barroca encrucijada del cambio de época.

Estados Unidos, con el presidente Donald Trump al frente, está decidido a alejarse de Europa. Pero, cuidado, este alejamiento es engañoso. Washington ya no quiere hacerse cargo de la seguridad del continente europeo. Pero sí quiere -y exige- que sus empresas lleven mano en el rearme que, por cierto, ha sido empujado por Trump. Y mientras éste aleja a su país -como aliado, no como proveedor-, se ve hasta ahora incapaz de parar los pies al presidente ruso Vladimir Putin en su guerra contra Ucrania. Prometió poner fin a la guerra en 24 horas. Seis meses después, demanda a Bruselas que pague las armas que seguirá mandando a Ucrania.

La doble realidad de la nueva distancia estadounidense y la posible amenaza rusa, ha movido a las principales potencias occidentales europeas a crear una triple entente, similar a la de hace poco más de un siglo, pero con la variante de Alemania en vez de Rusia. Luego del acuerdo de Francia con Reino Unido, este último y Alemania establecieron un tratado de amistad y defensa. París y Berlín ya tienen un acuerdo que data de hace seis décadas. El E3, como se le conoce, liderará la nueva estrategia de defensa y rearme europea, con Washington en la sombra vendiendo los insumos bélicos necesarios. Como telón de fondo, la Unión Europea anunció el décimo octavo paquete de sanciones contra Rusia.

Las ramificaciones de este reacomodo llegan a México a través de dos rutas. Por un lado, la Rusia de Putin ha puesto a México entre sus prioridades en América Latina con proyectos energéticos -gas natural y tecnología nuclear de uso civil, principalmente-, de infraestructura y conectividad. El Kremlin promueve la creación de un corredor aéreo Moscú-La Habana-Yucatán en momentos en los que Trump pretende limitar las conexiones entre Estados Unidos y México. Por otro lado, con la amenaza de aranceles del 30 % como marco, la Unión Europea y nuestro país afinan los últimos detalles para la renovación del tratado comercial entre ambas partes. Complejo ejercicio de equilibrismo el de México con Washington, Bruselas y Moscú.

El pulso de Estados Unidos contra nuestro país ha subido de tono por lo que el presidente Trump denuncia como pasividad de México frente al crimen y el tráfico de fentanilo. Respecto a esta sustancia, la Casa Blanca señala como origen a China, desde donde llega a la Unión Americana vía México. El acento que pone el gobierno estadounidense en el tráfico de fentanilo contrasta con la omisión que practica respecto de otro contrabando: el de tierras raras procedentes de China, que también pasan por México. Pekín ha anunciado que ya investiga el trasiego ilegal de los elementos vitales para la industria tecnológica estadounidense, y señala a "agentes y espías extranjeros" detrás de la red de contrabando. Nuevamente, México queda en medio.

Mientras Estados Unidos mantiene su disputa comercial y tecnológica con China, la potencia asiática busca fortalecer sus lazos económicos con México. Funcionarios y diplomáticos chinos han hablado de vincular la iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda con el Plan México para promover el comercio y la inversión industrial y de infraestructuras. A la par, el gobierno de nuestro país negocia con Estados Unidos un acuerdo integral de comercio, seguridad y migración, tal y como Washington lo ha buscado desde hace tiempo, en vez de un acuerdo por cada tema.

Viajemos ahora a Oriente Medio, en donde para mí está claro que Estados Unidos ha dejado en manos de Israel su estrategia para Oriente Medio. De otra manera no se explica que el gobierno sionista de Benjamin Netanyahu ataque a diestra y siniestra a países de la región -recientemente fue el turno de Siria- mientras mantiene su objetivo de arrasar a la población de Gaza. ¿Y México qué tiene que ver con esta guerra? La relatora de la ONU para Palestina, Francesca Albanese, nominada al Premio Nobel de la Paz 2025, reveló hace poco la lista de empresas que contribuyen al expansionismo israelí en los territorios palestinos. En la lista aparece una empresa mexicana, sobre la cual la presidenta Claudia Sheinbaum ya sugirió una investigación. México mantiene relaciones con el gobierno israelí y con la autoridad palestina. La postura oficial de nuestro país es a favor de la, cada vez más complicada, solución de los dos Estados.

Como podemos observar, el mundo está bajo un creciente estrés geopolítico y geoeconómico. Asistimos a la reestructuración de viejos bloques y la apertura de nuevos frentes. Y México está en el centro de la tormenta. De todas las presiones, la más fuerte e importante, sin duda, es la que proviene de Washington. Al respecto, aventuro un apunte. El presidente Donald Trump hace malabares al mismo tiempo con dos cartas: dureza hacia afuera contra México y fragilidad hacia adentro por un escándalo sexual que prende incluso entre su base de simpatizantes: el caso Epstein. Mientras habla fuerte contra nuestro país, Trump trata de evadir su propia crisis.

Sin ser igual, este caso me recuerda a lo acontecido entre 1998 y 1999. Cuando el expresidente demócrata Bill Clinton enfrentaba un escándalo sexual por el caso Lewinski, enfocó sus baterías en la larga guerra de la antigua Yugoslavia. Desde el inicio se habló de la influencia del escándalo en las decisiones de Clinton: era necesario reafirmar su liderazgo hacia el exterior para atajar su debilidad interna. ¿Es México la Yugoslavia de Trump? Para nuestro país, la amenaza implícita es: sin cooperación efectiva -a los ojos del republicano-, el vecino del norte podría intentar justificar una "intervención indirecta". El reloj diplomático está corriendo en clave de seguridad regional y global en una relación binacional cada vez más enrarecida en un contexto turbulento.

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