El expresidente de México Ernesto Zedillo rompió una regla no escrita de los expresidentes: al término del mandato hay silencio total y no se cuestiona al ejecutivo en turno. Esto ha provocado un acalorado debate sobre las acciones de política pública y económica que han tenido lugar en nuestro país en las últimas décadas. Recordar el pasado no está nada mal: nos permite entender cómo llegamos hasta donde estamos. Fomenta la rendición de cuentas de los gobiernos y con ello la transparencia. Sin embargo, en múltiples debates pareciera que quienes opinan sólo ven las cosas en blanco y negro, sin tonos de gris y mucho menos colores: todo era glorioso en el pasado y estamos en el infierno o rumbo a él o al revés: la llegada de la 4T está ayudando a salir al país del atraso al que nos llevó el neoliberalismo. Cada uno elige su bando: son los buenos contra los malos donde, cada bando es, por supuesto, el bando bueno.
La doctrina neoliberal postula que el mercado es el mecanismo más eficiente para resolver los problemas económicos básicos de cualquier sociedad de qué, cómo, para quién y cuánto producir. El lucro y el beneficio personal son los motores de cualquier economía que quiera crecer. Bajo este enfoque, se deben liberalizar mercados, desregular, abrir la economía, eliminar aranceles, tener órganos reguladores autónomos, eliminar salarios mínimos y permitir el pago por hora efectivamente trabajada, privatizar todos los servicios públicos, incluso los considerados estratégicos como el energético, educativo e hídrico entre otros. Ese fue el rumbo que el mundo tomó desde finales de la década de los 70, en México llegamos un poco después: el sexenio de Miguel de la Madrid inició el proceso de reducción del aparato estatal y vuelco al libre mercado. Los gobiernos posteriores siguieron por el mismo rumbo, al menos hasta 2018, pero los resultados no fueron los esperados.
Con la llegada de la autodenominada 4T se cambió de rumbo. Se dijo que el neoliberalismo había hundido más al país y había creado más pobreza. Era necesario acabar con el pasado y recuperar el papel del Estado como rector de la economía. Bajo esta óptica, es verdad que con la 4T se está destruyendo lo que se hizo durante la etapa neoliberal. Sin embargo, en su momento los neoliberales hicieron lo mismo cuando, por ejemplo, privatizaron los ferrocarriles y muchas otras empresas públicas. Bajo su visión, estaban haciendo lo correcto. Los promotores del estatismo veían con horror lo que la tecnocracia hacía.
Por proceso histórico, en el México contemporáneo los neoliberales atacaron primero. Destruyeron gran parte de lo que una economía mixta tenía y en su lugar pusieron a su majestad el mercado. En el libro de texto todo funcionada bien, pero los resultados no sólo no fueron los esperados, sino que trajeron crisis económicas como la de diciembre de 1994, adicionalmente no se acabó con la inseguridad, no se redujo la pobreza, no se creó un mejor sistema de administración de justicia, en educación estamos reprobados, por mencionar algunos aspectos. La 4T estaba dispuesta a destruir al neoliberalismo y lo está haciendo.
Como los neoliberales destruyeron instituciones públicas y crearon nuevas, la 4T está haciendo lo mismo: destruyendo instituciones neoliberales para crear las propias. Los ideólogos del mercado están poniendo el grito en el cielo por estas medidas, como en su momento los partidarios de la Economía mixta hicieron lo mismo cuando se privatizaron muchas empresas públicas.
Elija su bando. Si es neoliberal o cree que el libre mercado es mejor que la intervención del Estado en la economía, entonces el camino seguido de 1982 a 2018 era el correcto y todo lo privatizado era un sacrificio necesario. Es lógico pensar que la 4T está destruyendo todo lo que crearon los neoliberales. Pero si está del lado de la 4T es lo opuesto: se está acabando con lo nocivo del libre mercado y se está creando un nuevo país.
Esta es mi percepción sobre lo que se dice en medios de comunicación y redes sociales. El país es blanco o negro. Sin matices. Como ocurre casi siempre, la realidad no se ubica en ninguno de esos extremos, lo que más, no sólo hay escalas de grises sino hay colores. La gran ventaja de este debate es que permitirá que se conozcan muchos hechos ocurridos hace décadas y otros que están muy frescos. Los gobiernos, los anteriores y actuales, podrían ser llamados a rendir cuentas. Este sólo hecho no está mal y vale la pena. También valdrá la pena descubrir que las políticas de libre mercado nos quedaron a deber y advertirá sobre los posibles resultados adversos de la política contemporánea.