
(EL SIGLO DE TORREÓN)
Dicen que el agua escucha, que le cantes, que ella sabrá escucharte y así, de alguna manera, podrá, al fin, liberarse; o al menos así lo propone la canción Lluvia lagunera: “Celeste, te quiero ver. Ay libre te quiero ver. Brillante, corriente. Tu vida es la vida.
Te canto agüita. Fuerte, las cascadas de esta tierra sueltas, yo las quiero sin fronteras, viva, va corriendo por mis venas, vale más que un millón de monedas. Canta que el agua te escuchará...”.
Lo anterior es una expresión artística contemporánea para exigir que el Río Nazas reviva. La demanda ciudadana es simple: dejar que el agua siga su cauce natural para así bombear el corazón dormido de esta arteria que durante siglos fue la principal fuente de agua superficial de La Laguna.
Fue. Porque a partir de la década de los 30 se empezaron a construir grandes obras hidráulicas para almacenar y controlar su agua: la Presa Francisco Zarco y la Presa Lázaro Cárdenas, por ejemplo, todavía, literal, “apresan” el líquido que antes corría libremente por el cauce hasta llegar a la urbe lagunera.
Así, en esa época, la mano del hombre negó la libertad al agua y la custodió, principalmente, hacía el uso agrícola y urbano por medio de canales y sistemas de riego.
Antes, el Río Nazas era un oasis en medio del desierto, y no, no sólo en un sentido poético, sino también desde un ángulo histórico y cultural.
Jesús G. Sotomayor Garza, cronista oficial de la ciudad de Torreón, entre libros, apuntes y archivos que son parte del hábitat de su oficina, narró para este reportaje que el Río Nazas es más que un cuerpo de agua. Él lo llama el Padre Nazas porque, expresó, fue parte fundamental para el desarrollo de la tierra que hoy habitamos.
“Al río también se le decía el Nilo lagunero. Así como el Nilo le dio vida a Egipto, el Nazas nos la dio a nosotros”.
La metáfora no es casual: la región creció como una civilización antigua a la orilla del agua. Sin el Nazas, nada de lo que hoy conocemos como La Laguna habría sido posible. Los cultivos, los pueblos, los caminos y hasta las costumbres nacieron al ritmo de su cauce.
La idea anterior se refuerza en el libro "El Río Nazas: La historia de un patrimonio lagunero", donde el autor Hernán Salas Quintanal argumenta que el río no es sólo un recurso natural, sino un elemento fundamental en la construcción de la identidad y el patrimonio cultural de la región.
Su nombre, el cronista Sotomayor Garza escribió en una columna publicada en este diario, se originó debido al instrumento con el que los antiguos pobladores laguneros realizaban la pesca, el cual era un tipo de cesta que estaba entretejida en forma de romboide.
“Era elaborado con material que obtenían de un árbol ribereño, el cual se depositaba en el fondo del río y los peces entraban en ella sin que pudieran salir, a este instrumento le llamaban los indios laguneros Naza, de ahí que se le llamó originalmente Río de las Nazas", se puede leer en el escrito.
Antes, tanta presencia tenía ese río, que el cronista recordó cómo en otras décadas familias enteras acudían al vado a mirar correr el agua. En lo que ahora se conoce como el lecho seco del Río Nazas, chicos y grandes, y sin distinción de clases sociales, se unían en una orgánica ceremonia para recibir con los brazos abiertos las bondades del Padre Nazas.
La memoria de Sotomayor retiene esa imagen como todo un espectáculo social y natural.
Como dato: desde 1990 en adelante, el Río Nazas ha tenido cuatro avenidas importantes: en 2008, 2010, 2016 y 2022. Sólo en 2022, el agua corrió nuevamente después de un largo periodo de sequía urbana de seis años.
En ese sentido, para el cronista la desconexión actual con el río no es sólo ecológica, sino también una fractura en la identidad lagunera.
Al preguntarle qué opinaba sobre los movimientos sociales que hoy exigen que el agua de esa vena regrese a su cauce natural, no duda: está de acuerdo: “Claro que sí. Hay que revivirlo. Lo que el Nazas le ha dado a la Laguna no tiene precio”.
UNA TIERRA DE LUCHAS
Hoy, la lucha por “despertar” al río, el catedrático de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Miguel Saucedo la liga a una acción característica de La Laguna, un territorio, que, manifestó, ha vivido en una disputa permanente.
“Esta región se construyó a partir de luchas: por la tierra, por el agua, por la supervivencia. Tras el reparto agrario del año 36, se formó una conciencia colectiva en el sector rural que permeó también en la ciudad de Torreón”.
Según el profesor, esa memoria de decisiones colectivas sigue viva, aunque transformada: ahora se expresa en jóvenes que luchan contra la deforestación, que limpian el lecho seco del Nazas o que se oponen a que derriben los árboles de la ciudad.
“Son nuevas formas de lucha por el agua y por el espacio regional. Y aunque ya no producimos algodón como antes (esa fibra que nos dio identidad y sentido de comunidad), el río sigue siendo símbolo, sigue latiendo en la memoria. Pero hay una desvinculación cada vez mayor”.
El Nazas, dijo, no sólo fue fuente de vida, también, como ya lo había comentado el cronista de Torreón, fue sinónimo de encuentro.
“Cuando soltaban el agua, íbamos todos a verla correr. Era una fiesta, un evento que unía. Hoy, para muchas juventudes, el río es un fantasma. No saben lo que significó. Y, sin embargo, son justamente algunas juventudes las que ahora alzan la voz para pedir su renacer”.
Saucedo propone que revivir al río no sólo tendría implicaciones ecológicas, sino también identitarias: “Si el agua volviera a correr, si el río formara parte del paisaje urbano como en otras ciudades, podría convertirse en un nuevo espacio de convivencia. Podríamos ver paseos ribereños, zonas comunes, lugares de sombra y frescura que tanta falta nos hacen en este desierto”.
En ese sentido, concluyó con una advertencia: “Nos han vendido la idea de que esta es ‘la ciudad que venció al desierto’. Pero no es cierto. No lo hemos vencido, lo hemos agrandado. La verdadera identidad lagunera está en resistir y en pelear por una región que sea habitable para todos”.
EL AGUA ES DE TODOS, MERECE SER LIBERADA
Gerardo Jiménez González, Manuel Valencia Castro y Miguel Valdés Villarreal son parte de un colectivo ciudadano que ha sostenido una causa aparentemente sencilla, pero profundamente transformadora: dejar que el río corra con libertad.
Como integrantes de Prodefensa del Nazas y Encuentro Ciudadano Lagunero, su lucha ha sido constante desde hace al menos dos décadas.
Los “pescó” a los tres afuera de las oficinas de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) para desdoblar con ellos la importancia de, metafóricamente, “despertar” al Nazas.
“Desde 1968 el río fue cancelado. Se canalizó su agua al Sacramento, un canal artificial revestido. El cauce natural se secó. Y con él se perdió una forma de vida”, mencionó Gerardo.
No sólo fue una pérdida ecológica: también se fragmentó la memoria, se evaporó el paisaje, se silenció una corriente que durante siglos tejió comunidades.
Para ellos, el río no está dormido, más bien está silenciado. La palabra importa. Porque en ese lecho seco, que atraviesa la zona metropolitana como una cicatriz, late todavía una posibilidad.
“La idea es recuperar la vida que existía en torno a él, especialmente en lo que llaman el río urbano, ese tramo que recorre la ciudad y que podría ser un pulmón, un corredor ambiental, un nuevo punto de encuentro”, reflexionó Valencia.
Nombrar al Nazas como un patrimonio cultural y ambiental de la comarca no es exageración. “Sin el río, La Laguna no existiría como la conocemos. Fue su hidrología natural la que permitió el florecimiento agrícola y urbano. Fue su agua la que lo hizo posible todo”.
Por eso, su consigna es clara: el río debe volver a ser río. Las presas y canales que hoy lo retienen, manifestaron, deben reconocer un caudal ecológico que permita a la naturaleza reclamar su lugar.
Ese caudal ecológico no es una utopía. Ya existen estudios que demuestran que restaurar el flujo natural del Nazas ayudaría a recargar los acuíferos, mejorar la calidad del aire, disminuir las olas de calor y, quizá lo más importante, permitiría que las futuras generaciones sean testigos de las maravillas de habitar una región atravesada por un río vivo.
“El clima sería más amable. Volvería la vegetación ribereña. Cambiaría el paisaje. Cambiaría la vida”, expresan.
En ese sentido, ellos junto con más ciudadanos y ciudadanas, han desarrollado campañas como Nazas Vivo y Todos somos 543, esta última nombrada así por el número de la sentencia judicial que lograron ganar ante la Suprema Corte de Justicia, donde se ordena recuperar el acuífero lagunero.
Como contexto: El 1 de marzo de 2023, la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación emitió la sentencia 543/2022, considerada un fallo histórico para la región lagunera. Este caso, iniciado en 2019 por ciudadanos y colectivos como Prodefensa del Nazas y Desarrollo Cardenista para el Campo Lagunero, fue presentado contra la SEMARNAT, CONAGUA y el Organismo de Cuenca Cuencas Centrales del Norte.
La Corte resolvió que estas autoridades habían sido omisas al no tomar acciones efectivas para evitar la sobreexplotación del Acuífero Principal de la Región Lagunera (clave 0523), una situación que pone en riesgo no sólo la disponibilidad de agua para la población, sino también el derecho humano a un medio ambiente sano.
Hoy, esa resolución los tiene sentados en mesas de trabajo con la Conagua. No es poca cosa. “La recuperación del acuífero y del río son parte de una misma lucha: agua superficial y agua subterránea son la misma historia contada desde abajo y desde arriba”.
Pero advierten que el problema no es nuevo. “No es que de pronto nos hayamos dado cuenta de que no hay agua. Lo sabemos desde hace décadas. Lo que pasa es que ahora el desabasto se volvió cotidiano, visible, urgente”, comentaron.
Además, denunciaron otra herida: el despojo. “El agua del Nazas es de la nación, es de todos. Pero está concesionada principalmente a asociaciones de usuarios agrícolas. Son 17 asociaciones con más de 33 mil agricultores, organizados en módulos de riego. A ellos se les asigna el volumen más grande. Y, sin embargo, hay muchísima agua que se pierde, o peor aún, que se roba”.
Según el artículo “Conflicto y negociación por el agua del Nazas, 1888-1936. Del dominio público a la propiedad nacional”, la Ley sobre Vías Generales de Comunicación promulgada en 1888 para atender la "violenta condición de la comarca", colocó bajo jurisdicción federal los principales cuerpos y corrientes de agua, incluyendo el Nazas. Esto marcó un cambio significativo en el control del agua, pasando del dominio público al control federal.
Por otro lado, los integrantes de Prodefensa del Nazas, hablaron de la eficiencia hídrica: del agua que se extrae de las presas, sólo el 40 por ciento llega realmente a los cultivos. El resto se filtra, se evapora o se pierde por fugas.
“Con una mejor gestión, podríamos recuperar volúmenes importantes para el río y para los pozos. Es cuestión de voluntad y justicia” dicen. Y lo subrayan: “El río también debería ser usuario del agua. Hoy todos tienen derechos, menos él”.
La lucha por revivir al Nazas, afirmaron, también es una batalla simbólica. Por eso celebran que más jóvenes se estén sumando.
“Durante muchos años, esta lucha fue de viejitos”, dice uno de ellos entre risas. Pero ya no. Ahora son estudiantes, colectivos urbanos, activistas ambientales y artistas quienes están retomando la causa.
En ese sentido anunciaron una concentración el tres de agosto convocada por los colectivos Esporas Urbanas y El Canto al Agua, justo debajo del Puente Plateado, como un gesto simbólico para recordar que debajo de ese concreto alguna vez fluyó una corriente viva.
“La recuperación del Nazas no es un capricho. Es una necesidad ambiental, social e identitaria. Es una cuestión de justicia con el territorio y con el agua misma. Porque la naturaleza también tiene derechos”, concluyeron.
MEMORIA ECOLÓGICA DE UN RÍO
Otra voz que se sumó a este reportaje coral fue la de Sara Isabel Valenzuela Ceballos, bióloga y presidenta de ConservaCiencia A.C, quien ha dedicado buena parte de su trabajo al estudio de la biodiversidad en la región, particularmente en zonas como el Cañón de Fernández, que, cabe mencionar, es uno de los últimos respiros verdes que le quedan al Nazas.
Para ella, hablar del río es hablar de un sistema de vida completo. “Estamos en un semidesierto, no en un desierto extremo. Eso significa que aquí la vida depende de ciclos muy precisos. La biodiversidad de esta región se adaptó a los pulsos del agua que bajaban desde la sierra. Así funcionó durante siglos”.
Valenzuela recordó que muchas especies, incluidos anfibios como sapos y ranas, han desarrollado mecanismos extraordinarios para sobrevivir a la escasez: cuando no hay humedad, se entierran y permanecen latentes bajo tierra. Apenas perciben humedad, emergen, se reproducen, completan su ciclo, y desaparecen otra vez.
Eso, mencionó, “era un espectáculo natural que incluso nuestras abuelas recordaban ver en baldíos y calles a pequeños sapos después de las lluvias. Hoy, eso ya no se ve”.
Esa desaparición se debe a la interrupción del flujo natural del río. Las presas detuvieron no sólo el agua, sino también los procesos vitales de la flora y fauna que lo rodeaban.
“El río es mucho más que agua: es vegetación, suelo, clima y especies”, sentenció.
Desde su experiencia como docente en la Facultad de Ciencias Biológicas, Sara ha visto cómo las nuevas generaciones están cada vez más desconectadas del entorno. Por eso, propone una reconstrucción desde la memoria ecológica: saber qué especies había antes, cómo convivían con los grupos humanos y hasta dónde llegaba el río.
“Muchos no saben siquiera que vivimos en un semidesierto. No conocen las especies que tenemos aquí y, peor aún, creen viable la idea de vencer al desierto en vez de aprender a convivir con él”.
También recordó que el regreso del río podría ser clave para la recarga paulatina de los acuíferos que hoy están abatidos, y para mitigar fenómenos como las tolvaneras y las islas de calor urbanas.
“No es un proceso inmediato, pero devolverle el agua al lecho natural permitiría que se infiltrara poco a poco, que se restauraran algunos matorrales y que con ello se fijara el suelo. Es todo un ciclo”.
Para ella es recurrente que se piense en desarrollo como algo opuesto de la naturaleza, sin embargo, dijo, se ha demostrado que los entornos urbanos también pueden ser espacios valiosos para la biodiversidad.
“Muchas especies han aprendido a adaptarse a las condiciones impuestas por los humanos, y para algunas, la existencia de parques y cuerpos de agua en las ciudades es fundamental: les permiten descansar durante la migración o incluso establecer nuevos territorios” Recordó que antiguamente la región estaba cubierta por pastizales, matorrales y una gran diversidad de especies.
“Preservar y fomentar esa diversidad dentro de las ciudades no sólo aporta valor paisajístico, sino también beneficios ecológicos y económicos. Algunas especies urbanas pueden actuar como polinizadoras, otras como controladoras naturales de plagas”, compartió.
Por ejemplo, un caso de Monterrey que la bióloga considera inspirador, fue cuando se pretendió construir un viaducto sobre el río Santa Catarina bajo el argumento de que allí no existía fauna.
“Sin embargo, fueron los propios ciudadanos (biólogos, ecólogos y naturalistas) quienes desmintieron esa versión, documentando más de 600 especies de plantas y animales en la zona”.
Como conclusión Sara Valenzuela mencionó que la Comarca Lagunera no siempre fue un terreno seco: hasta hace menos de un siglo, el agua corría por los temporales, alimentando pastizales y matorrales que daban hogar a múltiples especies.
“Hoy tenemos la oportunidad de reencontrarnos con esos paisajes del pasado y creo que por los beneficios ecológicos, culturales y sociales que traería, deberíamos concederle el regreso al Nazas”
UNA VOZ COLECTIVA PARA CANTARLE AL NAZAS
Desde agosto del año pasado, surgió una nueva forma de resistencia: artística, amorosa y esperanzadora. Se llama El Canto al Agua y nació, según contó Natalia Sánchez, como un punto de encuentro entre personas preocupadas por la escasez de agua en La Laguna.
“Cantamos al agua desde la conciencia. Nos reunimos en el Parque Raymundo, justo después de que talaran 500 árboles por el proyecto Agua Saludable. Nos dio mucha tristeza enterarnos, y fue ahí donde entendimos que había que hacer algo”.
El Canto al Agua no es una organización aislada. Está conformado por agrupaciones como Esporas Urbanas, Ecopil, Migala y más. También se articulan justo con Prodefensa del Nazas para comprender el tema en profundidad y así poder comunicarlo con responsabilidad.
“Sabemos que es complejo, por eso pedimos un conversatorio con expertos antes de lanzarnos a convocar”.
Para los integrantes del grupo, cantarle al agua no es un acto simbólico vacío, sino una declaración de amor y de lucha: “Es la voz de la resistencia, un llamado a la esperanza, a la unidad, a la acción colectiva”, expresó Natalia.
Por eso, cada canto y cada manifestación del grupo va acompañada de arte y comunidad.
Como ya lo habían anunciado los representantes de Prodefensa del Nazas, el próximo 3 de agosto están convocando a una movilización en el lecho seco del Nazas, justo frente al Puente Plateado.
Piden vestir de azul y verde, llevar instrumentos para entonar justo la canción citada al principio de este reportaje: Lluvia lagunera, la cual es una creación entre varios artistas laguneros para exigir un Nazas Vivo.
“Al final todos somos el río. Y esta acción será un canto colectivo para exigir que corra de nuevo”.
Este movimiento, cabe mencionar, es intergeneracional, porque “hay gente de 80 años, de 19, de todas las edades. Yo soy mamá, y me emociona pensar que puedo heredar a mi hija un río vivo, que seamos recordados como la generación que lo recuperó”.
Natalia vivió 18 años fuera de la región, pero al regresar se encontró con una ciudadanía más despierta y organizada: “Me emociona ver a tantos jóvenes interesados, valientes, comprometidos. A nosotros nos decían que los recursos eran inagotables, pero hoy sabemos que no es así. Pero también hoy sabemos que sí hay soluciones”.
Para ella, el río no es sólo agua: es un ser vivo, un símbolo espiritual, un organismo que fue separado de su acuífero que merece volver a fluir.
“Al liberarlo a él, también nos liberamos nosotros”, concluyó la activista.
El llamado a despertar al Padre Nazas, según el coro de voces reunidas en este reportaje, es una acción colectiva impostergable. La Comarca Lagunera, forjada en la resistencia y el espíritu de lucha, está llamada a activarse una vez más. Porque como escribiera Jaime Sabines en uno de sus versos más certeros: “Esto es urgente porque la eternidad se nos acaba”.

RIO NAZAS EN DIFERENTES EPOCAS


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