Siglo Nuevo Opinión Entrevista Nuestro Mundo

Cine

Melancholia: anhelar el fin de todo

Lars Von Trier explora las complejidades de la depresión a través de dos hermanas en sus días previos a que un planeta colisione con la Tierra.

Melancholia: anhelar el fin de todo

Melancholia: anhelar el fin de todo

IGNACIO QUIROZ

Cuando las celebraciones carecen de significado, el desinterés por el mundo se hace presente y no existe respuesta emocional a la tragedia, sólo queda enfrentar el inminente fin del mundo.

Melancholia (2011), del director danés Lars Von Trier, explora el comportamiento de Justine (Kirsten Dunst), diagnosticada con trastorno depresivo, en su desesperado intento por conectar con un mundo que está a punto de acabar por el impacto del planeta Melancolía contra la Tierra. Paralelamente, retrata el esfuerzo de su hermana Claire (Charlotte Gainsbourg) por sacarla de ese bache emocional, mientras ella misma lucha por no hundirse en sus crisis personales.

Inspirado en su propia experiencia con la depresión, Von Trier profundiza en el sufrimiento existencial y el deseo de que este, junto a todas las cosas, termine. Se trata de un estado mental en que todo pierde sentido pese a los intentos vanos por participar de rituales religiosos, políticos o familiares. Es en este punto que uno se vuelve indiferente a la tragedia, porque siempre se ha esperado el peor de los escenarios. Sin embargo, el melancólico anhela una conexión con la realidad, ya sea a través de las artes, la música o la romantización de un amor no correspondido.

EN CURSO DE COLISIÓN

La película abre con un prólogo compuesto de retratos en cámara lenta de los personajes: Justine en primer plano con aves muertas cayendo detrás; ella jugando con su sobrino Leo frente a un reloj de sol en un amplio jardín donde todo objeto proyecta dos sombras; la pintura Los cazadores en la nieve, del neerlandés Pieter Bruegel, quemándose; Claire cruzando el hoyo 19 de un campo de golf y hundiéndose en la tierra mientras lleva a su hijo en brazos; Abraham, el caballo de Justine, cayendo al suelo; fuegos de San Telmo emergiendo de postes de luz y de los dedos de Justine; un arbusto en llamas visto a través de una ventana; etcétera. Intercalados entre estos retratos está Melancolía orbitando la Tierra, hasta que, en la última imagen, el planeta impacta y destruye al nuestro mientras suena el preludio de la ópera Tristán e Isolda del compositor alemán Richard Wagner.

Con esto, Lars Von Trier nos introduce a lo que serán la estética, el ritmo y la atmósfera del resto de la película, para luego dar paso a la primera parte: Justine.

EL JUEGO DE LAS APARIENCIAS

El primer capítulo comienza mostrando una vuelta estrecha en un camino de terracería, la cual una limusina intenta cruzar sin éxito. Dentro se encuentran Justine y Michael, recién casados, quienes tratan de ayudar al nervioso conductor, tomando la situación con poca seriedad. Ante la falta de éxito, deciden continuar a pie su camino hacia la mansión de Claire, donde son recibidos por ella y su esposo John para indicarles que van dos horas de retraso en el itinerario de la boda.

A lo largo de la velada, lidiamos con las problemáticas relaciones de Justine con sus allegados. Su padre, una persona jubilosa y juguetona, aviva los ánimos en la fiesta sólo para no estar presente cuando su hija intenta hablar con él. Su jefe Jack la presiona para redactar un eslogan para su última campaña publicitaria, antes de promoverla a directora de arte en la empresa donde trabaja. Su madre es muy vocal en su escepticismo y desprecio hacia el matrimonio; sin embargo, a diferencia de su ex pareja, ella sí está presente durante todo el evento para su hija, aunque emite sus consejos con poco tacto.

En medio de este caos, Claire y John tratan de mantener la celebración andando, aunque constantemente le recuerdan a Justine cuánto tiempo, esfuerzo y dinero han invertido en la fiesta. Ella, sin embargo, aprovecha cualquier oportunidad para alejarse de la algarabía y expresar su agotamiento ante el constante esfuerzo por cumplir las expectativas de su familia. Tras estos momentos, vuelve a la fiesta tratando de mantener (fallidamente) las apariencias de que está contenta.

Para Justine, la boda es un último intento desesperado de aferrarse al mundo y llevar una vida normal en la que pueda relacionarse con las personas que la rodean. Sin embargo, parece ser incapaz de hacerlo, por lo que finalmente rechaza su fachada ecuánime y elige entregarse a sus emociones descarriadas. Se distancia de su esposo el resto de la noche y se acuesta con el nuevo empleado de Jack, antes de insultarlo y presentarle su renuncia. Michael, cansado de esta actitud, abandona la mansión sin ella.

La mañana siguiente, Claire y su hermana cabalgan por el campo de golf hasta que el caballo de Justine se rehúsa a pasar por un puente. Ella voltea al cielo para notar la ausencia de la estrella Antares. Entonces comienza la segunda parte: Claire.

ENTRE RAZONAR Y SENTIR

Días después de la boda, Claire se prepara para recibir a su hermana de vuelta en la mansión, pese a que su esposo no está de acuerdo por considerarla una mala influencia para Leo. Esta vez Justine ha caído en una depresión más profunda, y mientras Claire lidia con ella, tratando (sin mucho éxito) de animarla a tomar un baño e incluso comer, se hace más latente la amenaza de un planeta cuya trayectoria se cruzará con la órbita terrestre, con un gran riesgo de colisión entre ambos astros.

Conforme pasan los días, el comportamiento de Justine se vuelve impredecible y errático. Claire trata lo mejor que puede de controlarla, pero sus propias angustias y ansiedades la consumen mientras Melancolía se acerca cada vez más a la Tierra.

La presencia del planeta es un peligro difícil de ignorar para Claire y, en su propia ignorancia, le es difícil recurrir a una fuente clara que alivie su ansiedad. John trata de mantenerla en calma a base de ocultarle información y darle algunos datos científicos alentadores, pero esto no impide que ella investigue por su cuenta la verdadera amenaza a la que se enfrentan.

Ante esta situación, Claire busca en su hermana alguien con quien hablar al respecto, pero Justine tiene un punto de vista que está lejos de tranquilizarla: ella está segura de que el planeta chocará con la Tierra y no hay nada que hacer al respecto más que aceptar este destino.

ARTE ANTE LA CRISIS EXISTENCIAL

Lars Von Trier toma prestada la iconografía del romanticismo alemán, desde sus obras pictóricas hasta su música, y rechaza el razonamiento planteado por los movimientos vanguardistas de principios del siglo XX para regresar al sentimentalismo del siglo XVIII.

John, el esposo de Claire, representa el lado racional y vanguardista, desde su estudio lleno de libros abiertos en páginas sobre arte suprematista, neoplasticismo y el movimiento De Stij hasta su aproximación científica a la crisis del planeta Melancolía. Justine, en su punto más crítico durante la boda, rechaza la razón y adopta por completo su lado emocional, cambiando los libros de John a páginas que muestran obras románticas, renacentistas y barrocas.

La razón abandona a John cuando Melancolía cambia su curso abruptamente de vuelta a la Tierra. Justine, por su parte, se entrega a su melancolía y ve la destrucción de la vida como el final del sufrimiento, porque para ella “la vida en la Tierra es malvada”. Refugiada en sus sentimientos, recibe el fin con calma, mientras Claire se aferra desesperadamente a lo último que le queda en este mundo.

Lars Von Trier expresa, a través de este largometraje, una manera romántica de apreciar la vida, cuyo inevitable fin le da valor. Un punto que el director toca en una entrevista con Nils Thorsen es que así como los lobos aúllan a la luna “ven y llévame” en un deseo por pertenecer, Justine observaba el cielo pidiendo a Melancolía que la recogiera y se llevara su dolor.

En tiempos de crisis, es complicado recurrir a la razón para darle sentido a sucesos sobre los que no tenemos control; la incertidumbre nos hunde en una ansiedad que nos urge a encontrar una respuesta alineada con nuestros anhelos, ya sea el fin o la salvación.

Algo es seguro: todo acaba, pero no de un día a otro; será algo gradual que veremos venir desde lejos y al mismo tiempo será inesperado. ¡Qué ideal sería si la vida terminara en el mismo instante para todos!

Instagram: @ign.qrz

X: @museoarocena

Leer más de Siglo Nuevo

Escrito en: melancolía Lars Von Trier cine

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Siglo Nuevo

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Melancholia: anhelar el fin de todo

Clasificados

ID: 2402431

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx