EDITORIAL columnas editorial Caricatura editorial

columnas

Los ungidos

JESÚS SILVA-HERZOG

La clase política se planta ante la crítica con la soberbia del ungido. Los morenistas se imaginan apartados del resto de los mortales, dedicados a una obra histórica que los coloca por encima de cualquier sospecha. Son moralmente superiores. Son distintos a todos los políticos previos. No es que tengan plena confianza en sus recetas es que creen que sus críticos no tienen derecho a cuestionarlos. Eso que llaman la autoridad moral" está reservada para los suyos. Si no estás con nosotros, eres parte de la pudrición, así que pide disculpas y aprende. Repiten aquello de que los opositores están derrotados moralmente porque creen que su poder es un trofeo moral. Sus votos son la derrota de los perversos y el triunfo del bien. El fundador del régimen fijó el tono que ha definido el trato de la nueva clase política con la crítica: desprecio, hostigamiento y persecución. Solo quien crea que vivimos en el país más democrático del mundo estará de acuerdo con la afirmación de que en México prevalece la más abierta libertad de expresión de nuestra historia.

De la soberbia intelectual de los tecnócratas pasamos a la soberbia moral de los populistas. Aquellos tachaban a sus críticos de ignorantes, éstos los acusan de corruptos. El gran cambio es, quizá, que la soberbia de ahora viene acompañada del deber de reverencia. "Faltarle el respeto" a una autoridad es una ofensa imperdonable. Para el nuevo régimen, el deber de cualquier ciudadano mexicano es tratar comedidamente a los hombres que tienen a bien hacer nuestras leyes, administrar los recursos públicos, tomar decisiones en nombre nuestro. La susceptibilidad de los poderosos se disfraza como defensa de la "investidura". La crítica no lastima al político, desprestigia a una institución que es de todos.

No hemos prestado la atención debida a la humillación de un ciudadano mexicano por parte de quien era presidente del Senado mexicano. Creo que hay que volver a la escena de hace unas semanas porque retrata una nueva manera de entender la relación que a juicio del régimen debe existir entre ciudadanos y gobernantes. Para el más pendenciero de los legisladores, un particular tiene, en todo momento, el deber de reconocer la autoridad del presidente de la cámara y tratarlo siempre con la compostura debida. Todo lo que el mandamás hacía antes de ejercer el poder merecería hoy un castigo público y ejemplar. El irrespetuoso que le negara reverencia a tan alto dignatario, el irreverente que llegara a faltarle el respeto a la eminencia parlamentaria pondría merecería un escarmiento. Habría de enfrentar la embestida del Estado en un régimen sin contrapesos.

Lejos del deber de reverencia que invocan los condes del nuevo régimen, debemos defender el derecho a la burla. Si perdemos el derecho de burlarnos de quien nos gobierna, si se nos arranca la libertad de reírnos de políticos, curas, millonarios sabiondos o famosos habremos perdido la libertad esencial. ¿No puede reírse un ciudadano de lo que le parece un acto de nepotismo? ¿No puede expresar con libertad lo que es, simplemente, su sospecha? ¿Tiene el deber de hacer un examen objetivo y pormenorizado de la carrera de cualquier persona a la que menciona? De acuerdo con el tribunal electoral, una ciudadana no tiene el derecho de hacer conjeturas sobre los apoyos que recibe una política. ¿No tenemos derecho de burlarnos de una campaña tonta de una candidata a ministra de la Suprema Corte de Justicia? ¿No tenemos permiso de darle un giro a la rima boba y servicial que usaba en sus promocionales y reírnos de su intolerancia? Para el instituto electoral hasta la persona que difunde la burla es sospechosa.

Cuando el autoritarismo se implanta se usa. Un tribunal electoral tan abiertamente sometido como el que tenemos, dicta sentencias que son grotescos instrumentos de intimidación. Gobiernos como el de Campeche emplean los instrumentos de la flamante maquinaria autocrática para intimidar a quienes se ejercen su derecho de burlarse de la gobernadora. Celebro que la presidenta, finalmente, haya levantado la voz para denunciar los excesos de una censura que encuentra a su nuevo aliado en el poder judicial. Pero creo que sirve poco este tardío llamado, si las decisiones que ha tomado desde que asumió el Ejecutivo, dan asiento estructural a esos abusos.

Leer más de EDITORIAL / Siglo plus

Escrito en: Columnas editorial

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 2400360

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx