En nuestro país los billetes pertenecen al mundo de las ilusiones. Sólo en parte esto se debe a que cuesta trabajo tenerlos. Una encuesta del Banco de México revela que al menos 11 millones de personas consideran que el nuevo billete de 50 pesos es "demasiado bonito" para ser gastado. El 68 por ciento de este apasionado grupo tiene varios ejemplares del billete, lo cual significa que unos 12 millones y medio de pesos se encuentran fuera del comercio. La razón es perfectamente lógica: el rectángulo violáceo incluye a la mascota definitiva del país. Me refiero, por supuesto, al ajolote.
En La jaula de la melancolía, Roger Bartra demostró que ninguna otra criatura se parece tanto al carácter nacional. Como su colega Lévi-Strauss, Bartra considera que la importancia de los animales no depende de que sean "buenos para comer" sino "buenos para pensar".
¿Qué dice el ajolote de nosotros? Se trata de un ser anfibio, que encontró su hábitat entre dos elementos, el agua y la tierra. Si se convierte en salamandra, también corteja el fuego. Lo curioso es que pocos miembros de la especie llegan a esta última etapa. La mayoría prefiere la inmadurez perenne.
México surgió de la colisión de dos culturas; de algún modo, ese enfrentamiento llegó al escudo nacional, donde el águila devora a la serpiente. El ajolote también representa una pugna, pero consigo mismo: trata de ser (o de no ser) salamandra.
Emilio Uranga, Jorge Portilla y otros filósofos se han ocupado de las célebres indecisiones del mexicano que no encuentra acomodo en el mundo y prefiere que todo se posponga para no caer en peligro de que se resuelva.
En su antología Axolotiada, Bartra se ocupa del prolongado estado larvario del ajolote, que brinda "una metáfora de la juventud eterna", lo cual también puede ser visto como "un signo del estancamiento y el atraso". El lema del anfibio podría ser "quiero y no puedo" o, más a lo José Alfredo: "nomás no quiero". Se trata, pues, de un animal con aspiraciones que pocas veces cumple. El filósofo italiano Giorgio Agamben lo considera emblema de la existencia detenida, que se rige por lo posible y por "una potencialidad que nunca se agota en hechos".
Su nombre proviene del dios Xólotl. De acuerdo con la leyenda de los cinco soles, Xólotl fue el único que no se quiso sacrificar en la hoguera que originó el mundo y se convirtió en una deidad fugitiva, condenada a luchar contra el destino, del mismo modo en que el ajolote lucharía contra la posibilidad de ser adulto.
Según refiere Bartra, en 1864 el ejército napoleónico que había invadido México llevó a París varios ajolotes. Las crías que nacieron en la "ciudad luz" mutaron en salamandras, pero los padres mexicanos mantuvieron su terca condición larvaria.
Siempre ambiguo, el ajolote fue descrito por Primo Levi como "un golpe bajo de la naturaleza". Sin embargo, a los primeros mexicanos les gustaba tanto que se lo comieron con mole amarillo. Además, el jarabe de ajolote fue muy apreciado para combatir la tisis, según contó el sabio novohispano José Antonio de Alzate.
Y, pese a todo, nuestro semejante se encuentra en peligro de extinción. El biólogo Luis Zambrano, gran conocedor de Xochimilco, comenta que un equívoco fomento de la acuacultura llevó a introducir en los canales carpas chinas que comen los huevos de los ajolotes, y, tilapias africanas que les quitan alimento. Por lo visto, con las especies endémicas pasa lo mismo que con los productos vernáculos: pierden la batalla ante los importados. "Quedan tan pocos ajolotes que es posible que las hembras no puedan encontrar machos para reproducirse", escribe Zambrano. Se podrían construir apantles para protegerlo, pero no se ha dado ese paso a pesar de que se trata de una especie poco complicada. El biólogo lo describe con una frase que confirma que se trata de nuestro paisano: "El ajolote no pide mucho".
El ajolote ha tenido múltiples representaciones, desde las litografías de José María Velasco hasta el Wooper de Pokémon, pasando por los murales de Diego Rivera. Su más reciente encarnación visual es la del billete de 50 pesos.
¿Por qué tanta gente lo atesora? Hay algo insólito y al mismo tiempo coherente en ese hecho. El ajolote es como la mayoría de nosotros: no quiere llegar a su destino. Y los billetes que no se gastan son iguales, pues tienen una condición larvaria.