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Lo cotidiano es extraordinario

Y es que estar despierto no es sólo tener los ojos abiertos, es sentir a profundidad el instante que mueven las emociones que rompen el tedio de la vida.

Lo cotidiano es extraordinario

Lo cotidiano es extraordinario

MARCELA PÁMANES

Hoy quiero hablar de la vida que se manifiesta en pequeños detalles, aquellas experiencias que por ser “normales” no les damos el valor que representan. Solemos elogiar lo magnífico, lo que consideramos extraordinario, y lo pequeño que casi siempre está relacionado con lo cotidiano pasa desapercibido. 

Las pequeñas flores del jazmín enredadera son tan frágiles y efímeras, pero son tantas que inundan con su aroma el ambiente: Se secan muy rápido y sólo duran unos cuantos días; sin embargo, dejan en la memoria las ganas de volver a extasiarse con su presencia. Así nos pasa con las personas; puede ser que hayamos disfrutado apenas unas cuantas veces de su cercanía, pero fue algo tan especial que las evocas con ganas de volver a encontrarlas. Eso es cotidiano. 

Una película que alguien te recomienda y ves sin grandes expectativas, pero que por un momento te hace ver las cosas desde otra perspectiva. Me pasó hace apenas unos días. La Señora Harris va a París desató en mí una serie de cuestionamientos personales que le dieron un vuelco a mi corazón. La señora Harris es una mujer con años encima. Mucama londinense que trabaja intensamente, va a distintas casas cuyos dueños son como muchos, egoístas, insensibles, se afana para reunir un poco más de dinero, hace zurcidos invisibles y se da el tiempo de disfrutar con su amiga en el bar, aunque la ausencia de su esposo desaparecido en combate durante la Segunda Guerra Mundial, le pesa porque no tiene la certeza de su muerte. 

No “espoleo”, porque estoy segura de que la verás. La mujer, una vez que sabe de cierto el deceso de su Eddy, establece cuál será el motivo de su vida y eso la hace vivir una gran aventura, disfruté tanto su sueño y su manera de alcanzarlo que fue inevitable preguntarme por mi propio sueño, eso me hizo sentir viva y con ganas de realmente tener una razón de amanecer con la alegría de despertar y saber con certeza que cada paso que damos nos conduce a hacer realidad eso que tanto deseamos. Eso es cotidiano. 

Desde hace tiempo intentaba hacer el mole como lo hacía mi mamá. No tenía la receta escrita, creía que podía rescatar de la memoria ingredientes y procedimientos. Fracasé rotundamente en varias ocasiones. Me puse a buscar en Internet y desconfiada seleccioné una receta que creía era parecida, pues bueno, el que persevera alcanza y por fin pude acercarme con más precisión al sabor que tenía presente y muy claro, la alegría que me produjo me duró días. Eso es cotidiano. 

Palomear pendientes, acostarte en una sábana recién lavada, recibir un mensaje de alguien que te dice que está pensando en ti, tener una tarde de amigas, terminar de leer el libro con el que tienes meses, escuchar la canción que te trae gratas experiencias, recoger la basura que tu no tiraste, resolver una situación apremiante de alguien más, ver a un niño y extasiarte con su inocencia, caminar con agilidad, en fin que la vida se constituye de instantes que se van hilvanando y le van dando sentido a estar despierto. 

Y es que estar despierto no es sólo tener los ojos abiertos, es sentir a fondo el instante que mueven las emociones que rompen el tedio de la vida. No digo que cada minuto tenga que ser así, digo que nos dejemos sorprender por las experiencias que generan eso que nos contacta con el agradecimiento, con el latido rápido de nuestro corazón, no, por favor, no pienses que son sensiblerías y frases hechas, es el reconocimiento que todo pasa tan de prisa que no nos detenemos a hacer de lo ordinario algo extraordinario. 

Cuando añadimos un esfuerzo especial a lo que ya hacemos en el día a día es cuando suceden los pequeños milagros. Si logramos verlo así, buscaremos hacerlo y lo convertiremos en una manera de enriquecer lo que aparentemente está envuelto en monotonía. 

Empieza por ti, tal vez esmerándote más en tu arreglo, asegurando que tu ropa esté limpia y planchada, ocultando las ojeras que revelan cansancio, poniendo atención a como te alimentas, luego ve a tu alrededor, ¿a qué le has dejado de poner atención?, ¿qué te hace arrastrar la vida en lugar de vivirla?, ¿qué haces sumida en la mecanicidad?, ¿hace cuanto no sonríes desde el alma? 

Pequeños cambios dan grandes resultados. Valoremos lo ordinario, pero agreguemos eso que puede hacerlo extraordinario, ¡no nos arrepintamos de no haberlo hecho!

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Escrito en: Marcela Pámanes

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