Estados Unidos tiene la mala costumbre de meter en jaulas a muchos de sus inmigrantes. Sobra decir que se trata de una práctica injusta, innecesaria e inhumana. Pero la utilizó por igual el expresidente Barack Obama que el actual mandatario Donald Trump.
Hace unos días, en medio de los pantanos de los Everglades en la Florida, Trump estaba presumiendo unas nuevas instalaciones para detener a extranjeros. Fueron construidas en tiempo récord en un viejo aeropuerto - y se nota. Son unas gigantescas carpas blancas diseñadas para albergar hasta 5 mil personas. Y en su recorrido por la improvisada cárcel, Trump y un grupito de sonrientes funcionarios pasaron frente a lo que solo puede describirse como jaulas.
Los videos están por todos lados. Son unas enormes jaulas construidas con alambres, rodeando cientos de literas (para que quepan más detenidos) y unos inodoros en las esquinas sin paredes ni privacidad. Si alguien quiere ir al baño, lo tendrá que hacer frente a la vista de todos sus compañeros de celda. La humillación pública es parte de la nueva estrategia de seguridad. Además, basta con una fuerte lluvia de verano o un huracancito para acabar con este efímero sueño de seguridad.
Extraoficialmente y fallando en el humor, el gobierno trumpista ha llamado a estas instalaciones el "Alcatraz de los caimanes" ("Alligator Alcatraz", en inglés) en referencia a la prisión en una isla de California, frente a San Francisco, de la que era casi imposible escaparse. Huir de la nueva Alcatraz sería una locura. Solo hay un camino de entrada y salida, y para llegar a alguna población hay que cruzar varias millas de pantanos repletos de lagartos. En su visita, Trump, buscando el chiste, dijo que la mejor manera de escapar de un caimán es zigzagueando, no corriendo en línea recta. La broma no hizo reír a nadie.
Es la crueldad como política antiinmigrante.
La secretaria de seguridad nacional, Kristi Noem, quien acompañó a Trump a la Florida, aseguró en un comunicado que están trabajando muy rápidamente para cumplir con el "mandato de deportar masivamente a ilegales criminales". Pero la realidad es muy distinta. Menos del 30 por ciento de los inmigrantes detenidos recientemente por ICE, la policía migratoria, han cometido algún tipo de delito, según cifras oficiales del propio gobierno de Trump. Estas cifras van en contra de la narrativa trumpista de que Estados Unidos está siendo invadido y que los deportados son criminales, violadores o terroristas.
La gran mayoría de los extranjeros arrestados durante este gobierno son trabajadores, madres y padres, gente que salió de sus países de origen buscando una segunda oportunidad, y que nunca ha tenido un problema con la ley. Cierto, entraron ilegalmente a Estados Unidos, o se quedaron más allá del tiempo que indicaba su visa o permiso temporal. Pero esto se resuelve con trámites burocráticos y con una nueva ley de legalización, no persiguiendo a personas que pagan impuestos, que crean trabajos, que salvaron a este país durante la pandemia y que suman - no restan - a la economía nacional.
Los arrestos de inmigrantes no se han detenido y han creado un pavor en la comunidad latina. Son frecuentes las imágenes de agentes federales encapuchados, sin identificación, arrestando en las calles, oficinas, restaurantes y hasta en las cortes a personas que llevan años o décadas viviendo pacíficamente en Estados Unidos. Y han detenido a tanta gente - actualmente hay unos 59 mil arrestados - que no tienen dónde ponerlos. La capacidad del gobierno es de solo 41 mil camas. Por eso Alcatraz de los caimanes fue construida. Y quieren construir otras similares en el resto del país.
El concepto de poner a inmigrantes en jaulas no es nuevo. También lo hizo el entonces presidente Barack Obama. La prueba: el fotógrafo John Moore publicó en el 2014 la imagen de un niño de 8 años dentro de una enorme cerca de alambre en un centro de procesamiento en Texas, mientras lo veía un agente uniformado. Muchos más pasaron por ese lugar.
Trump, como candidato presidencial en un debate en octubre del 2020, denunció que había sido Obama, y no él, quien había construido esas "horribles jaulas" para los inmigrantes detenidos. Irónicamente es ahora Trump quien está construyendo esas "horribles jaulas" y, además, presumiendo de ellas. Es una muestra de cómo han cambiado los tiempos. Lo que antes era motivo de vergüenza ahora se usa como arma política y con orgullo.
La idea de que unos caimanes se comerán a los inmigrantes que se quieran escapar de la nueva Alcatraz para ir a ver a su familia es totalmente desalmada. Y solo crea un falso sentido de seguridad. Enjaular inmigrantes no es la solución.