VOLVAMOS A LA POESÍA, AL MENOS POR UN MOMENTO. Considero oportuno abrir esta columna con el párrafo inicial del famoso poema del premio Nobel irlandés William Yates (1923) -The Second Comming- de 1919 y que tiene como trasfondo el fracaso de la rebelión de los nacionalistas irlandeses de 1916 -Yates era nacionalista e irlandés-, la sorpresiva revolución bolchevique y sobre todo el horror de la I Guerra Mundial y de la gran pandemia de "gripe española" (que en realidad se originó en Estados Unidos) y que quizá causo la muerte de cien millones de personas a lo largo y ancho del planeta.
"Girando y girando en una espiral cada vez más amplia/ El halcón ya no puede oír al cetrero/ Las cosas se desmoronan, el centro ya no puede sostenerse/La anarquía esta desbocada en el mundo/Una marea ensangrentada se ha desatado y en todas partes/La ceremonia de la inocencia se ahoga/Los mejores carecen de convicción, mientras que los peores/están llenos de apasionada intensidad."
Realmente vale la pena leerel poema completo de Yeatsy reflexionar sobre su significado en estos tiempos de post pandemia, de avance acelerado de la depredación del medio ambiente y del cambio climático; de hambruna en regiones de África; de una nueva guerra de trincheras en Ucrania; de una OTAN que pese a ya no tener su razón de ser -enfrentarse a la "expansión del bloque comunista"- decidió por presión de Washington que sus 32 miembros aumenten notablemente su gasto en armamento; de la matanza por millares de civiles inermes en Gaza -niños, en porcentaje muy alto- y en medio del hambre, la sed y la destrucción sistemática de sus ciudades; del conflicto entre Estados Unidos, Israel e Irán bajo la sombra de las armas nucleares; de la crónica inviabilidad de la primera nación de esclavos en América y que por sí misma ganó su libertad: Haití; de redadas sistemáticas en Estados Unidos de millares trabajadores sin documentados -mexicanos en su mayoría- pero ya arraigados en ese país.
Y además de esos y otros eventos similares estála transformación política acelerada y de efectos imprevisibles de la mayor potencia del sistema internacional: los Estados Unidos, cuyas élites políticas se conducen con "apasionada intensidad" -y en ese empeño, a querer que no, arrastran al resto del mundo-pero sin tener realmente un proyecto más allá del enriquecimiento acelerado de sus minorías.
En supoema, Yeats subraya que tras la Gran Guerra y la pandemia los ciudadanos que poseían las mejores cualidades morales habían fallado en la fidelidad a sus convicciones en tanto que aquellos que estaban dando rienda suelta a sus pasiones más siniestras estaban poseídos por una "apasionada intensidad" que en poco tiempo desembocaría en el fascismo italiano, la violenta construcción japonesa de la "Gran Esfera de "coprosperidad" en Asia, el nacional socialismo alemán, el estalinismo soviético y finalmente en una segunda y más terrible guerra mundial.
Hoy también hay un conjunto de elementos y procesos que pueden llevarnos a tener una visión sobre el presente y el futuro no muy distinta de la que tenía Yates al escribir un poema que auguraba el fin desastroso de una época-de su época- pero que temía a lo por venir: a esa figura con "cuerpo de león y cabeza de hombre/[con] Una mirada vacía y despiadada como el sol" y que lentamente estaba emergiendo de las arenas de un desierto creado por la Gran Guerra y la pandemia para encaminase a un nuevo Belénde donde pronto empezarían a nacer los totalitarismos.
Elentorno de este primer cuarto del siglo XXI también contiene elementos para despertar de nuevo un pesimismo no muy ajeno a aquel que dio pie a TheSecondComing, poema considerado clave por los estudiosos de la literatura del siglo XX. Hoy de nuevo hay líderes de corrientes de pensamiento en una nación central del sistema internacional que combinan una "apasionada intensidad" con una tabla de valores y conductas notables por combinar agresividad, pobreza moral e ideológica con exceso de egoísmo de clase y que ondean banderas de nacionalismo muy agresivo.
Sin embargo, al lado de "los peores" mantienen sus espacios y su intensidad los "mejores", aquellos que están dispuestos a incorporar en su visión del presente y del futuro las duras lecciones de la historia para no repetirlas y que suponen que el de hoy es también el tiempo de hacer lo necesario para frenar a esa figura que Yates describió como una con "cuerpo de león y cabeza de hombre/[de]una mirada vacía y despiadada como el sol".
Sería históricamente imperdonable que nuestro tiempo no asimilara las costosas lecciones de la historia política del siglo pasado. Hay que mantener despierta y activa la conciencia de que nuestra época además de peligroso es también una que contiene los elementos de una coyuntura capaz de generar la voluntad de impedir que se repitan circunstancias y errores similares a los del pasado, entre otras razones porque ya hay una conciencia colectiva de lo que significaría que "la oscuridad vuelva a caer" en nuestro mundo.
EL ESPACIO DE OPORTUNIDAD MEXICANO. "Dictadura perfecta" fue la definición que el escritor peruano Mario Vargas Llosa utilizan en agosto de 1990 -en pleno sexenio salinista y frente a las cámaras de la televisión mexicana- para caracterizar al régimen priista. Fue esa una tesis elegante y concisa en su enunciación, de gran poder explicativo y presentada en el lugar y momentos adecuados.
La generación de esa "dictadura perfecta" mexicana requirió de una revolución previa que desarticuló a la oligarquía porfirista, de un nuevo ejército sin raíces en el viejo régimen, de una reforma agraria que generó y organizara de manera corporativa a una base social fundamentalmente campesina, pero con espacio para un sector obrero y urbano productos de una incipiente industrialización.
Así, sin obedecer realmente a un proyecto preconcebido, lo que empezó como un clamor contra las reelecciones de Porfirio Díaz se transformó en una guerra civil que desembocó en una revolución y en un nuevo régimen. Este nuevo régimen logró unificar a sangre y fuego a sus facciones bajo el liderazgo del ala menos radical, subordinar a una iglesia católica que ya había recuperado parte del papel perdido tras el establecimiento de una república laica en el siglo anterior y dio forma a un partido dominante, creo un ejército sin conexión con el pasado, modificó el régimen de propiedad de la tierra y puso fin al latifundio y centralizó el poder político de manera autoritaria para mantener bajo control las tensiones políticas y sociales.
A partir del acuerdo de "unidad nacional" forjado durante la II Guerra Mundial el dominio de la vida política mexicana se centró en una presidencia sin contrapesos pero que a partir de 1928 se renovó puntualmente cada seis años -lo que también permitía la renovación negociada de la élite-, y que bajo el manto de un "nacionalismo revolucionario" y de una ideología lo suficientemente vaga y flexible permitió convivir dentro de un partido de Estado a buena parte de la izquierda y de la derecha y que, vía una combinación de cooptación con represión, pudo llevar al cabo puntualmente elecciones sin contenido y sin tener que enfrentar grandes problemas, al menos hasta 1988.
El sistema anterior fue encuadrado en una economía centrada en la sustitución de importaciones y dirigida por la tecnocracia oficial pero que siempre mantuvo a la inversión privada como el motor del proceso.
Esta "dictadura perfecta" funcionó como reloj, pero sólo por un período. En los 1960 se topó con sus límites y la represión fue la respuesta a la contradicción entre un marco constitucional formalmente democrático y una práctica autoritaria. En los 1970 el modelo económico también se topó con sus límites y su crisis condujo a situaciones de emergencias económicas constantes, de fraudes electorales muy evidentes donde la dictadura perdió su perfección. Al concluir el siglo pasado el partido de Estado debió pactar con la derecha el inicio de una transición que intentó inaugurar y consolidar sin éxito el bipartidismo. En 2018, y tras recorrer caminos llenos de represión y derrotas la izquierda obligó al gobierno a celebrar elecciones con contenido y Andrés Manuel López Obrador-un líder de izquierda carismático- llegó a la cúspide la estructura política formal.
AHORA, EL FUTURO.La izquierda lopezobradorista logró ya superar un obstáculo que en otras latitudes había dado al traste con movimientos estructurados en torno al carisma de su líder: trasmitir el poder formal y real aun sucesor -en este caso sucesora- para continuar e institucionalizara el cambio y los mecanismos democráticos del mismo. Y que mantiene el compromiso de la izquierda con la redistribución del ingreso y de la riqueza, pero ya no por la vía neoliberal
El reto de México es lograr lo anterior sin permitir que el proceso se descomponga y vuelva a levantar cabeza el monstruo que Yeats y eso requiere suerte, sabiduría y buena voluntad tanto de parte de las elites como de la ciudadanía. Se trata de intentar hacer viable una utopía generosa que permita soportar los inevitables momentos de desaliento de una marcha que, en realidad, no tiene fin.
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