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La guerra que no duró 12 días

JORGE ÁLVAREZ FUENTES

Después de dos semanas de una segunda escalada se acordó un frágil cese al fuego. Hubo violaciones de ambas partes, pero finalmente logró mantenerse. Ciertamente Israel podría no haber conseguido sus objetivos declarados, ni Estados Unidos obtenido lo que finalmente quería que era poner fin a la guerra. Todo a costa de apresurar unos arreglos sin disponer de una solución integral de fondo. El régimen de Irán no se tardó en cantar victoria, alardeando que fue capaz de responder a la agresión ilegal y responder a la intervención indebida de la superpotencia, habiendo conseguido mantener su programa nuclear.

Hay algunas evidencias anecdóticas que Netanyahu engatusó a Trump, pero ahora eso podría tener un desenlace distinto, no menos importante. Lo que el Presidente de los Estados Unidos verdaderamente quiere es que le otorguen el Premio Nobel de la Paz; además que lo adulen por ello, como lo acaban de hacer en La Haya los líderes en la cumbre de la Organización del Atlántico del Norte, siguiendo el bochornoso pero eficaz ejemplo de los monarcas árabes en la pasada visita imperial de Trump a la península arábiga.

Está aún por verse si el cese al fuego se mantiene firme y duradero porque hay muchas cuestiones fundamentales en el aire que dependen de la decisión de los protagonistas y de que no haya desencuentros o errores en las líneas de mando; sería terrible si termina por ser una tregua para que los contendientes puedan tomar un respiro, rearmarse y reabastecerse. Una gran incógnita que subsiste es si los publicitados mega bombardeos estadounidenses sobre Natanz, Isfahán y Ferdow, las tres principales instalaciones nucleares de Irán, en apoyo a los bombardeos israelíes no lograron destruir sino sólo dañar y retrasar el avance del programa nuclear de Irán. A la fecha hay serias dudas en el Pentágono y en las agencias de inteligencia estadounidenses. Podría ser que el material nuclear si logró ser trasladado a otros sitios. Irán, además. tiene a la mano una importante carta que podría usar ahora, como sería abandonar el Tratado de No Proliferación Nuclear, con lo que acabaría de tajo con las tareas de inspección y monitoreo del Organismo Internacional de Energía Atómica.

Por otra parte, si la espiral de confrontación entre Israel e Irán logra frenarse efectivamente sobre el terreno -en la cual se inmiscuyó Estados Unidos, pero siempre procurando no ir demasiado lejos- podría terminar en un apaciguamiento. Este podría ocurrir si todas las partes consiguen salvar cara y obtienen unos cuántos logros que puedan ser vistos como importantes y puedan así proclamar victoria. Sin embargo, para transformar la escalada y el cese de hostilidades en un triunfo, el gobierno y el presidente de Estados Unidos deben proponerse realmente contener y acotar al primer ministro de Israel.

Ahora mejor que nunca está en el interés personal de Trump parar en seco la beligerancia de Netanyahu en la franja de Gaza, mediante un cambio de situación en la entrega de la ayuda humanitaria y yendo directamente por el rescate negociado de los últimos rehenes; en el Líbano respaldando sin ambages al nuevo gobierno de Nawaf Salam procediendo a armar y empoderar al ejército libanés frente a Hezbolá, y en Siria yendo más allá del mero levantamiento de sanciones. Sin reducir un ápice su presencia militar, Trump debe frenar la maquinaria de guerra, perfectamente aceitada por la multimillonaria ayuda militar, la extensa provisión de contratos para el suministro de municiones, equipos y repuestos, poniendo al margen a asesores y contratistas, sin permitir que Irán o los hutíes pongan en riesgo la navegación en el estrecho de Ormuz, el golfo de Omán y el mar Rojo.

Donald Trump va a hacer cuanto esté a su alcance para conseguir que se establezca con firmeza y persista un cese al fuego total y completo; sobre todo para que se le atribuya como un triunfo personal. Para que se le reconozca como un presidente que intervino con bombas de alto poder, como ha declarado, sólo por debajo de las lanzadas en Hiroshima y Nagasaki, porque es un mandatario hacedor de la paz que sabe imponerla por la fuerza. Aunque ello haya implicado sobrepasar sus facultades constitucionales. Más allá de las álgidas diferencias que puedan discutirse en el Congreso y en los medios, o las divergencias que se estén dirimiendo en conversaciones privadas, y aunque Trump no tenga hasta ahora una estrategia, si tiene los recursos necesarios para acotar a Netanyahu y es posible que lo haga; pero para ello debe exponerlo como el agresor, desmarcarse y dejarlo a su suerte, sin traicionar a Israel como aliado, ni entrar en disputas con el complejo militar industrial, menos aún contrariar al lobby judío ni ser visto como un cobarde convenenciero, siendo el hombre con mayor poder en el mundo empeñado en que todos los caminos conduzcan a él.

El anuncio de conversaciones directas entre Estados Unidos e Irán apunta precisamente en esa dirección. Si bien hay que destacar que persisten elementos contradictorios y confusos, como siempre ocurre con el presidente Trump. Aun antes de que se llevara a cabo la intervención estadounidense, Irán habría aceptado los términos exigidos por Estados Unidos, por lo que en esta ronda buscará capitalizar en la mesa de negociaciones se le reconozca como un interlocutor válido, habiendo llevado a cabo una respuesta calculada y coreografiada al atacar la principal base aérea estadounidense en Qatar, causando los menores daños.

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