Hacia atrás, la historia se lee desde el presente. De esa manera, el pasado ofrece claves sobre la actualidad. Para Cicerón, la historia es maestra de vida. Ofrece lecciones prácticas. Por lo mismo, nuestro presente también se comprende desde el pasado. En fechas recientes escucho una y otra vez, que algunos mexicanos piden a gritos la intervención de los Estados Unidos en nuestro país.
De manera directa, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ofrece su "ayuda" y sugiere intervenir en México contra los cárteles mexicanos. El primer paso, declarar como organizaciones terroristas a los cárteles y grupos criminales de varios países. En el caso de México, ofrece intervención directa de militares gringos en el país, además de ataques dirigidos con drones, como sucede de manera regular en Medio Oriente y más allá. Al respecto, no son pocos los casos donde la inteligencia artificial o los ataques vía remota terminan por llevarse la vida de inocentes, como si de un video juego se tratase. Así nomás.
Entre las voces que quieren la intervención, está el expresidente Vicente Fox. Como hombre público, nunca tuvo miedo de disociar el pensamiento de la lengua. Fiel a su costumbre, apoya abiertamente una intervención estadounidense en nuestro país. Sus declaraciones son públicas y reiteradas. En el mismo sentido, la senadora Lilly Téllez, grita e implora desde la tribuna legislativa, para que los vecinos del norte intervengan con fuerzas militares. El expresidente del moribundo Partido Acción Nacional, el también senador panista, Marko Cortés, celebró la clasificación de los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas y quisiera que los gringos intervengan. Sus palabras describen su calidad política: "Tampoco puedo dejar de felicitar al presidente electo Donald Trump. ¿Yo qué esperaría? Que con ese fuerte liderazgo... se tomen acciones concretas y puntuales para combatir la violencia y la inseguridad. Y aquí es donde yo insisto: ¿Qué quiere México, que sea por la buena o la mala?".
Durante la campaña, la excandidata presidencial Xóchitl Gálvez, llamó a crear una fuerza binacional con Estados Unidos para combatir al crimen. Hoy como ayer, el intervencionismo tiene sus adeptos en el país. Quizá para algunos despistados, la soberanía no significa nada, pero a punta de guerras e intervenciones, México aprendió duras lecciones. Aunque nunca faltan los partidarios de Polk en nuestro país.
Vayamos a la historia. En 1864, una delegación de mexicanos fue hasta el castillo de Miramar, en Trieste, Italia, para pedirle a Maximiliano de Habsburgo, que viniera a México como emperador. En pocas palabras, buscaron un gobernante blanco y de la nobleza europea para gobernar México. Aquella delegación de conservadores (así se describió en la época su postura política), quedó retratada en óleo y sus nombres, para la infame historia de las intervenciones en nuestro país: Ignacio Aguilar, José María Gutiérrez de Estrada, Joaquín Velásquez de León, José M. de Landa, Adrián Woll, Antonio Escandón, Ángel Iglesias y José Hidalgo.
En su momento, al inicio de la intervención francesa en 1862, el general Lorencez escribió al ministro de Guerra en los tiempos de Napoleón III: "Tenemos sobre los mexicanos tal superioridad de raza, organización, disciplina, moralidad y elevación de sentimientos que, os suplico, comuniquéis al emperador que, desde este momento y al frente de 6,000, soy el amo de México". Arrogante, perdió la batalla frente a los mexicanos patriotas que lideró el general coahuiltejano Ignacio Zaragoza, aquel glorioso 5 de mayo. La intervención se prolongó hasta 1867, cuando el presidente Benito Juárez hizo valer la soberanía en el cerro de las Campanas. Desde entonces, México fijó un lugar frente a las potencias. Más nos vale no olvidarlo.
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