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Israel ante la ONU: la persistencia del desprecio y la impunidad

Alejandro Espinosa Yáñez

El domingo 17 de agosto, a las 15 horas, en el Ángel de la Independencia, en la Ciudad de México, se cita a una Gran Marcha de Solidaridad con Palestina, con la demanda clara de ¡Alto al genocidio en Gaza! Una parte de la agenda por la movilización se sustenta en los límites de la ONU frente a la tragedia que asola el mundo. Sobre estos límites formulamos algunas ideas.

En la historia reciente, pocos Estados han mostrado un desprecio tan abierto y sostenido hacia las resoluciones de Naciones Unidas como Israel. Desde la resolución 3379 de 1975, que equiparó el sionismo al racismo y al apartheid sudafricano, hasta las más recientes votaciones sobre Palestina, la actitud israelí ha sido la de confrontar, descalificar y, en ocasiones, ridiculizar abiertamente al organismo multilateral. Aquella resolución, aprobada por mayoría, formó parte de una ofensiva diplomática en la que el bloque árabe, países socialistas y no alineados coincidieron en condenar las políticas de Israel. Sin embargo, en 1991, bajo fuerte presión política de Tel Aviv y sus aliados/cómplices -la extensión de la musculatura del terror-, la ONU revocó su propio pronunciamiento mediante la resolución 46/86, un texto breve y contundente de quienes mandan en la historia del presente.

El desprecio simbólico ha sido una constante. En el contexto de la resolución 3379, en 1975, Jaim Herzog, entonces embajador israelí ante las Naciones Unidas, condenó enérgicamente la resolución: "Para nosotros, el pueblo judío, esta resolución basada en el odio, la falsedad y la arrogancia, está desprovista de todo valor moral o legal. Para nosotros, el pueblo judío, esto no es más que una hoja de papel y la trataremos como tal". Este desprecio hacia el organismo multilateral volvió a presentarse en 2024. El embajador israelí Gilad Erdan trituró ante el pleno una copia de la Carta de la ONU, acusando a los países miembros de "destruir" sus compromisos fundacionales al otorgar mayores derechos de participación a Palestina, calificándole de "Estado terrorista". El argumento -consistente con su historia de desprecio y de presentarse como víctimas-, de que toda reivindicación palestina es sinónimo de terrorismo, contrasta con la magnitud de la devastación en Gaza provocada por la { militar israelí, que por sus hechos lo conoceréis como verdadero Estado terrorista, parafraseando el Sermón del Monte de Jesús, donde se advierte sobre los falsos profetas (Mateo 7:16-20).

Los atentados de Hamás del 7 de octubre de 2023 se condenan (qué oportuna la acción de Hamás para fortalecer y dar oxígeno a la acción colonialista del gobierno de Israel), pero es inocultable la campaña programada históricamente para devorar Palestina. La escena reciente es contundente: Gaza completamente destruida, hospitales y escuelas en ruinas, barrios completos, todo esto en su ensamble reducido a escombros. Sí, la respuesta israelí a los atentados de Hamás del 7 de octubre de 2023 ha incluido bombardeos sistemáticos sobre infraestructura civil.

Según datos de Naciones Unidas, hasta 2025 al menos 36 hospitales han sido atacados e incendiados, entre ellos el Hospital Al-Ahli. En el ámbito educativo, 477 de las 569 escuelas de Gaza han sido alcanzadas por bombardeos.

La cifra de destrucción material es monumental: en marzo de 2024, la ONU estimó en 23 millones de toneladas los escombros acumulados, volumen que ha ido creciendo, ocultando bajo los escombros parte de la muerte palestina subregistrada. Más de un año después, las ruinas son el paisaje general en Gaza. Tomará años remover los escombros, lo destruido, y reconstruir (si es que la lucha social mundial lo permite).

Más allá de la infraestructura escolar y hospitalaria, organizaciones internacionales han denunciado un auténtico "memoricidio": la destrucción de archivos, bibliotecas y otros espacios que resguardaban la memoria histórica palestina.

Resoluciones que nacen condenando… y mueren revocadas, como la población palestina, que nace y es condenada al presidio diagramado en el territorio palestino… y a la muerte. Sobre lo primero, la historia de las resoluciones de la ONU sobre Israel está marcada por un patrón: pronunciamientos iniciales de condena que, con el paso del tiempo y la presión política, son suavizados o directamente revocados. Esto ha ocurrido en múltiples ocasiones, evidenciando cómo las alianzas geopolíticas -especialmente con Estados Unidos- blindan a Israel de consecuencias reales. El derecho al veto en el Consejo de Seguridad ha sido decisivo para bloquear resoluciones que demandaban el cese de la ocupación y la protección de la población civil.

Este año (2025) el Consejo de Seguridad vivió el rechazo de una resolución que demandaba un alto al fuego inmediato, incondicional y permanente en Gaza, así como el levantamiento de restricciones al ingreso de ayuda humanitaria -una decisión respaldada por todos los miembros salvo Estados Unidos de América. En respuesta, la Asamblea General aprobó el 12 de junio un texto no vinculante pidiendo un alto al fuego, liberación de rehenes y acceso sin restricciones a la ayuda, en una votación de 149, 12 en contra y 19 abstenciones (Albania, Camerún, República Checa, República Democrática del Congo, Dominica, Ecuador, Etiopía, Georgia, India, Kiribati, Malawi, Islas Marshall, Macedonia del Norte, Panamá, Rumania, Eslovaquia, Sudán del Sur, Timor Oriental y Togo), con la oposición de Estados Unidos de América e Israel, principalmente, y algunos aliados (Argentina, Fiji, Hungría, Micronesia, Nauru, Palau, Nueva Guinea, Paraguay, Tonga y Tuvalu).

Así, la más reciente controversia se dio cuando todos los países miembros del Consejo de Seguridad condenaron el plan israelí de ocupar Gaza, reconociendo la gravedad de la crisis humanitaria -con más de un millón de civiles afectados por hambre y sed como armas de guerra-, pero sin lograr frenar la ofensiva debido al veto estadounidense.

En lo que hace a la condena a la muerte de la población palestina, producto de la impunidad y la inacción internacional, en el caso de Gaza se refleja un patrón histórico: la política expansionista israelí y el sistemático fracaso de los organismos internacionales para detenerla. Las resoluciones que alguna vez parecieron contundentes han terminado desactivadas por la diplomacia de presión, mientras sobre el terreno persiste una realidad de ocupación, destrucción y desplazamiento masivo. Algunos números para documentar el terror: según el Ministerio de Salud de Gaza, más de 60,000 personas han muerto en el conflicto hasta el 6 de agosto de 2025, pero puede presentarse una subestimación en el registro, pues de acuerdo con The Lancet, la cifra real podría ser 41% más alta, es decir, que el número de muertes podría ser bastante mayor. A esto hay que agregar los cuerpos que están debajo de los escombros, donde se calcula que la mayor parte son mujeres y niños. Los efectos del hambre y la sed han ocasionado muchas muertes, y en las caravanas de búsqueda de alimentos, se contabiliza el registro de 1838 asesinados (de nueva cuenta, la gran parte población infantil). Para las acciones del gobierno de Israel, la muerte tiene permiso. No debe soslayarse el ataque y muerte de al menos 15 trabajadores humanitarios, médicos, personal de la ONU, en el ataque al convoy humanitario en Rafah y la muerte reciente (casi aún tibios los cuerpos) de cinco periodistas de Al Jazeera.

Datos que ilustran sobre la sangre derramada, que deja ver la violencia sistemática, permeada por impunidad diplomática, donde incluso el Consejo de Seguridad queda paralizado, bloqueado por el poder de veto de Estados Unidos de América. Se trata de un arsenal de impunidad, que desnuda los límites de la ONU, sus promesas de justicia incumplibles, postergadas; no es silencio cómplice, es un abecedario impracticable. Este es el escenario en el que el discurso desde el poder reduce toda resistencia palestina a terrorismo, simplificando la complejidad del conflicto, y abriendo el repertorio de justificación para acciones militares que devastan hospitales, escuelas, barrios enteros, la vida. Mientras tanto, una parte de la comunidad internacional observa, condena… y retrocede. Otra parte, en crecimiento, se organiza y demanda el alto a la masacre, el fin al genocidio.

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Escrito en: Algodoneros Algodoneros del Unión Laguna Unión Laguna

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