"El espíritu santo inspira, pero no vota", dicen los vaticanólogos. Los 1,400 millones de católicos tampoco votan y la Iglesia pierde adeptos.
Alemania, país donde Gottfried Achenwall acuñó la palabra "estadística", ha convertido la medición en un sistema de creencias capaz de registrar que, en 2021, 359,338 alemanes dieron la espalda al catolicismo.
Francisco cautivó a numerosas personas, muchas de ellas laicas, pero dejó una Iglesia dividida. 133 cardenales que apenas se conocían debían buscar la unidad de la institución. El último en incorporarse al cónclave responde al eufónico nombre de Ignatius Suharyo Hardjoatmodjo. Cuando llegó de Yakarta, sus colegas ya llevaban días debatiendo. Al oírlos, lanzó una exclamación que llegó a oídos de la prensa: "¡Qué gran confusión!".
Los candidatos afirmaban carecer de ambiciones, pero algunos tenían fama de ser competitivos. El español Santos Abril juega tenis sin compasión por el prójimo; si va perdiendo, pide a un asistente que lo interrumpa, diciendo que tiene llamada de Roma. Más sofisticado, el filipino Luis Antonio Tagle, que utiliza el karaoke en la eucaristía, afirmó: "¿Cómo voy a conducir a mi grey si no soy capaz de conducir mi vida?".
El Papa se elige por lo que parece ser, pero su labor se define por lo que se convierte al cambiar de nombre. Bergoglio era visto por el sínodo como un conservador. La primera sorpresa vino cuando adoptó el inédito nombre de Francisco, defensor de los pobres. Sus costumbres austeras triunfaron en la opinión pública, pero lo apartaron de la jerarquía, lo cual impidió que sus ideas se transformaran en reformas. Para unos, fue demasiado lejos en sus palabras; para otros, se quedó cortó en sus acciones.
El nuevo Papa, Robert Prevost, comparte las ideas de Francisco; además, tiene experiencia en las oficinas vaticanas. Aunque nació en Chicago, su principal actividad ha estado en Perú, donde adoptó la nacionalidad. Al elegir el nombre de León XIV, ofrece continuar la línea de León XIII, que volcó la Iglesia hacia los pobres con la encíclica Rerum novarum y apoyó los proyectos intelectuales de la institución.
Uno de los pocos cardenales que anunció que el cónclave sería breve es el arzobispo de Múnich, Reinhard Marx. Fiel a su apellido, apoya un ideario rebelde. Propone que los curas abandonen el celibato y las mujeres sean diáconos; además, pidió perdón a los homosexuales por ser discriminados por la Iglesia. Era demasiado radical para llegar a la silla de San Pedro; sin embargo, en las reuniones previas al sínodo, tres de sus intervenciones suscitaron aplausos, según la revista Der Spiegel. Un indicio de que el próximo Papa podía ser progresista.
¿Cómo es visto Prevost por el gobierno estadounidense? El Domingo de Resurrección, el Papa sostuvo su último encuentro con un político, J.D. Vance, quien se convirtió al catolicismo en 2019 y sigue las ideas de Rod Dreher, autor de La opción benedictina. De acuerdo con Dreher, los católicos deben alejarse de Roma, como hizo san Benito de Nursia. Este cristianismo de tendencia separatista propone un traslado de poderes (translatio imperii, en jerga vaticana): la agotada Europa debe ceder su sitio a las energías del nuevo mundo, lo cual enlaza perfectamente con el discurso que Vance pronunció en Múnich el 14 de febrero. Ajeno a los protocolos del Día del Amor y la Amistad, el vicepresidente arremetió contra la supuesta pérdida de valores democráticos en Europa, ahora custodiados por Estados Unidos.
Además de los poderes materiales, el imperio busca los espirituales. En su afán de convertir el delirio en propaganda, Trump subió a las redes una imagen en la que aparece vestido de Papa.
Washington no necesariamente quería a alguien como el conservador Timothy Dolan, cardenal neoyorquino, pues eso le hubiera dado demasiado poder a otro estadounidense. Lo ideal era contar con un Papa débil que buscara la mediación de Estados Unidos. Esa ilusión se desvaneció con el humo blanco.
Francisco designó cardenales de regiones apartadas en espera de que el cónclave fuera un enredo productivo. "¡Hagan lío!", exclamó en 2013, en Río de Janeiro, ante una multitud de jóvenes: "¡Hagan lío en la diócesis!, ¡saquen la Iglesia a la calle!".
Prevost es la contrafigura de Trump. Representa la visión de la periferia y prefiere hablar en español que en inglés.
El lío puede comenzar.