EDITORIAL Columnas Editorial Caricatura editorial

Columnas

Hecho en China

JUAN VILLORO

Ante las bravatas de Trump, el presidente Xi Jinping respondió con una serenidad digna de Confucio, recordando que su país tiene cinco mil años y puede sobrevivir a cuatro más. Su aplomo se basa en la comprobación práctica de una parábola que advierte: "El aleteo de una mariposa puede provocar un huracán al otro lado del mundo". Desde la invención de la seda y la pólvora, los productos chinos modifican el planeta.

Con casi mil quinientos millones de habitantes, China tiene un notable nivel medio de vida. Pero las sociedades pueden ser abusivas y ciertos logros provenir de terribles sacrificios; de manera asombrosa, esa variante del progreso se beneficia de dos defectos: la competitividad sin miramientos del capitalismo y el control autoritario del comunismo.

Lo cierto es que la irradiación china se propaga de Pekín al inconsciente desde que Marco Polo llevó a Italia el espagueti. Uno de sus máximos admiradores, Cristóbal Colón, se inspiró en ese viaje para buscar una ruta en sentido contrario. El historiador Serge Gruzinski ha subrayado la importancia que la Nueva España tuvo para la globalización. La Nao de China activó un comercio que no se ha detenido. Baste ver lo que pasa en nuestras familias.

A los noventa años, mi madre organizó una misa doméstica con un amigo sacerdote. El padre quiso disponer de una cruz para colocar sobre la mesa. Fui a comprarla a un almacén que vende desde un busto de Beethoven hasta una jirafa de latón de tamaño natural. Tenían dos tipos de cruces con soporte, hechas de maderas rústicas. Pensé que venían de Michoacán, pero estaban hechas en China. Un país budista domina el tráfico del talismán cristiano. Los ejemplos se multiplican. En 2014 asistí a la feria del libro de Panamá. Iba en compañía de mi hija y queríamos ver el canal. Quienes habían llegado antes nos dijeron: "Ni se molesten; en cuatro horas no pasa un solo barco". Por suerte, fuimos a un restaurante chino. Recordé que el tráfico fluvial del mundo depende de ese país y le pregunté al capitán si sabía cuándo llegaría un barco. Pidió que fuéramos a la cocina. Atestigüé un coloquio incomprensible. Los cocineros gritaron hasta que el capitán me dijo: "Mañana a las dos hay barco". Hicimos caso y comprobamos que los chinos tenían razón.

Umberto Eco señaló que el Libro Rojo de Mao tuvo tanto éxito porque no era necesario leerlo; bastaba esgrimirlo. Su diseño era el de una perfecta estampa ideológica. Todos los miembros de mi familia tuvieron su Libro Rojo.

Mi padre casó en segundas nupcias con la filósofa Margarita Valdés, quien, fiel a su ideario político, colocó en la pared un retrato de Mao. "¡Qué linda es su abuelita!", comentó la señora del aseo.

Yo tenía otros motivos de veneración. Quería escribir guiones inspirados en dos películas de contracultura maoísta: La Chinoise, de Jean-Luc Godard, y La Cina è vicina, de Marco Bellocchio. Por su parte, mi hermana Carmen encontró otro modo de ser china: el ping-pong. Esa historia empezó de modo trágico. Jugábamos en el departamento de Juan José Arreola, donde la sala-comedor tenía un solo mueble: la mesa que el autor de Bestiario había construido con sus propias manos y barnizado con lacas chinas que garantizaban un bote de 17 centímetros.

Carmen era la más pequeña del grupo y nadie quería jugar con ella. Aguardaba en un rincón durante horas. Usaba unos aretes diminutos, con baño de oro, que hicieron que Arreola la llamara "Lagrimitas". El apodo describía la tristeza de una niña a la que se concedía un partido de desperdicio cuando todos estaban cansados, pero que sería la mejor de nosotros: fue campeona nacional, estuvo en la selección olímpica y -lo más importante- viajó a China. Mi madre conserva una foto de tres metros de longitud que reúne a los participantes de aquel torneo.

Como los objetos reflejados en los espejos, China está más cerca de lo que aparenta. Hace unos días tomé una pila de libros y sufrí una contractura de la que me libró un curioso acupunturista. Es mexicano pero habla como si acabara de llegar del Mar Amarillo: "Herida sana pronto", dijo. Supongo que imita a su maestro y ese lenguaje le parece "técnico", o por lo menos misterioso. O quizá se trate de algo más significativo. El aleteo de la mariposa ha durado milenios. Resulta inútil querer ser chino porque, en cierto modo, ya todos lo somos.

Leer más de EDITORIAL / Siglo plus

Escrito en: columnas Editorial

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 2398001

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx