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Fórmula de éxito

YAMIL DARWICH

México está recibiendo una pésima cátedra del cómo lograr el éxito económico sin trabajar, en el corto o a largo plazo y sin sufrir fatigas o desvelos. Basta con ser cínico y desvergonzado, dispuesto a romper con todos los parámetros éticos, algo puesto de moda, destruyendo la moralidad.

A la persona amoral o inmoral no le afecta sanción pública alguna o el escarnio; carecen de sentimientos de culpabilidad o "se los aguantan", aún a costa de estigmatizar a sus familiares.

Repasemos algunos ejemplos que ilustran la degeneración de la política mexicana:

Una profesora de vocación y taxista por necesidad económica fue secuestrada, maltratada y exhibida hincada, rodeada de narcotraficantes fuertemente armados. Su delito: no pagar su cuota de extorción; la consecuencia: morir. Al decir de la gobernadora de Veracruz, "se murió a causa de un infarto", sin considerar el intenso estrés que le hubieron generado. Desvergüenza.

Los más encumbrados en la administración federal, fueron evidenciados haciendo viajes de placer, con costos prohibitivos para la gran parte de los mexicanos:

Uno, viajó a España para festejar su aniversario de bodas; otro a Portugal; un senador, exhibido viajando en la cabina de super lujo de un avión; aquel, eligió Ibiza, playa que recibe a pudientes, con costos escandalosos; funcionarios de tercer nivel mostrando relojes con valores superiores al millón de pesos -supuestamente pagados con su sueldo- y la lista va más allá de lo que se define como desvergüenza.

El hijo "del patriarca" -muchos así lo consideran-, prefirió la tierra del sol naciente, Japón, pagando en yenes su viaje placentero. Él, tampoco sabe lo que es "arremangarse la camisa" y trabajar, aunque últimamente le han instalado una fábrica de chocolate que, por disposición de la autoridad, no es considerado comida chatarra; por lo tanto, es aprobado para escuelas.

Los beneficios para los nuevos ricos mexicanos alcanzan a empresarios que han sabido entreverarse con politiqueros ansiosos de dinero y poder. Colocados en puestos públicos, pueden romper barreras del burocratismo que el empresario honesto sufre para superarlas.

Ellos, han invadido oficios de lo más variado, particularmente en el campo de la construcción, haciendo carreteras o tendiendo rieles que les generan millones de pesos. Desafortunadamente, los mexicanos -entre ellos usted y yo- cubrimos el sobrepago de sus altos precios, reparaciones por desperfectos en lo recientemente construido con deficiencias por ignorancia y aumentos por la corrupción.

Los segundones de la nueva burocracia gubernamental, aunque no viajen al extranjero, sí usan prendas de vestir que les iguala con la vieja y tradicional burguesía nacional: zapatos y ropa de marca, relojes extravagantes en diseño y precio, coches de armadoras que por sí mismas prestigian a sus poseedores; algunos viajan en aviones particulares -de amigos y socios- sin que sea novedad. México da para todo eso y más.

De restaurantes de lujo ni hablamos; esos son para simples reuniones de trabajo, "cabildeo" y acuerdos de tranzas, siempre en nuestra representación y a nuestras costas.

Incluya los pagos que debemos pagar por sus inficientes servicios: asesores que requieren para cubrirles su ignorancia en el puesto; asistentes que les atiendan y satisfacen las necesidades personales y de trabajo, siempre al momento; otros costos como personal secretarial, de limpieza y hasta chofer con vehículo a la puerta. Ellos no tienen excusa para no gritar "¡viva México!" … pero todo el año.

Alcanza para el mafioso oriental, agente introductor de sustancias para producir fármacos en México, entregadas a los laboratorios clandestinos y tengan "con qué trabajar" para convertirlas en drogas, transformándolas en estimulantes demenciales que serán introducidas a EUA. Como dijera el ranchero: "pa todos ay".

Nunca como en el presente queda "como anillo al dedo" el viejo refrán del politiquero desvergonzado: "a mí no me den, nomás pónganme onde ay".

Lucas Ignacio José Joaquín Pedro de Alcántara Juan Bautista Francisco de Paula Alamán y Escalada - 1792-1853-, conocido como Lucas Alamán, fue secretario de Estado y del Despacho de Relaciones Exteriores e Interiores en los gobiernos del Supremo Poder Ejecutivo, durante las presidencias de Guadalupe Victoria y Anastasio Bustamante; empresario,historiador, escritor y político mexicano, miembro del triunvirato de México, junto con Pedro Vélez y Luis Quintanar, del 23 al 31 de diciembre de 1829. Él, conociendo las condiciones político/económicas en que nos encontrábamos y como crítica a la falta de unidad de los mexicanos, con motivo de la invasión de México por los EUA, escribió: "Llorad amigos, llorad/ quien haya entendido que/ con estos hechos/ hemos perdido a la nación mexicana". ¿De actualidad?

La fórmula del sinvergüenza es sencilla y fácil de seguir, solo se necesita carecer de dignidad y pareciera que en nuestro país pululan tales villanos.

La solución está en cada uno de nosotros; siempre conforme a la ley y con determinación. ¿Empezamos a cumplir nuestra parte de responsabilidad?

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