En septiembre de 1994, la construcción de un drenaje pluvial en Torreón se había convertido en una obra pública condenada a la duda de la ciudadanía. Cuando llovía -como ahora-, persistían en la ciudad los desórdenes urbanos provocados por grandes encharcamientos e inundaciones, sobre todo en siete áreas críticas. Y aunque no lloviera, el caos dominaba de la calle 25 a la 40 sobre el bulevar Revolución a causa de las obras del drenaje y las de un paso elevado en el cruce con la calzada Saltillo 400. Innumerables negocios se veían obligados a cerrar de forma definitiva. Vecinos del lugar denunciaban molestias que resentían por estos trabajos desde septiembre de 1993.
El tubo subterráneo que se comenzó a instalar desde mayo del '94 en los restos de un fallido drenaje a cielo abierto en el bulevar Revolución, estaba marcado por el estigma de la duda ciudadana: ¿Realmente funcionará?
La prolongada sequía que padecía La Laguna ese año retardaba la verdadera prueba de fuego para esas obras.
Con un costo aproximado de 3 millones de nuevos pesos -como se decía entonces-, la primera etapa del drenaje pluvial constaba de un tubo subterráneo de 36 pulgadas de diámetro tendido con pendiente de 3 % al millar, de las calles 13 a la 40 sobre el cauce vehicular norte del bulevar Revolución.
Al cauce sur no se le había aplicado hasta el momento solución alguna.
La intención era sacar hasta más de 300 litros de agua por segundo para resolver en dos horas los encharcamientos que se formaban en la zona.
El canal-cuneta del primer proyecto, de 5 mil 648 metros lineales, resultó totalmente inservible en ambas aceras.
A la calle se le tendrían que hacer las correcciones necesarias para recuperar las áreas de vialidad.
El recarpeteo sería responsabilidad de la entonces Junta de Mejoras Materiales de Torreón.
Se pretendía que el ducto subterráneo derivara el agua de lluvia colectada por la calle a través de registros de conexión construidos en la base del cordón de la acera norte.
En la conflictiva confluencia de bulevar Revolución y calzada Saltillo 400 el líquido sería captado por gargantas perimetrales conectadas a una línea de conducción de pendiente natural que desembocaría en un colector general.
El colector subterráneo continuaría en la calle 41, sobre la acera norte del bulevar a Matamoros de La Laguna y aprovecharía la zanja, en ese momento totalmente recubierta del primer drenaje fallido.
Por inservibles y peligrosas fueron demolidas todas las tapas o rejillas de concreto del primer zanjón en una extensión de 527 metros lineales de trincheras.
Se buscaba que en el cruce del Periférico el agua fuera impulsada con bombas rehabilitadas y concluyera en el estero del lecho seco del río Nazas conocido como Vega del Caracol, noreste de Torreón.
Los planes originales consideraban que tal etapa no debería llevarse más de tres meses. Sin embargo, los informes oficiales hacían oscilar de la primera quincena de octubre del '94 hasta noviembre la fecha de terminación.
Por instrucciones del entonces gobernador de Coahuila, Rogelio Montemayor, como responsable principal del proyecto, de la construcción y de la vigilancia aparecían las autoridades de Torreón a través de la Dirección de Planeación, Urbanismo y Obras Públicas, aún cuando la Ley de Aguas Nacionales en sus artículos 7, 99 y 100 hacía recaer en la Comisión Nacional del Agua (Conagua) la responsabilidad de establecer las unidades de drenaje, proporcionar la asistencia técnica, apoyar su adecuada construcción y establecer las normas o realizar las acciones necesarias para evitar que la construcción u operación de una obra de este tipo alterara desfavorablemente las condiciones hidráulicas de una corriente o pusieran en peligro la vida de las personas y la seguridad de sus bienes.
Al respecto el gerente regional de la Conagua, José Manuel Ramírez Robles, señalaba que la opción del drenaje enterrado, que incluía tubería y planta de bombeo, fue presentada desde 1993 a Obras Públicas de Coahuila y de Torreón.
Subrayaba que ambas dependencias solicitaron el drenaje pluvial superficial "para ahorrar costos de construcción y mantenimiento".
Remataba diciendo: "Ahí termina nuestra responsabilidad".
El director de Obras Públicas de Torreón, Vicente Ysáis Antuna, informaba que las empresas encargadas de reparar y complementar el tramo de trincheras serían Constructora Regional de La Laguna, Construcción y Urbanización Fasal y otra representada por el arquitecto Hugo R. Anaya.
Añadía que los trabajos en el canal a cielo abierto serían responsabilidad de Alfa Constructores.
La desconfianza ciudadana en torno a esta obra era secuela natural del fraude cometido desde 1993 con el primer drenaje pluvial por funcionarios de Conagua, el Grupo Profesional Planeación y Proyectos S.A.de C.V., funcionarios del anterior gobernador, Eliseo Mendoza Berrueto, y siete empresas constructoras, todos con responsabilidades fincadas por la Secretaría de la Contraloría General de la Federación (Secogef) y la Contraloría General de Coahuila.
Tuvieron que transcurrir diez meses para que la presión ciudadana abriera paso al reporte de fallas técnicas presentado el 15 de enero de 1994 al presidente municipal de Torreón, Mariano López Mercado, y a la denuncia presentada en marzo por las cámaras de comerciantes, industriales, ganaderos, colegios de profesionistas y organismos civiles.
Fructificó el esfuerzo después de un complicado proceso en un dictamen de la Secogef que aunque fue cuestionado por tibio representó un duro golpe a una red de encumbrados políticos, funcionarios de Conagua, proyectistas y compañías constructoras que por intereses personales o de grupo proyectaba y ejecutaba en municipios laguneros, bajo amañados procesos de licitación, obras públicas de baja calidad y elevado precio que le permitía obtener pingües ganancias y mejorar sus posiciones.
¿Por qué en 2025 Torreón no tiene drenaje pluvial?