¿PARA QUÉ DIABLOS SIRVE UN POLÍTICO?
Un país tiene que ser administrado. Se supone que los políticos hacen eso; aunque no sepan absolutamente nada de administración. Un negocio se administra para que funcione y deje ganancias en lugar de pérdidas. A los políticos, al parecer, eso los tiene sin cuidado, si hay pérdidas el pueblo las paga a través de los impuestos. Es como esconder la basura debajo de la alfombra, aunque se vea. La Megafarmacia, tres bocas y otros crasos errores tan evidentes, son la prueba.
De todos modos el político va a pedir que le aplaudan por presentar resultados en números rojos: lo peor del caso es que se lo conceden, y tan campante sigue realizando acciones desafurtunadas.
No sé quien pretenda convertirse en el zar de los medicamentos, pero se hacen proyectos sin sentido después del rotundo fracaso de la farmaciota. Ahora son las farmacias de la gente y a eso le agregan enfermeros y doctores que hacen visita a domicilio. ¿Negocio de quién? ¿Presupuesto a repartir? Un entre tantas ocurrencias en las que se invierte sin estar seguro de los beneficios.
Creo que no les importa mucho que les funcione los proyectos. El verdadero interés sería cuánto les queda en el bolsillo. Mal se sientan en un lugar donde se maneja el dinero y ya algunos le buscan la manera de quedarse con él. Eso es lo que se ha visto últimamente.
En una empresa privada, las ganancias le interesan al dueño porque son sus ganancias. Al trabajador le debería de interesar porque de ahí sale su sueldo. Claro, hay trabajadores que no se comprometen con la empresa y se sienten explotados. Pueden irse contra ella hasta destruirla para obtener su beneficio personal. Eso es lo que pasa con los sindicatos educativos y sus continuas huelgas. Han exprimido al sistema hasta donde han podido. Y lo que menos les importa es la calidad de la educación; sobre todo la del pueblo.
La empresa busca productividad. El político busca el voto, para obtener el puesto que lo pone cerca del presupuesto. Por obtener el voto hace todo lo imposible. Prometer no empobrece. Aunque no se cumpla.
Por obtener el voto eres permisivo sin importar las consecuencias. Por ejemplo, defender los derechos del comercio formal, que paga muchos impuestos, contra el informal, que no los paga, es más benéfico estar con los segundos que son mucho más votos, aunque no tengan la razón. Así quedó nuestro centro.
La misma política se sigue aplicando, Aunque sean políticas en donde se ha demostrado que llevan a la quiebra. Pero ya dijimos que al político no le interesa quebrar si eso le beneficia. Seguramente no lo van a hacer pagar los platos rotos. Ahí viene el de atrás, que tampoco lo hará y acumulará la propia.
Ya nos sucedió en los noventa, un país quebrado. Por el camino que nos llevan, no duden que vuelva a suceder.
El político se vuelve palabrería sin sustancia alguna. No necesita preparación alguna. Lo que importa es la labia. Si no hay planes, inventas uno como López Obrador. Buscas gente inútil que asista a los mítines, con una retribución de por medio. Les das la frase que debe de gritar. Ya la hiciste.
Mientras la gente responsable se dedica a producir, la gente inútil se pone a gritar arengas a discursos que ni siquiera entiende.
No es mucho lo que se pueda hacer. En eso han convertido la democracia que se ha vuelto en contra del pueblo mismo. Por eso existen los dictadores que destruyen a sus propios países y se perpetúan en el poder. No les importa el hambre, ni el futuro, ni lo que la historia pudiera decir de ellos. Es su megalomanía la que manda. Primero ellos, después nadie. Hasta que destruyan al mundo estarán conformes.
Lo peor es que los dejamos hacer.
Llegará el momento en que no te lo quitarás de encima.