A muchos les gusta vivir en la modernidad; supongo que eso puede puede traducirse a poner una cara de idiota frente a una pantalla del celular, donde creen aprender mucho y en realidad no aprenden nada. Eso me recuerda algunas novelas futuristas de mi tiempo como Fahrenheit, o el mundo feliz, donde a la sociedad se le gobernaba con dispositivos similares con la única finalidad de la explotación humana.
La realidad te confirma lo que aquellas novelas decían. Hay que agregar la rebelión en la granja. La modernidad te lleva hacia la idiotez y eso se aplica a todas las clases sociales.
La experiencia no vale para nada. Lo que pasó en los cuarenta puede quedar en el olvido. Dejar hacer dejar pasar, así sucedió con Hitler y lo está haciendo Trump. Los demás no es mucho lo que puedan hacer. Pocas voces se levantan. En aquel tiempo fue Churchill, en estos el gobernador de California y algunos más. Más el daño se continúa haciendo a un grupo social, en un pueblo donde están acostumbrados a eliminar gente que les estorba para sus planes de expansión como hicieron con los indígenas.
Basta con que alguien llegue a Dar un golpe fuerte: subir los aranceles o destruir las instituciones que durante un siglo nos costó construir. Jugar con la credibilidad de la gente es la cosa más sencilla del mundo. Basta ponerle unos cuantos billetes en el bolsillo haciéndole creer que de esa forma va a solucionar sus problemas.
Es mejor no saber las catástrofes. Las grandes fallas del sistema, las promesas no cumplidas. La ceguedad y sordera son posibles.
Ni siquiera existe la ideología. Un proyecto de país. Una seguridad en el futuro.
En donde están los cimientos en los que se funda la nueva nación. En los deseos de una dictadura. Estas con ellos o no estas con ellos, así te irá.
Si el liberalismo está equivocado, entonces, plantea lo correcto. No creo que sea el tirar el dinero a la calle, como se ha hecho hasta ahora, en planes que salieron de puras ocurrencias y que por supuesto, no resultaron por falta de planeación, como la megafarmacia.
No veo por ninguna parte, un plan económico para un estado nuevo. Con ocurrencias no se logra nada. Este país se ha vuelto de ocurrencias.
Así nos han ido acostumbrando con las redes sociales. ¿Qué son los influencers? Tengo idea que son tontos y tontas que siguen otros más tontos que ellos, y como hacen público, son buena opción para invertir en publicidad. Se les podría llamar líderes de opinión. La poderosa opinión pública. Importa en número, no la calidad y cosas como esas ofrecen las redes sociales.
En todos los tiempos han existido los influencer y los líderes de opinión. Hay que buscar a los inteligentes. En mis tiempos podía ser Ortega y Gasset, Octavio Paz, García Marques. Eric Fromm. Hoy el conformismo es increíble, cualquier tonta puede serlo, sin ninguna capacidad intelectual.
A donde va Vicente, a donde va la gente.
Se discuten las minucias. El otro es el ratero y nosotros no somos corruptos; después resulta que si lo son. Allá va aquel con los billetes.
Lo más importante sería fundar una nación con buenas bases. Eso es lo que no estamos haciendo. Insisto, vivimos en el país de las ocurrencias. En lugar de terminar lo del seguro para toda la gente, ahora inventaron lo de asistir a los de la tercera edad con enfermeros.
Yo tengo los médicos necesarios en el seguro social; y en mi casa, quien se preocupe por mí. Pero a algún genio se le ocurrió y bueno, consiguió un presupuesto el cual puede ordeñar.
País de las ocurrencias.
Los celulares nos sacan de la realidad. Nos evitan pensar. Ya existe la inteligencia artificial que con mucha mayor facilidad puede engañarnos.
Esa ha sido la historia de la humanidad, el engaño.