La Feria Internacional del Libro ya se había dado en Torreón. Si mal no me acuerdo, la última fue en el gimnasio de la Ciudad Deportiva y, si los datos de mi memoria son correctos, el país invitado fue Cuba. Después, la feria se la llevaron a Arispe y ahora regresan.
Las editoriales, en general, son las mismas que podemos encontrar en nuestras librerías. Alguna excepción de especializadas, como la dirigida a los niños. Lo que me pareció más interesante fueron los libros de segunda, que pueden contener agradables sorpresas de ediciones que no habían llegado o de autores que uno intenta recuperar y no han sido reeditados. También estuvieron representadas editoriales de la región.
Justo homenaje a Saúl Rosales y a Rosa Gámez Reyes Retana. Aunque la mención de escritores me pareció que se quedó corta. La calzada de los escritores nos puede recordar a otros, como aquellos que formaron el grupo Cauce, revista que mantuvo vivo el interés por la literatura en las décadas de los 40, 50 y 60. En otras especialidades se puede mencionar a Sergio Corona, historiador, y a Mauricio Beuchot, filósofo. Hasta sé que existe una guionista del cine nacional.
Los prietos en el arroz nunca faltan. Me pareció de mal gusto que Nadia Contreras, la coordinadora de Literatura, se haya programado el primer domingo para su intervención. Creo que debió haber escogido otro día. El domingo es el más importante, tiene más afluencia de gente. Quien organiza, por lo general, se debe contar al último.
Lo de "internacional" fue representado por un solo stand de Argentina, medio vacío. Al preguntar sobre algunos autores, se nos dijo que solo contaban con material de los últimos 20 años. Lo que ya conocemos: Cortázar, Borges, Bioy Casares. El tema del invitado es sobre inteligencia artificial, y por eso subrayo que en Torreón deben de existir personas que escriban y publiquen sobre ciencia u otras temáticas y nos sean desconocidos.
Uno de los peligros que corren las personas es el olvido. Por eso mi referencia a la calzada de los escritores. No sé si existan aún los personajes que ahí estaban. Supe que los repusieron, aunque en el lugar que ocupaba mi padre fue suplido por otro. Ya ni siquiera sé si lo pusieron en alguna otra parte, ni las razones para cambiarlo de lugar.
Las instituciones debieran contar con archivos que sirvan después para contar la historia de la ciudad. Al parecer, carecemos de dichos materiales. El cambio de gobierno significa que el que se va nunca existió, en ciertos campos, como es el de literatura. Los libros que se publican van a dar a la bodega o al basurero. No hay forma de comercializarlos por la sencilla razón de que no se pueden facturar. Este problema ya lo habíamos discutido desde hace muchos años (los 90). Los libros que pueda vender el autor, y unos pocos más, serán los que se muevan. Son editoriales para óperas primas o escritores que no tuvieron más trascendencia que la regional. Me incluyo.
Las nuevas generaciones ya han aprendido a mirar más lejos y a buscar editoriales que distribuyan su obra nacionalmente, como Vicente Alfonso y Julián Herbert. No son los únicos. Carlos Reyes (espero no equivocarme en el apellido) escribió una comedia sobre una hielera que me resultó muy agradable. La obra de Mauricio Beuchot la encuentras en el Fondo de Cultura.
Hay otros escritores que se dedican al periodismo, que con el tiempo han juntado material muy interesante sobre la vida de Torreón, como entrevistas a personajes de la ciudad, que con el tiempo son auxiliares para que la memoria no se pierda. Enrique Rioja ofreció el trabajo de muchos años en la prensa local y no encontró eco ni en el archivo municipal ni en el departamento de Literatura. La respuesta siempre va a ser la falta de presupuesto. Mi padre tenía la columna De los nuestros. Ofrecí un libro ya diseñado con parte de ese material, con los mismos resultados. Ya tienen su programita estructurado y de ahí no se salen.
Realizan concursos para declararlos desiertos. No hay manera de que te compren un libro. Es la mínima ayuda que le puedes dar a un escritor: comprarle un libro.
Hay muchas cosas que hay por hacer. La primera de ellas es convocar a los escritores para que opinen sobre los proyectos, si en realidad interesa la literatura. Lo demás es la demagogia a la que ya nos acostumbramos.